Beatriz Mesa | 14 de marzo de 2018
La renovación del acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Marruecos, que vence en el mes de julio de 2018, peligra seriamente. De producirse un fracaso en las inminentes negociaciones entre los vecinos estratégicos, los efectos serían demoledores en dos de los países europeos directamente beneficiados de los caladeros marroquíes; estos son Portugal y España. En especial, los pesqueros andaluces—su flota está compuesta por 45 embarcaciones—, gallegos y canarios que faenan en las aguas del país vecino sin atender a los desencuentros de la crisis del Sáhara, porque en juego está la economía familiar, y ajenos a un contencioso territorial que, por vez primera en más de 40 años de conflicto, perjudica el interés económico de una orilla compartida.
“Nuestros barcos no llegan hasta el Sáhara y no entendemos cómo se ha desatado esta polémica si llevamos muchos años pescando”, explica Pedro Maza, presidente de la Asociación de Productores de Pescado en Andalucía. “El convenio con Marruecos siempre es necesario”, afirmó categórico. Eso sí, el país magrebí jamás aceptará una ratificación de un nuevo protocolo de pesca en el que aparezca una exclusión escrita de las aguas del Sáhara Occidental del conjunto de la soberanía del Estado marroquí. Cualquier declaración, gesto, escrito o sentencia que separe Marruecos de su Sáhara supondría un irremediable acicate político que persigue ferozmente el movimiento político de liberación nacional (POLISARIO) por los pasillos de Bruselas. Apoyado desde el corredor argelino, toca incesante las puertas de grupos políticos europeos u organizaciones alineadas a las tesis independentistas para presionar contra cualquier comercialización posible de los recursos naturales que atañen estrictamente al territorio disputado del Sáhara.
La crisis del Rif sacude al poder en Marruecos . Un volcán que amenaza con entrar en erupción
Según una parte de la retórica independentista, los réditos económicos extraídos de la explotación de los recursos en el Sáhara repercuten sobre el conjunto de la población marroquí, no así sobre la población saharaui pero, ¿acaso se ha definido hasta el momento el pueblo saharaui como para poder emprender una acusación ante los tribunales?, ¿qué se entiende por el pueblo oriundo saharaui? Durante los últimos años de investigación sobre el Sahel, se me ha permitido entender las zonas sahero-sahelianas y sus líneas fronterizas (invisibles) desde los vínculos de sangre tribales que complicarían la delimitación territorial moderna actual, fruto de unos complejos procesos coloniales y decoloniales. Pero más allá del estatus territorial del Sáhara y su configuración actual, se impone otra ecuación que no corresponde a lo que algunos políticos señalan como “aprovechamiento de unos bancos ricos en recursos naturales que no pertenecen a Marruecos”. Esta es: “Marruecos recoge un dirham (10 céntimos) de la supuesta ‘explotación ilegal’, pero invierte ocho dirhams (70 céntimos) en el Sáhara Occidental”, afirma Zakarías Abouddahab, profesor especialista en las relaciones bilaterales entre Europa y Marruecos.
Más allá de la legalidad o ilegalidad de la comercialización de los productos agrícolas, pesqueros o también industriales en un territorio que dejó ser la provincia española africana y retornó dentro del marco fronterizo de la dinastía alauí, al mismo tiempo que el derecho internacional exponía claramente el procedimiento jurídico de un proceso de descolonización inacabado, se plantean otras preguntas: ¿es capaz la pesca de desmantelar años de esfuerzo de una cooperación multidimensional en las relaciones entre Marruecos y la Unión Europea?, ¿cómo Marruecos empleará la diplomacia para maximizar su capacidad de influencia en otros expedientes de relevancia bilateral que tienen que ver con la seguridad y el control de las fronteras?, ¿se tendría que plantear España trabajar su exclusiva bilateralidad en el campo de la pesca y de la agricultura?, ¿habría que pensar en otro modelo de relación entre la UE y Marruecos?
El desafío rifeño . Una grave crisis que ha estrechado las relaciones entre Rabat y Madrid
Volviendo a la pesca, el tema espinoso de hoy, los actores que pregonan la irregularidad de tal explotación porque se hace desde las aguas del Sáhara Occidental no se encuentran ni dentro del Sáhara y tampoco en el exilio argelino, sino en los pasillos de Bruselas, preocupados por el desgaste del activismo y la consolidación de una relación estratégica entre Marruecos y la Unión Europea que dejó de poner el foco en la crisis territorial para centrarse en otros campos que afectan a la frontera sur. El debate cobra una dimensión puramente política y cada vez menos jurídica, aunque sea el canal jurídico, a través del instrumento de los recursos naturales, la principal ficha de dominó que mueven a su favor en las filas del Polisario.
Hasta el momento, la lógica de la “omisión voluntaria” (en alusión a la crisis territorial) ha predominado en las relaciones de cooperación entre Marruecos y Europa y la cuestión que se plantea, una vez roto el silencio con una reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en la que se da por válido el acuerdo de pesca entre los vecinos estratégicos porque se excluyen los bancos de pesca del Sáhara, ¿qué ocurrirá en el futuro? Marruecos no se apea de su decisión: ninguna posición es negociable si se excluye el Sáhara y, en este sentido, se tendrá que encontrar una reformulación que permita la preservación de la relación bilateral. Algunos políticos marroquíes evocan el Tratado de Lisboa adoptado en 2004, que contempla que “el Tribunal de Justicia de la Unión Europea no es competente en lo que se refiere a las disposiciones relativas a la política exterior”. Mientras tanto, no olvidemos que el Mediterráneo necesita un espacio de paz, estabilidad y prosperidad y eso solo se consigue con mucho más diálogo y menos política de maleante.