Íñigo Petit Zarzalejos | 01 de marzo de 2018
La tecnología puede quitarnos el trabajo. Eso dicen muchos expertos, entre ellos, PriceWaterhouseCoopers (PwC), que ha publicado recientemente un informe sobre el impacto de la robotización en diferentes países y sectores. Entre sus conclusiones, duras, el sector financiero es el que se lleva la peor parte en el corto plazo -posteriormente, otros sectores sufrirán más las consecuencias de este fenómeno-. Las conocidas como fintech y los nuevos desarrollos informáticos van a hacer mucho daño en términos de puestos de trabajo. Pensemos en las sucursales y su utilidad actual, las firmas electrónicas, el reconocimiento biométrico y un largo etcétera. Ya lo estamos viendo.
El 30% de los usuarios del sector financiero espera aumentar su uso de las #FinTech https://t.co/gQLei5K62u #PwCFinTech pic.twitter.com/THEWNiKNj6
— PwC España (@PwC_Spain) September 20, 2017
Y como muestra un botón. En España hay un subsector, que no goza de la popularidad que tiene en otros países, en el que el impacto de esta automatización ya se está viendo: la gestión de activos, más comúnmente conocida como “los fondos de inversión y los planes de pensiones”. Los gestores se pelean contra el mercado -es decir, contra los índices como el Ibex35-, con el objetivo de obtener para sus inversores retornos ajustados a riesgo superiores a los de sus referencias. Además, también intentan superar a sus competidores. En esta batalla, la llegada a nuestro país de vehículos que facilitan invertir en los índices (los ETF), con precios muy inferiores a los fondos de inversión tradicionales -esto es, aquellos que realizan una gestión activa de sus inversiones-, ha roto la baraja como ya lo hiciera en Estados Unidos.
Estos productos se basan en una tecnología que yo he conocido como sistemas automatizados de inversión. En palabras básicas, se trata de algoritmos que realizan inversiones cuyo fin es replicar el índice al que se referencian. Resulta muy útil en mercados consolidados que no se conocen en profundidad, pues nos ofrece una exposición diversificada a dicha región. Además, como bien muestran diversos estudios, la mayoría de los gestores activos no ha logrado batir a sus índices de referencia de forma consistente durante los últimos años, con pocas excepciones.
Recientemente, los mercados financieros de todo el mundo se han visto afectados por las pronunciadas caídas en Estados Unidos, donde han llegado a verse bajadas intradía de hasta el 6%, tras batir récords de semanas sin correcciones significativas. Al margen de los motivos de la caída, algo siempre difícil de argumentar, la violencia de la misma ha sorprendido a inversores y analistas.
Las Bolsas advierten a los líderes económicos de que no quieren prisas en la subida de tipos
Partiendo de un mercado muy ajustado en valoraciones (los índices americanos han batido máximos repetidas veces en los últimos meses), un programa de estímulos monetarios en retirada y los focos sobre la inflación, un aumento mayor de lo esperado de los salarios en Estados Unidos desató la locura. La publicación modificaba las expectativas a corto y medio plazo de muchos modelos y desató las ventas entre los inversores. Una pedrada enorme en un agua en calma. En consecuencia, estos movimientos fueron acompañados de su réplica por parte de los robots, que en un mercado vendedor deben también participar para ajustar sus carteras (contando con menos patrimonio debido a esos recortes y, por tanto, siendo vendedores netos), aumentando con ello la onda expansiva. Un fondo de este tipo puede acumular mucho patrimonio, haciendo movimientos de gran volumen que pueden tener una repercusión directa en la fijación de precios (el fondo Vanguard S&P 500 ETF, por ejemplo, acumula más de 88.000 millones de dólares). Por tanto, a las ventas “racionales” de los inversores les siguió un torrente de órdenes automáticas de estos robots, ampliando el movimiento de los principales índices de referencia. Lo mismo puede suceder con subidas pronunciadas.
Así pues, nuevos jugadores han aparecido en el mercado y habrá que establecer una nueva normalidad en los movimientos de los precios que no invalida la eficiencia de los mismos en el largo plazo (aunque en el corto puede darnos algún revolcón que otro). Muchos gestores, sobre todo aquellos que gestionan de forma activa su cartera, celebran esta volatilidad para poder entrar con descuento en valores que previamente estaban caros o en precio, los algoritmos solo ejecutan. Mientras tanto, los inversores con menos conocimientos sufren los sustos que provocan los titulares catastrofistas que copan las cabeceras de la información económica, siempre mucho más grandilocuentes tras las caídas que tras las subidas.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.