Íñigo Petit Zarzalejos | 23 de mayo de 2018
Elon Musk, fundador y CEO de Tesla, empresa dedicada a los coches eléctricos, paneles solares y almacenamiento de energía limpia, ha vuelto a ser portada de todos los diarios financieros, pero esta vez no se debe a otro nuevo megaproyecto sino a una salida de tono. Durante la reciente presentación de resultados de la compañía a analistas e inversores, Musk respondió con evasivas y malas formas a las preguntas sobre cómo iba a financiar el funcionamiento de su empresa, una gran consumidora de recursos que acumula todo tipo de dificultades.
The reason the Bernstein question about CapEx was boneheaded was that it had already been answered in the headline of the Q1 newsletter he received beforehand, along with details in the body of the letter
— Elon Musk (@elonmusk) May 4, 2018
En su versión de ídolo, Elon Musk representa el desafío frente a lo posible. Es el superhombre capaz de hacer realidad algunos de los sueños de la humanidad, desde viajar a la velocidad del sonido en tierra firme a través de su Superloop hasta vivir en la luna o Marte. Los coches autónomos están a la orden del día, ahora ya hay que pensar en viajar al espacio el próximo verano. Sin embargo, como decía uno de los anuncios de Loterías, nadie tiene sueños baratos.
Así pues, en su versión de empresario, la imagen impoluta de uno de los antiguos fundadores de Paypal hace aguas. La cotización de una empresa en los mercados de valores tiene muchísimas implicaciones y una de las más importantes es que las expectativas también van incluidas en el precio. Es imposible conocer el futuro, pero se puede generar confianza a través de un plan estratégico detallado, una trayectoria que sirva como aval o el fichaje de algún gran profesional. La gestión de esa incertidumbre es una de las principales tareas de la dirección de toda empresa cotizada y el CEO de Tesla no debe olvidarlo.
No seré yo quien rompa el mito de Elon Musk, pues comparto la admiración por sus ideas, pero tampoco podemos negar la realidad. Sus planes estratégicos no se están cumpliendo: Tesla acumula retrasos en las entregas de sus coches, muchos de sus directivos están huyendo (algunos muy relevantes, que además fichan por la competencia directa), la acción sufrió un duro golpe tras aquella reunión con analistas y la reputación cuasidivina se está empañando.
La nueva carrera espacial . Los gigantes tecnológicos pugnan por conquistar el cosmos
Como no podía ser otra forma, Tesla se ha puesto manos a la obra y, pocos días después del patinazo de Musk, anuncia una reestructuración completa en busca de la “combinación de funciones” y el “aplanamiento de la estructura de gestión para mejorar la comunicación”. Esta operación interna es el precio de recuperar la confianza de los inversores.
Las dudas que plantearon los analistas eran completamente lógicas, como bien demuestra el último anuncio de la compañía. Hablamos de unas pérdidas que se han duplicado en el primer trimestre de 2018 hasta los 785 millones de dólares, más de 300.000 reservas pendientes y varios fallos de producción concatenados. Y no, Elon, no basta con gastarse 10 millones de dólares en la recompra de acciones de tu propia compañía. Con una facturación de 11.758 millones de dólares en 2017, más 100.000 unidades vendidas en ese mismo año y lo que está por llegar, Tesla ya no puede verse como una compañía nueva en fase de expansión -aunque lo esté-, en la que las expectativas tiran de la valoración. Puede que vaya a revolucionar el sector del automóvil autónomo -o no-, pero el análisis y la selección de inversiones aún se sigue basando en los flujos de caja, los resultados empresariales y las expectativas que genera el equipo directivo y sus planes de crecimiento. Y es que, en los mercados, como en tantas otras cosas, conviene no confundir fama con reputación.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.