Pablo Casado Muriel | 19 de enero de 2019
Los tercios españoles y las grandes cargas de caballería vuelven a la vida gracias a los pinceles del conocido como «pintor de batallas».
Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964) es reconocido como un gran pintor de batallas. Sus cuadros han reverdecido los laureles del Ejército y sirven para reivindicar su historia y la de España.
La obra de Ferrer-Dalmau ya es objeto de estudio y el Instituto CEU de Estudios Históricos ha presentado un documental en el que se relacionan los cuadros del pintor catalán con los de otros maestros del género militar, como los franceses Jean Louis Ernest Meissonier y Édouard Detaille o el español Josep Cusachs.
Con motivo de esta presentación, eldebatedehoy.es habla con Augusto Ferrer-Dalmau sobre arte, soldados y viejas guerras.
Pablo Casado: El documental Augusto Ferrer-Dalmau, pintor de batallas traza una línea que va desde Diego de Velázquez hasta usted, pasando por artistas como Jacques-Louis David o Eugène Delacroix. ¿Esto es un halago o un motivo de presión?
Augusto Ferrer-Dalmau: El documental no es para mí, el documental es la historia de España. Yo solo soy la herramienta que lo pinta. Es un documental sobre la pintura y el contenido de mis cuadros. Que ese contenido lo equiparen con el de otros pintores es bonito.
P.C.: Velázquez diseñó todo un proyecto iconográfico para Felipe IV, de David se destaca su implicación política y Delacroix renovó el género de la pintura bélica. En su caso, ¿qué belleza encuentra en la guerra?
A.FD.: Hay guerras que son bonitas estéticamente. Una carga de caballería, con sus uniformes del siglo XIX, es preciosa. No conozco a nadie que diga: “¡qué feo!” Un caballo galopando, con el brillo de un sable… eso es maravilloso. Pero la guerra en sí es la historia de la humanidad. Hasta hace dos días nuestros abuelos iban a la guerra. Se iban nuestros bisabuelos y sabían que a su hijo le iba a tocar una guerra.
Ahora llevamos tres generaciones sin pisar una guerra y quizá pensemos en ella como algo lejano, pero hasta hace 60 años era lo más normal, formaba parte de la humanidad. No había Mercado Común, no existían las Naciones Unidas… Entonces, ¿cómo sobrevivía un país?: pues defendiéndose o luchando o conquistando.
P.C.: La guerra, por lo tanto, también marca la cultura. Se destaca de Homero y su Iliada el interés por narrar la muerte de soldados anónimos más allá de los héroes. Sin embargo, cuando estudiamos las grandes contiendas todo parece quedar resumido en algunas cifras y los nombres de varios generales. Sus cuadros de batallas se consideran realistas y, dentro de ese realismo, ¿hasta que punto es importante individualizar a los soldados que batallan?
A.FD.: Lo importante en mi pintura es el héroe anónimo. El soldado que ha ido a la guerra, ha muerto, ha desaparecido o ha perdido una pierna y del que nadie se acuerda. La historia y las pinacotecas están llenas de generales, de capitanes, de tenientes… y el soldado es la comparsa, cuando tendría que ser al revés. El que debe rellenar el cuadro es el soldado, que es el que gana las batallas. Yo he invertido ese concepto.
P.C.: Dentro de sus cuadros encontramos expresiones de todo tipo en el fragor de la batalla: valentía, coraje, furia, odio… ¿Hay hueco para los cobardes en la pintura bélica?
A.FD.: Lo que más me cuesta es pintar la imagen de un cobarde. En algún cuadro mío hay cobardes, en Rocroi, el último tercio hay uno. En algunos cuadros hay caras de susto, de preocupación, pero lo que más me gusta es pintar la cara de circunstancias, del momento. Te tienes que poner en su lugar. No es miedo, ni es rabia. Es desesperación, es todo. Hay caras que me salen fenomenal y otras que digo: “bueno, me ha quedado acobardado”, pero lo dejo ahí.
Lo que más me gusta es pintar la cara de circunstancias, del momento. Te tienes que poner en su lugar. No es miedo, ni es rabia. Es desesperación, es todoAugusto Ferrer-Dalmau
P.C.: Y en cuadros como El milagro de Empel también podemos encontrar un fuerte sentimiento religioso.
