Chema Rubio | 14 de enero de 2019
¿Queda algo del «Think Different»?
Vender menos, ganar más. Eso es lo que queda del “Think different” de Apple. El eslogan transgresor de 1997 se ha convertido en un triste propósito crematístico. El objetivo de Apple para 2019 no parecía muy lógico. Steve Jobsse hubiera llevado las manos a la cabeza ante una meta así. En los primeros días del año nuevo, la empresa de Cupertino publicó una corrección a la baja sobre sus previsiones de ingresos para el primer trimestre de 2019. Acción, reacción. Toneladas de artículos en todos los medios de comunicación del mundo augurando el final de Apple, su decadencia, su ocaso, su final…Intentemos hacer un esfuerzo por situarnos en medio del sensacionalismo que pinta el atardecer de la vida de Apple y de los que veneran a la manzana mordida, esclavos de sus keynotes nuevemesinas.
MacBook, iPad, iPhone, Apple Watch, AirPods y Apple TV. Esos son los productos físicos que se venden en la web de Apple. Dentro de cada uno hay una serie de modelos específicos, y no otros más antiguos que la compañía da por amortizados. Esos productos pasan al floreciente y recomendado mercado de segunda mano. Incluso hay un mercado de tercera mano, del que hablaremos en otro momento.
Los ingresos de Apple en 2017 por venta de iPhone fueron del 62% del total de la compañía. En 2016, del 65% y, en 2016, del 66%. El resto de ingresos, residual, se lo rifan los MacBooks y los iPods, dos especies en peligro de extinción, o mejor dicho, que Apple está dejando morir lentamente, como ya hemos contado en alguna ocasión.
El 5 de octubre de 2011 falleció Steve Jobs. Miles de sesudos tratados después sobre quién fundó Apple, estaremos de acuerdo en que el de San Francisco fue su alma hasta el mismo día de su muerte. Por libros y documentales sabemos que su presencia en la compañía iba más allá del día a día, de la cuenta de resultados, de rumores sobre nuevos modelos o de estar pendiente de la competencia. Steve Jobs hacía algo más que conocer las necesidades de la gente, las creaba. De la nada fue capaz de conseguir que necesitáramos un ordenador portátil, hasta que llegó el día en que nos encadenó a un smartphone.
SmartJobs podríamos llamar a un tipo que consiguió salvar del mordisco definitivo a la manzana poniendo sobre la mesa el iPhone en 2006. El mundo lo aceptó y la competencia lo imitó de forma incansable. Ley de vida en el mundo empresarial. Una ley que te obliga a seguir innovando, a seguir creando necesidad en los usuarios. Y eso es precisamente lo que Apple está dejando de hacer desde que perdió la inercia que dejó Steve Jobs.
No voy a darle el gusto a Apple de decir que fueron también los pioneros en vender un iPad. Al fin y al cabo, es un iPhone grande. Lo novedoso, lo que rompe, lo que irrumpe de verdad en la sociedad mundial es algo diferente, nunca visto y útil. Y de eso, en los últimos ocho años no hay ni rastro. Bueno, sí, los Airpods y el Apple Watch. Algo que tiene un poco de todo eso, que ya ha imitado la competencia, pero que no pueden ser referencia para Apple ni sustento económico en el futuro. Simplemente es algo original y conveniente.
Samsung tiene previsto poner a la venta en 2019 un dispositivo con pantalla plegable. Esa será la próxima novedad del mercado tecnológico y Apple trabajará en ella y hará un dispositivo admirable (y caro, carísimo) repleto de tecnología y con unas calidades supremas. Pero ya no será el primero. El camino de Steve Jobs se pierde entre tanto conformismo, entre tanta mejora del producto ya creado. Bordes cuadrados en el iPad, bordes redondos en el iPhone, más pantalla, más tamaño, de la huella al reconocimiento facial, del lightning al usb-c, del Apple Pencil al Apple Pencil 2, más y más de la anodina Apple TV… Más de lo mismo.
Apple es (era) innovación. Solo hay que revisar las patentes registradas en 2018 para ver que no hay ideas nuevas. De las 45 presentadas no se salva ninguna. Ideas como un teclado de viaje, mejor iluminación de las pantallas o una forma más sencilla de compartir la localización. Lógicamente no va a registrar públicamente un producto estrella, pero entre esas patentes no se intuye nada novedoso donde puedan ser incluidas.
No sabemos si Steve Jobs fue capaz de ver este futuro atrofiado. Tampoco sabemos cómo piensa salir de él Tim Cook. De la California emprendedora de Steve Jobs a la Alabama industrial de Cook. Una metáfora perfecta. Quizá en las raíces sociales también encontremos una explicación a la nueva mecánica de Apple. Es conocida la presión mediática que tuvo Tim Cook cuando se convirtió en CEO de Apple. Se esperaba que fuera un clon de Jobs. Alguien que vistiera con vaqueros y jersey negro de cuello alto en las keynotes. Pero… ¿también se le pidió que innovara?
“Contrata a los mejores y déjalos hacer lo que saben. Si no, contrata a los más baratos para que hagan lo que tú dices”. Así habló el magnate americano Warren Buffett en algún momento de su dilatada existencia. Y no se equivocaba. Algo de esa frase hay en Apple hoy en día. Hay más de los primeros trabajadores que de los segundos, pero el inmovilismo se ha convertido en el techo de cristal que no se atreven a romper.
El futuro de Apple no está en seguir subiendo el precio de los iPhones, ni en mejorar lo que ya tiene; es más, tampoco está en seguir fomentando las suscripciones a sus servicios de pago. Apple seguirá ganando dinero y perdiendo prestigio. Tardará años, los mismos que lleva sin innovar. Apple necesita ser la empresa puntera de Steve Jobs, la que nos venda necesidades que no tenemos.
Un acto con el que se sacrifica el derecho a la protección de la infancia que rebasa todos los límites.