Santiago Taus | 02 de mayo de 2018
El burlador de Sevilla
Dirección: Josep Aria MestresVersión: Borja Ortiz de GondraCompañía Nacional de Teatro ClásicoTeatro de la ComediaCalle del Príncipe, 14. MadridDel 13 de abril al 13 de junio de 2018Precio: de 6 a 25 eurosSitio webLos mitos y sus héroes no nacen ni mueren, sino que, como explica Luis Alberto de Cuenca en su libro Necesidad del Mito, habitan “regiones y tiempos que están fuera del alcance humano” donde viven por siempre para manifestarse ante nosotros con distintas máscaras que esconden siempre los mismos arquetipos. Así sucede con Don Juan Tenorio, una de las grandes contribuciones castellanas al panorama del mito moderno, que se reinventa una y otra vez escondiendo siempre tras su máscara algo que pertenece a lo más profundo de nuestra esencia humana. Eso es lo maravilloso de los mitos y de los clásicos, que siempre estarán de actualidad mientras el ser humano exista para aprender de ellos.
Presentando a los medios #elburladordesevilla , que mañana sube a las tablas del Teatro de la Comedia pic.twitter.com/iuMZ0KO6ir
— TEATRO CLASICO -CNTC (@TEATROCLASICO) April 12, 2018
Don Juan Tenorio, como mito, habla de la promiscuidad, del desenfreno miserable, de la arrogancia y del desprecio hacia el castigo divino que tarde o temprano siempre llega. Cualidades, algunas de ellas, tan humanas que se pueden rastrear en los primeros mitos o en los escarceos de ese Júpiter algo libidinoso, que lo mismo le daba ser toro, cisne o lluvia dorada para engañar a su esposa Juno con la humana que esa semana se le había encaprichado. Dando un salto de muchos siglos, la Compañía Nacional de Teatro Clásico nos vuelve a poner cara a cara con este mito eterno en uno de sus mejores “disfraces”: El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina.
Es un reto llevar a escena a este don Juan que es “ante todo un farsante”, como explica su intérprete, Raul Prieto. Al contrario que con otras versiones como la de José Zorrilla, aquí no hay salvación, ni enamoramiento. El elemento fundamental para que se desarrolle la trama es la tendencia hacia el castigo divino que pendula sobre El Burlador hasta que finalmente acaba con él. En el mundo de hoy, conceptos como “temor de Dios” o “castigo eterno” a muchos les suenan como a cuentos de hadas, pero en esta versión –bastante fiel- de Borja Ortiz de Gondra, dirigida por Josep María Mestres, el factor del castigo divino no ha sido pasado por alto. El sentido cristiano que tenía la obra en el siglo XVII se mantiene, pero esta vez acompañado de elementos que lo hacen más accesible para esa parte del público actual. Todo un acierto por parte de ambos.
Con una mirada muy inteligente, Borja Ortiz ha versionado el texto original lo mínimo posible, con una delicadeza “casi quirúrgica”, como dice Mestres. Ha sabido encontrar en el texto original un punto de conflicto que con frecuencia se pasa por alto al hablar de Don Juan. Algo que repugna de este personaje, más allá de ser un canalla con las mujeres y de su arrogancia, es precisamente aquello que respalda todos sus escarceos: su sangre y sus parentescos. Una y otra vez a lo largo de la obra vemos cómo los entuertos que causa Don Juan le son perdonados, olvidados, por ser hijo del consejero del Rey. Una clase de favoritismos e injusticias que despiertan la rabia del publico actual, por estar, supuestamente, a la orden del día.
Esta versión transcurre en un lugar sin tiempo, como todos los mitos, y parece que toma elementos de la Edad Media, y de algún punto indeterminado del siglo XX. En ella los actores se desenvuelven con gran soltura y confieren una vida original y apasionada a cada uno de sus personajes. Destaca entre ellos Mamen Camacho, que interpreta a Tisbea y que, con su emocionante monólogo entre las olas, “…sola de amor exenta, / como en ventura sola / tirana, me reservo / de sus prisiones locas”, consigue deslumbrar a todo el público. Ayuda el trabajo de la escenografía de Clara Notari, que consigue llevar una playa entera a las tablas del Teatro de la Comedia. La interpretación de Raul Prieto como Don Juan, que se queda a ratos algo tibia, cuenta con el apoyo de su criado Catalinón, a quien interpreta Pepe Viyuela. Este último, aunque confesaba que se sentía algo nervioso por volver después de tantos años a hacer un papel en verso, se ha hecho con su personaje sabiendo ser desternillante en los momentos cómicos y angustiante en las escenas más sombrías. En general, todos ellos hacen un trabajo memorable y totalmente recomendable para quien quiera reencontrarse con el Don Juan más clásico, perfectamente traído al siglo XXI.