A.FD.: Lo que sucede con El milagro de Empel es que tenemos a la Inmaculada Concepción como patrona de la Infantería desde el siglo XVI y nunca se había pintado una representación de este momento. Hasta hace dos días, nadie sabía esto y ahora lo saben gracias a este cuadro. Había que hacerlo, había que mostrar un momento en el que se ve la miseria, el barro, lo mal que lo estaban pasando unos hombres que estaban derrotados y desesperados. Eso había que pintarlo.
P.C.: Precisamente, “sangre, barro y mierda” es una definición que su amigo el escritor Arturo Pérez-Reverte hace de la guerra en su novela El húsar. Eso también está en sus cuadros y no solo la épica de una batalla.
A.FD.: Es que Pérez-Reverte ha estado en muchas guerras y las conoce. Yo he estado en alguna y lo entiendo. También hice el servicio militar en los cuerpos de montaña y chupé barro y lluvia. Por eso no me resulta muy complicado trasladar todo eso a un cuadro de hace dos siglos. Con otra ropa y con otro tiempo, pero yo he vivido el cuadro de Rocroi en maniobras. Hay que ponerle poca imaginación, porque he hecho maniobras en campos con frío, con nieve… a mí la mili me ha venido muy bien para poder pintar estos cuadros.
P.C.: Estamos viviendo un resurgir de la historia española. Se vuelve a poner de relieve la importancia de España en el mundo y de terminar, por fin, con la leyenda negra. Sus cuadros, sin duda, ayudan en esa labor.
A.FD.: Mis cuadros reflejan la historia de España. Hay gente que los ve pensando: “pues sí, esto es lo que fuimos”, y otros, los menos, que los censuran porque creen que opto por el imperialismo, el militarismo… y no. No es imperialismo ni militarismo, es la historia de nuestros antepasados, es reconocer su sacrificio y el que, por ellos, España es la novena potencia del mundo. No es casualidad. España no llegó al mundo y dijeron: “pues nada, te ponemos en el número nueve”. No. España llegó al número uno, fuimos bajando y nos quedamos en el nueve… porque no hubo más guerras. Si hubiera habido más guerras, seguramente estaríamos ahora en el puesto 15, pero como no, pues nos quedamos en el número nueve.
P.C.: Uno de los éxitos de este movimiento por reconocer el legado español en el mundo es el de rescatar a Blas de Lezo del olvido de la historia. ¿Se le ocurre algún otro “héroe olvidado” al que poner en valor?
A.FD.: Ahora es el momento del resurgir de Juan Sebastián Elcano. Algunos lo conocemos, pero el público en general no. Ahora tengo que pintar un cuadro muy importante de Elcano. Dio la primera vuelta al mundo, ese tío sí que es importante. ¿Eso qué hace, que el español se sienta orgulloso? Sí, señor.
Al final, lo que necesitamos es un golpe de orgullo y darnos cuenta de que si el español es la segunda lengua hablada del mundo no es casualidad. Esto fue a base de guerras, de viajes y de personajes como Elcano. Eso hay que reconocerlo. Muchos españoles de la historia han hecho machadas que Hollywood se daría con un canto en los dientes para reflejar en una película.
P.C.: Usted ha estado con las tropas españolas desplegadas en países como Afganistán. ¿Qué hace un pintor de batallas para dibujar misiones de paz?
A.FD.: (risas) Pues echarle un poco de narices, armarse de valor, disfrutar del momento y estar con los soldados. Cuando estoy con los españoles, estoy cómodo y me siento muy seguro. Cuando he ido con otro país, entre que desconozco el idioma y desconozco su forma de actuar, voy algo más preocupado… pero lo que hago es apoyarlos.
P.C.: Para terminar, ¿qué batalla de la historia, la hayan librado españoles o no, le gustaría plasmar en un cuadro?
A.FD.: La carga de Alcántara es una de las que me gustaría pintar. Me encanta montar a caballo y la carga de Alcántara fue épica, a la desesperada… tiene todos los ingredientes bonitos para una película. Prácticamente murieron casi todos, pero es uno de esos momentos en que piensas: “qué pena no haber estado yo allí, monte arriba, monte abajo, codo con codo”. Esas son de las bonitas.
Pablo Casado Muriel & Chema Rubio
Analizamos con el historiador Luis Eugenio Togores la Guerra Civil española desde una perspectiva militar.
El periodismo de Chaves Nogales muestra la Guerra Civil con toda su crudeza.