Charo Zarzalejos | 14 de abril de 2018
Mariano Rajoy ha hablado pero no ha dicho la última palabra. Dice el presidente que Cristina Cifuentes ha dado explicaciones, que hay investigaciones en marcha y que no hay motivo alguno para romper el pacto que da estabilidad a Madrid. La interpretación inmediata es que Rajoy mantiene a Cifuentes y, en primera instancia así es, pero quienes dicen conocerle dudan que aquí acabe su posición. “Siempre ha tenido cartas en la manga y ahora no va a ser distinto”.
Lo cierto es que, salvo futuros acontecimientos, Cristina Cifuentes va a permanecer en su cargo. Rajoy ha dejado en el tejado de Ciudadanos la suerte de la vida política madrileña, avalando así las tesis de Maria Dolores de Cospedal. No quiere decir que sean compartidas por la totalidad del Partido Popular, pero lo que si hará el partido es mantener silencio ante cualquier decisión que adopte su presidente.
Fueron días duros los de la Convención de Sevilla que había costado meses de trabajo. Estaba rota antes de empezar. El caso Cifuentes ya había estallado, pero todos quisieron darse tiempo, a la espera de “nuevos datos”. La presidenta de Madrid no ahorró un solo gesto. En su tuit de primera hora de la mañana anunció su viaje a la capital hispalense rodeada de su equipo. Nada más llegar, convocó una rueda de prensa. El foco de atención era ella, cuando no pocos esperaban que “en un gesto de generosidad” no hubiera aparecido.
? Con una pequeña parte de la delegación del @ppmadrid, que ya está de camino a Sevilla para participar en la Convención Nacional del @ppopular este fin de semana.? #ContigoCreceEspaña. pic.twitter.com/ZKMGNHb3rw
— Cristina Cifuentes (@ccifuentes) April 6, 2018
Las formas se mantuvieron e incluso se produjo un larguísimo aplauso del que hoy muchos se arrepienten. En el salón de plenarios se mantuvieron las formas, pero la convención real estaba en los pasillos y allí, en los pasillos, reinaban el estupor, la preocupación y una profunda tristeza. “Nada nos sale bien”, se lamentaban los asistentes andaluces, que habían puesto en esta cita muchas esperanzas. El balance final de la convención fue el de la pura melancolía.
Con el paso de las horas y los días, los hechos ya contrastados hacen imposible creer que lo dicho por Cifuentes se ajuste a la verdad. Falsificación de actas, firmas falsas, tribunal de TFM inexistente, ni rastro de tal trabajo. Nada, absolutamente nada que corrobore la veracidad de lo dicho por Cifuentes… y Rajoy en Argentina, desde donde pidió celeridad para resolver el asunto, no sin antes afirmar que él mismo “esta residenciado donde debe”, es decir, en el partido y no en su persona.
Y es que Cristina Cifuentes y su equipo están en pugna con la dirección nacional, es decir, con Martínez Maíllo, número tres del partido, que ha recibido poderes absolutos de Rajoy para abordar una situación que “nos llena las plumas de acero”. Quiere el PP de Madrid que sea Rajoy quien hable cara a cara con Cifuentes, llegando a deslizar que se iba a celebrar una reunión entre ambos de manera rápida. Ni reunión, ni rapidez. Rajoy no va a permitir que el PP de Madrid menoscabe la autoridad de la dirección nacional, que no solo tendrá que dar solución a este problema sino que tendrá que abordar, y de manera rápida, la situación del PP de Madrid, en donde ya se están registrando movimientos internos. Son muchos los decepcionados, los que están enfadados por la absoluta falta de información directa y Madrid es, siempre ha sido, la joya de la corona.
Pero ahí está la dirección nacional. Y está porque ya en Sevilla, en conversaciones informales con Martínez Maíllo, recibió garantías por parte del PP de Madrid de que ellos controlaban bien la situación, que hablarían con Ciudadanos y que solo era cuestión de un poco más de tiempo. Y la dirección nacional, es decir, Maíllo, dio un tiempo, que al final fueron apenas unas horas, porque de inmediato en la calle Génova se vio que la estrategia del PP de Madrid era profundamente errónea. Lo previsto, se afirma tanto en Génova como en Moncloa, es que se negociara “con sentido común” la comisión de investigación propuesta por Ciudadanos pero “Ossorio se paso de frenada. La gestión ha sido pésima, horrible, pero Cifuentes ni ha robado, ni ha falsificado nada. Es curioso ver -añaden estos medios- como los que van de inquisidores tienen cosas que esconder o que aclarar”.
