Stefanie C. Müller | 13 de marzo de 2018
Fuera de Alemania, Angela Merkel ha sido muy querida en los últimos años por su política de continuidad. Para las mujeres, ha sido un ejemplo de seriedad y ternura al mismo tiempo. El respeto que recibía de hombres poderosos de todo el mundo recordaba a Margaret Thatcher. Pero, a diferencia de la Dama de hierro, Merkel trasmitía también empatía, simpatía y paciencia. Por su lucha en favor de la Unión Europea, se ha ganado el respeto de casi todos los políticos en Europa, aunque algunos no lo reconocerán nunca.
Mientras en el exterior todavía la aprecian, en Alemania buscan el cambio. La mayoría de los medios de comunicación se aburre ya de su imagen y de su política de compromiso. «Tiene que irse», escribe el analista político Roland Tichy, una y otra vez, y no es el único. No han conseguido quitarla de en medio, pero está claro: con los medios de comunicación cada vez más en contra, Merkel puede darse por satisfecha si sobrevive a esta legislatura. Para conseguirlo, ha elegido muchas caras nuevas para su Ejecutivo, la mayoría mujeres. La única que permanece del Gobierno anterior es Úrsula Von der Leyen como ministra de Defensa.
La factura que tiene que pagar la CDU por el mal resultado electoral de septiembre de 2017 y el fracaso del tripartito con los verdes y liberales es que el nuevo Gobierno será mucho más socialista que el anterior, con seis ministros socialdemócratas en posiciones claves. Para muchos, también fuera de Alemania, es de agradecer que el rígido ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, esté ya fuera de juego al igual que Sigmar Gabriel, también. El nuevo ministro de Exteriores es más humilde: Heiko Maas, hombre poco conocido en la esfera internacional y anterior ministro de Justicia. Las finanzas las dirige ahora Olaf Scholz, que será también la mano derecha de Merkel. El exalcalde de Hamburgo es de la sección “dura” del SPD. Dice lo que piensa y es cercano a Helmut Schmidt, que también era de Hamburgo: son políticos críticos, secos, poco amables y un poco arrogantes, pero saben a dónde van.
Importante es, sin duda, que la ministra de Familia, un ministerio que en España curiosamente no existe, sea otra vez una mujer, también de la SPD. Franziska Giffey es de la parte oriental de Berlín, una ciudad que concentra todos los problemas que tiene el país por su multiculturalidad, la pobreza de las familias que viven desde generaciones de prestaciones estatales y la cada vez más alta ratio de criminalidad en núcleos urbanos.
Interesante es también el nombramiento de la nueva ministra de Justicia, Katarina Barley, que tendrá que luchar sobre todo con los posibles ataques terroristas y los disturbios en ciudades como Berlín. Es doctora en Derecho. Curiosa es la creación del Ministerio de Interior y Heimat (Patria). Con el añadido Heimat a este organismo, Merkel quiere calmar a la ultraderecha y proteger de nuevo la cultura alemana, las costumbres, tradiciones y también salvar a las regiones y pueblos germanos que tienen un futuro económico complicado.
El partido de extrema derecha AfD, que ya está presente en el Parlamento, ha criticado muchas veces que se ha perdido la LeitKultur (cultura dominante) alemana. Horst Seehofer, de la CSU, partido hermano de la CDU de Merkel, es el nuevo jefe de este ministerio y en esta función ha anunciado como primer objetivo de su trabajo: «Vamos a acelerar el proceso de deportación de inmigrantes ilegales y criminales». Peter Altmaier, el nuevo ministro de Economía, es un hombre sólido, funcionario de la Unión Europea. Además, es uno de los grandes aliados de la canciller alemana. Su reto será garantizar la reforma de la industria alemana a una versión más digital, creativa y flexible.
Quizás más importante para Alemania, y también para Europa, que el hecho de los nuevos ministros es la persona que Merkel ha elegido como sucesora al frente de su partido, el CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer. Esta mujer de 55 años era, hasta hace muy poco, primera ministra del Sarre. Este paso de una retirada a plazos demuestra la inteligencia emocional de Merkel, que no quiere que le corten la cabeza antes de tiempo. Desde hace 18 años, ella es la jefa de la CDU; solamente su mentor y luego oponente, Helmut Kohl, ha conseguido quedarse más tiempo. Este dirigió el CDU durante 25 años y al final fue una persona bastante odiada en ciertos círculos de su partido por su gran poder y egocentrismo. Merkel no quiere acabar así.
Kramp-Karrenbauer es todo lo contrario que Kohl. Es una mujer humilde, de un partido conservador pero con una visión moderna de la mujer, igual que Merkel. Quizás Kramp-Karrenbauer es más luchadora que su mentora, y quizás menos conciliadora que la canciller. Cuando recibió el resultado de la votación de su partido a favor, dejó bien claro: “Gracias a todos que me han votado. Ahora están llamados a trabajar conmigo y a hacer todo lo posible para que nuestro partido brille otra vez”.