Juan Velarde | 20 de mayo de 2018
Con motivo del segundo centenario del nacimiento de Karl Marx, nos encontramos con una serie de análisis, incluso también de homenajes sobre sus aportaciones como economista, así como también de comentarios sobre su gran cultura, mezclado todo ello con muchas menos observaciones críticas que antaño, probablemente a causa del claro desmoronamiento del peso que había tenido anteriormente un conjunto de países socialistas que buscaban en Marx su apoyo vital. Tres fenómenos contribuyeron a tan complejo hecho:
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Marx, que era un político, lo comprendería y, como intelectual, seguro que lo secundaría.
Por otro lado, como investigador de la economía que era, seguro que intentaría rectificar algunas equivocadas afirmaciones suyas. A mi juicio, tres factores lo impulsarían:
Todo eso estaba, a mi juicio, claro, en 1977, y por eso, tal año, me impresionó la aportación de la obra de S. S. Prawer, Karl Marx and World Literature (Oxford University Press, 1976).
Creo que, con motivo del centenario de su nacimiento el 5 de mayo de 1818, merece la pena volver a plantear observaciones derivadas de esta aportación de Prawer, de las que se deduce que es imposible no estar de acuerdo con su posición de que Marx era un personaje “lo suficientemente importante para no dejarlo en poder de los marxistas”. Y esta postura quedaba ratificada en un artículo que por entonces leí en The Times Literary Supplement fechado el 4 de febrero de 1977, donde Hugh Lloyd-Jones consideraba que era necesario arrebatar a Marx lo que llamaba esa “Iglesia oriental” muy exigente en su credo que actuaba colocando a Marx bajo las limitaciones filosóficas derivadas de los comentarios, que entonces se consideraban ortodoxos, de los Stalin o Mao y también que era preciso alejarse de lo que denominaba “pretencioso planteamiento hegeliano lanzado desde la Escuela de Frankfurt, así como de otras sectas occidentales”. Y una manera de rescatar a Marx de esas tribus peligrosísimas desde el punto de vista intelectual lo encontraban, y merece la pena el encuentro, tanto Lloyd-Jones como el profesor Prawer, en el análisis de su vida, con lo que se comprende dónde tenemos que encontrar las raíces de su pensamiento, que estaba basado en una mezcla de enorme cantidad de lecturas, pero efectuadas con un acerado espíritu crítico.
Todo esto puede presentarse basado en una anécdota española en torno a Anselmo Lorenzo, quien, al frente bakuninista parece que estuvo a punto de hundir la línea exclusivamente marxista de la I Internacional; las actas de esta institución prueban, creo, la notable importancia que tuvo entonces la actitud obrera antimarxista de españoles, la cual motivo ese caos que existió en la evolución posterior de esa I Internacional. ¿Y cuál fue la reacción de Marx ante ello? Merece la pena destacarlo. Por supuesto, que comprendía por un lado la magnitud del desastre y por eso trató de impedirlo. Para ello invitó a Lorenzo a Londres. Cuando este llegó a la casa de Marx, se le recibió con un fuerte abrazo muy afectuoso, acompañado de recitados de trozos de El Quijote.
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Esto era normal en él porque Marx, como erudito, comprendía perfectamente posturas discrepantes, y además de ello, matices de los idiomas donde se presentaban. Conocía perfectamente el alemán, el francés, el inglés, el italiano, por supuesto el español , además el griego, el latín y algo del ruso. Y eso lo proyectaba a sus lecturas amplísimas. Sus poetas preferidos eran Ovidio en vanguardia – lógicamente sus poemas en el exilio-, y también Esquilo y este como dramaturgo, al que leía en griego y del que colocaba en vanguardia a Prometeo y señalaba que acudía también a Shakespeare y a Shelley. Y además, también buscaba lecturas de vanguardia, como Walter Scott, pero abominaba de Chateaubriand y de Víctor Hugo. Y esto venía de atrás. La tesis doctoral de Marx se desarrolla sobre las diferencias entre la filosofía de Demócrito y la de su seguidor Epicuro con admiración por el filósofo y discípulo Lucrecio, y eso es clave para comprender a Marx, porque tanto Lucrecio como el propio Marx no han respetado absolutamente nada. Pero no es posible ignorar además que en su formación, faltó poco para también seguir muy a fondo a Hegel, pero igualmente le dio mucha importancia a Aristóteles. A todo ello hay que añadir, que acudió a masas de economistas, de historiadores, llevando todo eso, por un lado hacia el materialismo histórico, pero por otro ¿cómo explicar que Prometeo se produjera en el ambiente económico-social donde aparece? He ahí un escalpelo que no le ahorra en absoluto el profesor Prawer.
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¿Y qué otros grandes literatos apasionaban a Marx? Impresiona contemplar la lista derivada de este libro que he citado. Son estos: San Agustín y La ciudad de Dios; Dante; Tarso; todo Maquiavelo, incluyendo su obra, siempre menos estudiada a pesar de su interés, La Mandrágora, Cervantes y El Quijote; y además, su acercamiento a la literatura española por lo que ataca a los censores de prensa de Federico Guillermo IV, comparándolo con el Doctor Tierteafuera y siempre con admiración a Lópe de Vega y Tirso de Molina. En Francia, no es posible dejar de tener en cuenta la lectura admirada de Marx de Corneille, de Voltaire, de Rousseau, y de Diderot, al que enlaza con la sátira irónica de Le Neveu de Rameau. Colocó en un pedestal, a pesar del abismo ideológico que le separaba, a Balzac; se divirtió con Paul de Koch y con Alejandro Dumas, padre, y también con Fenimore Cooper, a quienes hay que agregar también a Dickens, a Thackerey, a Schiller, a Hoffman, así como a cuentistas, caso de Swift y desde luego a Defoe y Heine. ¿Y de quiénes se procura separar radicalmente? Pues de los judíos, con frases que han hecho a muchos recordar a Goebbels,
Y toda esta complejidad de Marx la he encontrado también, aunque parcialmente, en la obra dirigida por Heienrich Genkew, Karl Marx: biografía completa (Editorial Cartago, Buenos Aires, 1975), obra preparada por el Instituto de Marxismo Leninismo del Comité Central del Partido Socialista Unificado, o sea, el Partido Comunista que existía en la llamada Alemania Oriental. Una obra que considero que es de tipo hagiográfico. Y ahora, en el Karl Marx. Ilusión y grandeza, de Gareth Stedman Jones (Taurus, Móstoles, 2018).
No es todo el conjunto señalado a lo que estamos habituados por las referencias al ácido Marx en cualquier referencia biográfica. ¡Qué texto impresionante nos hemos perdido al no haber escrito Karl Marx su autobiografía!
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.