Íñigo Petit Zarzalejos | 21 de marzo de 2018
El Mobile World Congress (MWC), que se celebra en Barcelona desde hace años, es la referencia mundial en dispositivos móviles, algo que, como todos sabemos, ya trasciende del mero hecho de enviar mensajes de texto o realizar llamadas. Durante el encuentro, se reúne a los principales representantes de las empresas más punteras del sector y otras personalidades internacionales y decenas de empresas exhiben sus últimas novedades, en una cita ya imprescindible a nivel mundial. Y las cifras así lo corroboran: 7.700 CEO de empresas, 2.400 expositores, 3.500 medios internacionales y personas de 250 países. Un gran éxito para España, un gran éxito para Barcelona, que cada año vuelve a las portadas.
Este año el gran debate se ha centrado en si, tras los últimos acontecimientos en Cataluña, se lograría o no mantener la edición del MWC durante los próximos años. Una duda que ha quedado despejada, al menos para la edición del año que viene, por el director del evento en el discurso de clausura con las palabras: “Nos vemos en 2019”. La política, y la burocracia que esta genera, no ha sido históricamente una buena aliada de los negocios, pues en general suele llegar tarde donde hace falta y ha dificultado o encarecido el crecimiento, derrumbando el ánimo de muchos emprendedores incluso antes siquiera de haber empezado con su proyecto.
Pero esta realidad política no puede ocultar la vitalidad de un sector tecnológico al que le bastan 12 meses para ofrecer incluso aquello que parecía inviable. Es el fruto de una continuada política de i+D, de gestión de la investigación que siempre busca dar un paso más allá, rozando casi lo inimaginable.
Cuando uno escucha las palabras ‘Silicon Valley’, automáticamente piensa en Apple, en software, en redes sociales. Pero también se abre el interrogante de qué serán capaces de ofrecer al mercado así que pase tan solo un año. Y no se equivocan, en el valle californiano existe una enorme concentración de empresas tecnológicas globalmente conocidas, crecientemente avanzadas. Tanto es así que la moda de tener la sede en California ha provocado que los alquileres en los alrededores se disparen. Salvando el malestar de los lugareños por los nuevos precios del barrio, la zona se ha convertido en referencia mundial para todas las startups que quieren lograr grandes rondas de financiación. Esta imagen, esta reputación, es el resultado del éxito de muchas empresas que apostaron por este lugar para crecer y desarrollarse. Y lo lograron sin ningún apoyo público, pero también sin barreras.
Mobile World Congress 2018 . El escaparate tecnológico mundial viciado por la política
En esta dinámica, y después de todo lo que hemos vivido, no deberíamos llevarnos las manos a la cabeza porque la sombra se cierna sobre el MWC, pues para un evento de estas características no resulta nada positivo colocarse en el epicentro de una tormenta política. Algo lógico y normal, pues allí se va a conocer y promocionar la última tecnología en dispositivos móviles y no a debatir sobre derecho constitucional español. Por otro lado, ningún patrocinador quiere que sus potenciales clientes soporten las consecuencias prácticas de un revuelo político de esas dimensiones en la ciudad: las huelgas en el transporte público o las manifestaciones políticas en los alrededores. La inversión en los desarrollos ha sido relevante, el gasto en marketing también y la oportunidad comercial está a la altura, nada puede estropearlo. Esperemos que todos, sobre todo los políticos -a quienes basta con no entorpecer-, aprendamos la lección.
Y tenemos puntos de referencia para dicho aprendizaje. Como bien sabemos ahora, el desafío soberanista, como cualquier acto político rupturista, tiene consecuencias. Unas esperadas y otras menos. Aunque solo cambiaran su sede, los bancos se fueron de la comunidad autónoma y no parecen tener ninguna prisa por volver. Y tras los bancos, un torrente de empresas fue detrás, en busca de mayor seguridad jurídica en otras regiones de España. Hasta aquí todo esperado y, ciertamente, triste. Quienes quizá sorprendieron más fueron los farmacéuticos europeos al descartar la Ciudad Condal como posible destino para la sede de la Agencia Europea del Medicamento, un acuerdo prácticamente hecho según se ha filtrado a los medios. No se trata de ningún rechazo explícito a Barcelona, es puro pragmatismo cuando los agentes económicos, sobre todo las grandes tecnológicas, tienen a su alcance infinidad de opciones cuanto menos igual de buenas.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.