Ignacio Urquijo Valdivielso | 22 de marzo de 2018
La escena la hemos visto en la televisión en repetidas ocasiones, con distintos casos y sujetos a lo largo de los años. En estos días se ha vuelto a repetir en Vícar (Almería): llegan varios vehículos policiales, descienden los guardias civiles y sacan esposada a la presunta asesina del pobre niño Gabriel; van a seguir investigando y hacer un registro de la vivienda de Ana Julia, reconstruyendo paso a paso la secuencia del crimen. Tras el registro, cuando los guardias salen de la vivienda con la mujer, en torno a ellos se están arremolinando decenas de personas, hombres, mujeres e incluso niños, vecinos del barrio en el que vivía la detenida por ese horrible crimen.
Los medios ante el caso Gabriel . ¡A por la audiencia! ¡Espectáculo! ¡Viva la hipocresía!
El grupo de vecinos comienza a moverse, los operadores de cámaras de televisión se ubican sacando buenos planos, porque el grupo empieza a agitarse, a correr, a acercarse a los guardias civiles, y sobre todo a gritar con fuerza múltiples insultos y muchas frases donde sobresale: «¡asesina, lo vas a pagar asesina!» Hay tensión,efectivos policiales cierran círculo en torno a la presa, otros en semicírculo más exterior repelen al grupo que intenta violentamente acercarse y agredir a la asesina confesa, las descalificaciones y los gritos van en aumento, hay empujones y confusión, al final los agentes de la autoridad logran introducir a la acusada en el automóvil y evitar que la turba lleve a cabo su acción de justicia sumaria, expeditiva e inmediata, la ley del Talión.
Este tipo de escena se ha dado antes a lo largo de toda la historia humana y en todos los países, hoy día sigue sucediendo también en muchas ocasiones y en casi todas las naciones; la diferencia es que en aquellas sociedades más estructuradas la turbamulta nunca consigue su propósito de matar al presunto delincuente, en otras sociedades sí ocurre y estos son quemados o muertos a palos, linchados, lapidados…
Esta conducta de un grupo de personas, de un conglomerado social, puede parecernos salvaje, instintiva, inhumana, llevada a cabo por una masa irracional, pero no es exactamente así… La turbamulta surge de manera ocasional, y tal como aparece desaparece, casi siempre de manera espontánea, movida por un deseo primario de justicia vengativa, y al amparo de un anonimato relativo por la cobertura grupal, donde la acción es más colectiva que individual y siempre movidos por uno o varios líderes accidentales que sirven de catalizadores para calentar los ánimos e impulsar la acción en pos de su objetivo punitivo: has matado, entonces debes morir.
El Código de Hammurabi es uno de los conjuntos de leyes más antiguo que nos han llegado. Está datado ca. 1750 a.C y procede de Mesopotamía. pic.twitter.com/a0IQKNtxjo
— Historia 2.0 (@Historia2punto0) June 30, 2017
Cuando hace unos 1700 años a.C. surgió el Código de Hammurabi supuso un gran avance social, una justicia más humana y perfecta pues prohibió el tomarse la justicia por propia mano y de manera desproporcionada, gracias a que esa justicia se impartía por funcionarios del imperio Babilónico y siguiendo un extenso código que tipificaba los delitos con su correspondiente pena proporcional; si te partían un diente ya no podías castigar a tu ofensor de manera desproporcionada dejándolo gravemente herido o muerto a palos.
Lentamente a lo largo de la historia la justicia ha ido evolucionando y perfeccionándose hasta el día de hoy en que muchos países (no todos) incluidos los de la Unión Europea, han desterrado la pena de muerte y el castigo físico de sus ordenamientos jurídicos.
La turbamulta, sea espontánea o provocada, hoy no tiene razón de ser ni sentido alguno. Tal vez sirva, simplemente, como peligroso desfogue de los sentimientos primarios a los que tan dados, pese a tanta evolución, somos los seres humanos.