Luis Fernández Rosa | 20 de junio de 2018
El deporte es, sin lugar a dudas, uno de los fenómenos sociales más relevantes de nuestro tiempo. La realización de ejercicio físico de manera regular es considerada como una práctica beneficiosa para la salud física y mental por las diferentes respuestas y adaptaciones que provoca en nuestro organismo a diferentes niveles: cardiovascular, respiratorio o músculo-esquelético, entre otros, siendo útil para el tratamiento de diversas enfermedades y ayudando a mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, ¿podemos decir lo mismo en el denominado deporte de élite?
El deporte de alto rendimiento somete al organismo a un ritmo de trabajo elevado, de alta intensidad. Un deportista de élite ha de poseer determinadas condiciones físicas y mentales, además de una elevada capacidad de sacrifico a nivel familiar y social para alcanzar las máximas cotas del rendimiento deportivo y la exigencia a las que va a estar sometido. Con frecuencia, para obtener estas metas necesita poner su organismo en situaciones extremas que, indudablemente, pasarán factura a largo plazo.
Sin embargo, frente a la creencia, ampliamente extendida, de que el deporte de alta competición es nocivo para la salud, surgen estudios en contra de la misma. Debemos profundizar un poco más en esta afirmación, relacionándola con el tipo de deporte practicado. En general, un deportista de élite que ha realizado pruebas de resistencia tiene una mayor expectativa de vida que personas no deportistas de similares características, siendo menor entre los que realizaron pruebas de potencia. No obstante, el problema del “después” tras la práctica de un deporte de élite es algo no solo médico, sino también social.
Tras el difícil abandono de la competición, se abre un nuevo horizonte tanto en el campo laboral como en la sociedad, que no siempre es fácil y que requiere una adaptación a este nuevo escenario. Hemos de tener en cuenta que, excepto en algunos deportes, un panorama económico saneado no es lo más frecuente entre este colectivo; además, la escasa dedicación -por lo que absorbe la competición- a los negocios que se puedan montar durante el tiempo de actividad deportiva produce, en ocasiones, el fracaso de los mismos, cuando no situaciones de engaño.
La falta de planificación -o el fallo de lo que se tenía preparado- de esta nueva etapa de la vida puede conducir a diversos tipos de trastornos, como pueden ser los alimentarios, las adicciones o drogas sociales y, en casos más severos, cuadros depresivos que incluso han desembocado en el suicidio, circunstancia que está recogida en diferentes modalidades deportivas, como atletismo, ciclismo, boxeo o waterpolo, entre otras.
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— CSD (@deportegob) January 31, 2018
A fin de paliar estas situaciones, existen en nuestro país diversos programas destinados a la integración del deportista en la sociedad tras su retirada, como son el Programa de Atención a Deportistas de Alto Nivel (PROAD) del Consejo Superior de Deportes, el Programa Incorpora de la Obra Social de La Caixa o el de Entrena tu futuro; cada vez son más las universidades que dan la flexibilidad necesaria a los atletas de élite para poder compaginar entrenamientos y actividad académica y así poder sacar adelante estudios universitarios en su etapa competitiva.
Aunque en el área de la salud los problemas cardiacos son los más llamativos, no se han de olvidar los derivados del aparato locomotor, más frecuentes, y donde la artrosis o enfermedad degenerativa articular, sobre todo de rodilla, es el cuadro principal. Generalmente, esta afectación se produce en deportistas que realizaron deportes de equipo (fútbol, baloncesto) y fuerza, aumentando su incidencia si se han sufrido lesiones en la rodilla, como pueden ser las roturas del ligamento cruzado.
En miembro superior, las lesiones de hombro en deportes de raqueta y pelota son frecuentes, también las lesiones de columna cervical y traumatismos craneoencefálicos (TCE) en fútbol americano, hockey hielo o hípica. Cuadros todos ellos moderadamente graves pero que suponen una peor calidad de vida al afectado, salvo TCE o lesiones raquídeas, cuyo riesgo e incapacidad pueden ser sensiblemente mayores.
La despedida de Alberto Contador . El ciclista que ganó el Tour “bailando sobre la bicicleta”
Los problemas cardiacos siempre han sido estudiados ampliamente dentro del mundo del deporte de élite y en su posterior repercusión. Está descrito un corazón del deportista como adaptación a la práctica deportiva de alto nivel que se traduce en cambios en el trazado del electrocardiograma y que, en la mayoría de los casos, revierten al finalizar la actividad deportiva, debido a la normalización del tono vagal y la disminución de la carga en las paredes del corazón. La frecuencia cardiaca, generalmente disminuida, se normaliza con el paso del tiempo.
Existen cambios morfológicos en el corazón que se traducen en un aumento del tamaño del mismo. Diversos estudios concluyen que, consecuencia de esto, el deportista retirado puede sufrir cambios en las cavidades cardiacas, principalmente en ventrículo derecho, que alteran su función y son asiento de arritmias que pueden condicionar su esperanza de vida. Aunque en algunos casos desconocemos los mecanismos de producción de estas arritmias, algunos investigadores están de acuerdo en que el deporte de alta intensidad las favorece.