El PP de Madrid no tuvo la menor cortesía con la dirección nacional que se enteraba de los movimientos del ejecutivo madrileño por la prensa. Para colmo, las informaciones sobre las irregularidades del máster se sucedían… Maíllo cogió el teléfono y habló con Rajoy y fue cuando Rajoy desde Argentina anuncio que el asunto “se resolverá donde esta residenciado”; es decir, en Génova. Es en Génova en donde existe la convicción de que Cifuentes no reconoce la autoridad de Maíllo y que no se irá si no es Rajoy quien se lo pide personalmente. Esta especie de desautorización a la dirección nacional ha provocado irritación en la sede central del PP.
Las palabras de Rajoy dando margen a Cifuentes ha quitado presión a la dirección nacional. Maíllo sabía lo que iba a decir y es en el PP donde creen que si bien Rajoy nunca le va a pedir que se vaya, con lo ya dicho “asume el la responsabilidad, lo que vulgarmente se llama «el marrón» de este asunto y es una forma de blindar al partido, como tal, del desgaste de la polémica”. Esta polémica se vivirá en todo caso con Ciudadanos, pero dado el estilo de Rajoy es muy posible que se queden hablando solos y se vean abocados a la moción de censura “que ellos tendrán que explicar”.
Con todo y pese a la autoridad de Rajoy, en estos momentos en el PP se vive un intenso debate. El objetivo es compaginar ética y estrategia. Desde el punto de vista ético, para muchos y no precisamente irrelevantes, no hay la menor duda de que Cristina Cifuentes se tiene que ir. La duda es cómo y cuándo teniendo en cuenta que Ciudadanos, en principio, parece dispuesto a apoyar la moción de censura que colocaría al socialista Ángel Gabilondo al frente de la Comunidad de Madrid.
María Dolores de Cospedal, número dos del partido, tiene claro que a Ciudadanos no se le puede dar ni una cabeza más y en esto hay muchos que están de acuerdo, pero lo cierto es que al PP le da pavor dejar el Gobierno de Madrid. No solo pesan las 300 personas que trabajan alrededor del actual Ejecutivo, sino que, dada la inmediatez de las elecciones, ven como una situación de riesgo el acabar la legislatura en la oposición. El vértigo que pueden generar esas circunstancias se ve aderezado por el profundo enfado que existe con Ciudadanos, que “vive de las cabezas cobradas. Se han convertido en auténticos inquisidores y a lo mejor hay que dejarlos frente a su espejo y que vayan a la moción de censura”. Algunos hacen cuentas y calculan que de gobierno apenas quedan 6-7 meses. ¿Es tan grave no gobernar cuando el gobernar supone un permanente via crucis? ¿Quién garantiza que la eventual sustitución de Cifuentes va a ser rentable en términos electorales? ¿No vendría bien que los medios nos olvidaran unas semanas y reconstruirnos? Estas son algunas de las dudas que pululan por calle Génova y que se mantendrán hasta que el episodio no quede cerrado del todo. A Ciudadanos nadie quiere regalarle nada, pero cada vez son más los que toman distancia de Cifuentes. “Más pronto que tarde se irá, pero es dura y mantendrá el pulso hasta el final”. Lo que sí se puede dar por seguro es que Rajoy, por medio de Maíllo como enviado especial, tiene preparada una jugada. Eso dicen quienes dicen conocerlo.
Antes del día 2 de mayo, fiesta de la Comunidad de Madrid, el asunto quedará resuelto, según medios solventes de Génova, que auguran que el anuncio de la fecha para debatir la moción de censura socialista se puede producir entre el lunes y el martes de la próxima semana. Fijar fecha es un primer paso para el desenlace de este episodio que ha trastocado todos los planes del PP.
En todo caso, este panorama puede variar en cualquier momento. Basta con que Cifuentes decida irse.Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.