Yolanda Vaccaro | 04 de julio de 2018
Extrema izquierda y extrema derecha forman la coalición Juntos Haremos Historia, que ha llevado a ganar las elecciones en México a Andrés Manuel López Obrador. El Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) es el partido creado por el presidente electo, que se ha aliado con la formación evangélica de extrema derecha Encuentro Social, y el Partido del Trabajo, de extrema izquierda. López Obrador se hace con el poder con más del 50% de los votos, convirtiéndose en el presidente más votado en la historia del país y también en el primero que no pertenece a ninguno de los dos partidos que se han turnado en el poder en México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN).
En este contexto y a tenor de la amalgama ideológica que dará forma al nuevo Gobierno, que tomará el mando el próximo 1 de diciembre, solo se puede prever lo que el propio López Obrador ha desarrollado a lo largo de su carrera: que habrá un Gobierno, en principio, escorado hacia la izquierda, con permiso de sus aliados de derecha radical, que promete luchar contra la corrupción y la violencia que azotan al país.
López Obrador se prepara para llevar las riendas del país de habla hispana más grande del mundo y la segunda economía de Latinoamérica, solo superada por Brasil. Asegura que liderará una “cuarta transformación de México”, tras la independencia, la reforma y la revolución. Desde luego, México requiere una reforma en profundidad para los monumentales retos que afronta. Combatir la violencia y la inseguridad es la primera tarea en un país que en 2017 rompió su propio récord de homicidios en décadas, al registrar 29.168 muertes violentas, según la Secretaría de Gobernación, cifra que organismos independientes consideran reducida comparada con el número real de muertes violentas en el país. La mayor parte de homicidios están vinculados al narcotráfico, problema que, sin duda, acompaña a la violencia en los primeros niveles de las preocupaciones de los mexicanos.
La pobreza es también un desafío de magnitudes extraordinarias: según el Consejo Nacional de Evaluación Política de Desarrollo Social, el 43,6% de la población es pobre y el 8% sufre pobreza extrema. Y, si bien el desempleo no llega a un 4%, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el 60% de los puestos de trabajo son empleos informales. Un frente importante también es la relación con el presidente estadounidense, Donald Trump, que no se cansa de criticar a los mexicanos y que mantiene su promesa de levantar un muro en la frontera entre Estados Unidos y México.
Violencia en México . La corrupción convierte al país en el ‘narcorreino’ de la impunidad
Casado, con 64 años y padre de tres hijos, entre 2000 y 2005 el presidente electo fue gobernador del Distrito Federal, donde se encuentra la capital, con un estilo efectivo, populista y sumamente popular, contando hasta el final de su mandato con altos índices de aprobación. No obstante, todo lo que se sabe o se sospecha de López Obrador no es necesariamente relevante para pronosticar en qué línea gobernará el país. Su mandato como gobernador, como casi todo en su vida, fue principalmente parte de su carrera hacia la presidencia de México, por lo que resulta cuestionable hacer previsiones derivadas de esta experiencia. En este marco, por ejemplo, si bien durante mucho tiempo mantuvo en reserva su adscripción religiosa, la agitación de la campaña de las últimas elecciones en México lo obligó a reconocer que pertenece a la protestante Iglesia Adventista del Séptimo Día. No obstante, sí ha logrado permanecer en la ambigüedad, de cara al público, sobre su postura en temas fundamentales como el aborto. Una interesante metáfora sobre su calculada equidistancia, una postura que seguramente le habrá restado votos pero que le habrá granjeado muchos más, es que su hijo menor se llama Jesús Ernesto, por Jesucristo y por Ernesto Che Guevara.
Así las cosas, y a pesar de que López Obrador hasta ahora se ha inclinado más hacia la izquierda, en términos generales, lo que suceda cuando tome posesión el Gobierno surgido de las elecciones en México es una incógnita en medio de la esperanza de que, en cualquier caso, se pueda dar respuesta a la urgente necesidad de poner freno a la violencia y a la corrupción instaladas en el país.