Miguel Serrano | 06 de mayo de 2018
El domingo 27 de junio de 1976, el vuelo 139 de Air France despegó del Aeropuerto Internacional Ben-Gurion, en Tel-Aviv, con destino a París, previa escala en Atenas. Lo que parecía un vuelo rutinario para los 248 pasajeros y los 12 miembros de la tripulación, se convirtió, sin embargo, en una auténtica pesadilla cuando, tras la parada en Grecia, un comando terrorista propalestino secuestrara el avión y desviara el rumbo hacia Entebbe (Uganda), parando antes a repostar en Bengasi (Libia). Comenzó así una semana infernal para toda aquella gente, siete días de incertidumbre mientras los terroristas planteaban sus exigencias y el gobierno israelí (objetivo principal del ataque) estudiaba las posibilidades de recuperar a los rehenes con vida. Esta historia real es la base de la investigación que el historiador británico Saul David ha realizado para su libro 7 días en Entebbe, que ha sido adaptada recientemente al cine.
“7 días en Entebbe” . Un acontecimiento histórico contado con escaso acento dramático
Por desgracia, el fenómeno del terrorismo islámico nos es demasiado familiar. No hay día en que no conozcamos la noticia de algún terrible atentado perpetrado por el Estado Islámico o alguna de sus filiales. Sin embargo, la situación en Europa es relativamente tranquila en comparación con aquellos sangrientos años 70. En esa década terrible, numerosas bandas terroristas desangraban a los países europeos con su violencia absurda basada en sus creencias políticas. En España encontramos a ETA, demasiado bien conocida por todos (que incluso hoy sigue dando que hablar), pero había más: el IRA irlandés, las Brigadas Rojas italianas, la Fracción del Ejército Rojo alemana (o Baader-Meinhof)… La mayor parte de estas bandas se caracterizaban por su ideario político de extrema izquierda y su absoluta oposición a Israel, motivos por los que se creían justificados para llevar a cabo cualquier tipo de lucha armada y por los que confraternizaron con el Frente Popular para la Liberación de Palestina, grupo político-terrorista con mentalidad abiertamente antiisraelí que pretendía expulsar a Israel de la tierra palestina. Una de estas modalidades de ataques eran los secuestros de aviones para después negociar la liberación de otros terroristas presos a cambio de la vida de los rehenes.
La petición de perdón de ETA es un simple velo que enmascara su reivindicación separatista
¿Por qué Israel? ¿A qué se debía esa violencia y ese odio a Israel? Es difícil entenderlo. El pueblo judío, después de sufrir el exterminio y la brutalidad del Holocausto por parte de los nazis, había conseguido, después de muchos años de lucha y reivindicación, volver a instalarse en el territorio que ocuparon antes de la expulsión romana. Tras casi dos mil años, volvieron a la Tierra Prometida. Pero, durante todo ese tiempo, otros pueblos habían ocupado Palestina y habían hecho de aquel lugar su hogar, y no vieron con buenos ojos la llegada de los judíos a Israel. Por si fuera poco, el nuevo país era “íntimo” aliado de Estados Unidos y, por lo general, contaba con el apoyo de las potencias europeas, que, tras lo vivido en la Segunda Guerra Mundial, se consideraban en deuda con los judíos. Un pueblo que había sufrido tanto, debieron pensar, bien merece volver a casa y tener un poco de paz. Pero, además, el país israelí, al instalarse en las tierras que habían ocupado sus antepasados, se vio rodeado por enemigos, por países que lo consideraban un país invasor y que mostraban públicamente una actitud hostil. Por si esto fuera poco, en 1967, ante los movimientos de tropas egipcias en la frontera del Sinaí, Israel decidió responder con un ataque preventivo que desembocó en la Guerra de los Seis Días, que finalizó con un aumento territorial considerable por parte de Israel. Así, encontramos a un país que, aunque ampliado, seguía siendo muy pequeño, un país con unas dimensiones diminutas, rodeado de países hostiles, que, aún a día de hoy, siguen deseando destruirlo. Diversas organizaciones, entre las que debemos destacar el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), decidieron pasar a la acción mediante pequeños ataques, como el secuestro del avión llevado a Entebbe en 1976, o con acciones aún más espectaculares, como el atentado contra el equipo olímpico israelí de Múnich de 1972 (en venganza del cual se organizó la Operación Cólera de Dios, llevada magistralmente al cine por Steven Spielberg en su película Múnich).
La participación de Uganda en el secuestro introduce aquí un elemento más, y no poco importante, a la extraña y complicada situación. La política ugandesa estaba dominada por la figura del dictador Idi Amin Dada, el caprichoso y cruel militar que se había hecho con el poder y que se había formado en Israel, aunque, llegado el momento, por caprichos y rabietas casi infantiles, se enemistó con ellos y se alió con sus enemigos, llegando incluso a colaborar en el secuestro, acogiendo al avión secuestrado y colocando a sus soldados custodiando a los rehenes hasta que las negociaciones fructificaran. El carácter de Amin, megalómano ansioso de reconocimiento, está perfectamente retratado, para los interesados, en la película El último rey de Escocia, de Kevin MacDonald (la interpretación de Forest Whitaker como el sanguinario tirano pone los pelos de punta).
El comando terrorista estaba integrado por dos alemanes y varios terroristas árabes, en una muestra más de la cooperación internacional antiisraelí (realmente, antiimperialista) tan característica de aquellos años. Sus exigencias fueron la liberación de muchos terroristas que habían actuado anteriormente en operaciones similares, y la respuesta israelí fue complicada. El gobierno dudó mucho, porque, en principio, no parecía viable la organización de una respuesta militar que rescatara a los rehenes, y no estaban dispuestos a arriesgar las vidas de tantos ciudadanos. Sin embargo, la insistencia del entonces ministro de Defensa israelí, Simon Peres, y el trabajo de las fuerzas de operaciones especiales israelíes, especialmente de Yoni Netanyahu (hermano del actual presidente), hicieron cambiar las tornas hasta que se planeó una operación factible, que desembocó en la Operación Rayo, un auténtico triunfo para Israel, que consiguió recuperar, de una forma absolutamente audaz (aunque un tanto chapucera), a sus rehenes sin sentarse a negociar con los terroristas.
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Para elaborar el libro, Saul David, especializado en historia militar, se ha sumergido en cientos y cientos de documentos clasificados en archivos de cuatro países y ha recogido testimonios de varios participantes en el secuestro y rescate del avión, como importantes políticos israelíes, soldados implicados en la Operación Rayo, que fue el nombre en clave del rescate por parte de las fuerzas especiales israelíes, rehenes o un antiguo terrorista. Y se nota. Toda la documentación, toda la investigación, ayudan al autor a reunir hasta el más mínimo detalle, lo que contribuye, sin duda, a crear una tensión que acerca al libro (que no es una novela, sino un libro de historia) a la electricidad del thriller. El ritmo que propicia la forma del autor de describir los hechos (continuos cambios de escenario, simultaneidad temporal, su estilo de escritura…) evita que el lector pierda el interés en ningún momento, y es lo suficientemente claro para hacer entender a cualquiera la complicada situación que se vivió aquella semana de 1976, que implicó a tantos agentes de muy diversos niveles. En conclusión, 7 días en Entebbe es un libro más que interesante, un relato tenso y directo acerca de una de las operaciones contraterroristas más importantes e impactantes jamás realizadas.