Jesús Muñoz de Priego Alvear | 18 de junio de 2018
¡Ay! Cuánto me molesta que, ante lo evidente, y a veces hasta inevitable, se reaccione con asombro, con consternación fingida y artificio, porque me acaba demostrando que quien así actúa o es un incauto, ignorante, o es un cínico, y no sé lo que es peor… o igual sí que lo sé.
Lo cierto es que, ante el debate sobre el adoctrinamiento en la escuela, catalana en este caso (exímame, por favor, de usar el término “presunto”, como en los procesos penales, porque aquí no parece caber esa cortesía), lo que resulta desolador ya no es que se adoctrine (como en realidad todo el mundo sabía), sino que nos escandalicemos por ello. Ya se sabe: no hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Alguien podría siquiera pensar que, siendo la escuela pública de la titularidad de la Administración, en este caso en un Gobierno de ideas independentistas, se iban a abstener de usarla para hacer proselitismo de sus ideas? ¿Alguien podría pensar que cualquier Gobierno, de cualquier lugar del mundo, no hace lo mismo? Pero, hombre de Dios, ¿qué le hace a usted concebir que es lógico que cualquier Gobierno, del signo que sea, va a querer controlar, por ejemplo, los medios de comunicación, pero se va a mantener puro y virtuoso, al margen del ámbito educativo?
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Seguro que no le descubro nada si le afirmo que la escuela ha sido, es y será, el instrumento de socialización principal de nuestra sociedad, mecanismo de control o de cambio social. Tener a alumnos sentados durante horas, días y años, de forma obligatoria, es el sueño de cualquier vendedor, de lo que sea. Demasiado seductor para que cualquier institución no quiera intervenir o participar. Y el Estado, ese ente etéreo y abstracto pero controlado por políticos de carne y hueso, también. El querer participar del ámbito educativo para conformar la sociedad del mañana no presupone un interés ilegítimo o espurio, quizás el callárselo o hacerlo de forma vergonzante, igual algo más.
La escuela, toda la escuela, está preñada de ideología, de opciones axiológicas, de cosmovisiones. Así ocurre, desde el concepto formal de escuela -y seguro que ha oído hablar del currículum oculto, que supone que al determinar cuáles son las asignaturas y materias y cuál su contenido se hace siempre un proceso de selección y omisión-, que nunca es aséptico; hasta el informal, porque el docente no puede entrar en el aula y colgar lo que es y lo que piensa en el perchero de la entrada junto a su abrigo. El docente entra e interactúa con sus alumnos desde lo que es.
Por tanto, hoy ya no cabe hablar de una escuela ajena a lo axiológico. Pero es más, cuando el fin de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad (art. 27.2 CE), la educación integral del alumno… cuando se habla de la escuela total y se le pide que asuma no solo su tradicional socialización secundaria, sino también la primaria, aquella referida a los principios y los valores, porque, con la dejación por parte de las familias, si no es así, asumirán ese papel los youtubers y los cantantes de reguetón… no parece que lo mejor sea plegar velas e intentar excluir cualquier elemento axiológico, o ir a una única opción de mínimos.
Lo bueno de todo esto es que estamos en un marco democrático donde se reconoce la libertad de enseñanza, y esto posibilita que haya diferentes opciones, diferentes idearios, diferentes cosmovisiones en el ámbito educativo, que se ofrecen y los padres los pueden elegir libremente y, gracias a la financiación pública de estos centros, cualquiera puede elegir, no viniendo previamente determinado por condicionantes económicos. Los ricos y los poderosos siempre pueden elegir, en cualquier sistema, aquí y, fíjese, seguro que hasta en Cuba y en Venezuela; la libertad de enseñanza lo que permite es que puedan elegir todos los ciudadanos.
Pero lo malo es que hay algunos que aspiran a eliminar la libertad de enseñanza y abogan por una escuela pública única, como modelo excluyente, en manos de la Administración pública de turno y del Gobierno que la controle en cada momento. Con el monopolio en la escuela, el riesgo de adoctrinamiento no es que sea mayor, es que es absoluto. ¿Se imagina usted, votante del PP, una escuela pública única en manos de Podemos? ¿Se imagina usted, votante de Podemos, una escuela pública única en manos del PP?
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Lo rechazable no es que la escuela tenga carga ideológica, asumamos que no hay otra opción, es inevitable, y hasta si se pretendiera excluir cualquier planteamiento axiológico o religioso de la escuela eso ya no sería una postura “neutral”, la falta de opción, sino una opción entre otras (la neutralidad se niega a sí misma). Lo deplorable es que, teniendo toda la escuela carga ideológica, no se diga, no se haga explícito, para que el padre pueda elegir con conocimiento de causa la educación que quiere para sus hijos. En el caso catalán, lo malo no es que la escuela pública hiciera proselitismo del independentismo (¿no habría sido igual de parcial si se hubiera postulado abiertamente en contra o si intentara, si es que eso fuera posible, abstenerse y eludiera, como el agua y el aceite, el tema de marras?), lo malo es que los padres que la eligieron no lo sabían.
Cuando la escuela hace explícito su ideario, entre otros de otras escuelas, incluida la pública dirigida por el Gobierno que sea, los padres lo conocen y eligen el centro (por eso o a pesar de eso, que de todo hay), pero con conocimiento no cabe adoctrinamiento alguno. Cuando la escuela no hace explícito ese ideario, que siempre tiene, aunque a veces sea por negación o por rechazo o por exclusión de determinadas opciones, el riesgo de adoctrinamiento crece. Cuando no cabe elegir escuela, esta es monolítica, única y excluyente, el adoctrinamiento es inevitable y total.
Menos mal que en Cataluña no hay una única escuela… de momento.