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Ciencia

Los desafíos de la evolución (IV) . Dios como omega y el poder de la metafísica del futuro

Javier Pérez Castells | 19 de agosto de 2018

Ciencia

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EVOLUCIONISMO Y TEOLOGÍA (IV) La metafísica del futuro permitiría la esperanza religiosa y ayudaría al descubrimiento científico. La venida final de Dios es lo que da sentido a la evolución, al sufrimiento y a todo el proceso que vive el hombre.

¿Quién dará a la evolución su Dios? Esta frase, debida a Teilhard de Chardin, es plenamente vigente hoy. Teilhard no tuvo éxito en conseguir esa nueva visión de Dios, porque después de él hubo muchos avances nuevos en el campo de la genética y la biología molecular. Su desactualización científica no justifica, no obstante, el ataque denodado y terrible que sobre Chardin efectuaron Jay Gould y después Daniel Dennett.

Gould es el paleontólogo que pasa por ser el descubridor del equilibrio puntuado, es decir, el hecho de que la evolución avanza sin muchas novedades durante largos periodos de tiempo para después sufrir momentos de fuerte avance, como, por ejemplo, en la explosión cámbrica. Existe toda una obsesión por parte de Gould y Dennett por desacreditar a Chardin como una especie de beato obsesivo cuya ciencia está descalificada por estar contaminada por sus ideas religiosas.

Pero todos los científicos las tienen. Todos los científicos tienen una metafísica implícita en su forma de presentar sus resultados, sobre todo en lo referente a la evolución, que siempre se ha contaminado con una visión materialista del mundo. Desde luego, en el caso de los dos mencionados, su pensamiento científico está determinado por un materialismo metafísico que tienen muy asumido. Su ataque cruel seguramente tiene su origen en la idea de Chardin de que es necesaria una metafísica nueva. Y la suya dice que la explicación de la evolución es muy consistente con la existencia de una fuerza trascendente de activación, que explique la sorprendente y clara tendencia de la materia a evolucionar para dar vida, pensamiento y espíritu.

Dios, más omega que alfa

Chardin nos dice que a Dios tenemos que verlo más cómo omega que como alfa. Estamos muy acostumbrados a hablar del Dios creador, del Dios que empieza el proceso. Nos tenemos que ir, en palabras de Karl Rahner, a un Dios del absoluto futuro. La explicación del mundo y de la realidad en términos de una dimensión de lo que todavía no se corresponde con un Dios que se relaciona con el mundo fundamentalmente en la forma de una promesa.

Sin embargo, el pensamiento occidental siempre ha estado dominado por el ser. Por una metafísica de un universo estático de origen platónico, obsesionada por el presente, como si la realidad fuera el vestigio de una imagen primordial que era perfecta y que se ha ido posiblemente destruyendo. Respecto al materialismo, el modelo está basado en el pasado. Daniel Dennett dice que la evolución simplemente se explica de forma algorítmica y que podemos entender el surgimiento de toda la vida y de toda la realidad actual realizando una ingeniería reversa, es decir, estudiando, a partir de las realidades más simples, cómo se han ido acoplando para dar lugar a la realidad compleja.

Los desafíos de la evolución . Una nueva teoría que alumbre nuestra visión del Gran Misterio

Frente a visiones tan sombrías, veamos en este cuarto y último artículo dedicado a la evolución y su engarce en la teología lo que propone John F. Haught. Se trata de una metafísica del futuro, sesgada por su carácter religioso, sí, pero no olvidemos que es metafísica, no ciencia. Se basa en la sensación de mucha gente acerca del poder del futuro, el poder de la promesa. El poder del futuro es una metáfora, pero la metáfora también se utiliza en la ciencia para explicar cosas, o sea, que no por serlo deja de ser eficiente a la hora de explicar el porqué del mundo en evolución. Aunque el pasado y el presente tienen pinta de ser más realistas, de contener más ser que el futuro, tenemos que hacer el esfuerzo de mirar metafísicamente al futuro porque la metafísica del pasado, de los materialistas, y del presente, de los griegos, tienen un efecto tremendamente destructivo sobre el futuro, lo matan. En ese sentido, parecen metafísicas de la muerte. Es lógico que la ciencia se base en el pasado, porque es el pasado el que le sirve para explicar los hechos del presente y predecir, si acaso, los del futuro. La metafísica del futuro no solamente permitiría la esperanza religiosa, sino que también sería un entorno que ayudaría a la aventura del descubrimiento científico. En el caso que nos ocupa, la metafísica del futuro ayuda a darle más sentido a la ciencia darwiniana, más sentido que el esquema mecánico típico del materialismo.

La metafísica del futuro

La metafísica del futuro solo puede crecer en individuos con una larga trayectoria de una visión esperanzada, una visión de fe. Si lo logramos, muchas preguntas se convierten en problemas fáciles de entender. Por ejemplo, ¿por qué la naturaleza es ordenada, pero está abierta al caos? ¿Por qué el azar, que es tan importante en la evolución, no impide que emerja el orden? ¿Por qué las leyes de la selección natural son tan rigurosamente normativas, pero están abiertas a la creación indeterminada? ¿Por qué el mundo tiene el carácter temporal que permite que ocurra la evolución? Con la metafísica del eterno presente o del pasado determinista no podemos contestar bien estas preguntas. Pero si las colocamos en el horizonte del futuro, entonces la evolución, no solo empieza tener sentido, sino que empieza además a tener su Dios.

Los desafíos de la evolución (II) . La selección natural y el azar ante la gran obra de Dios

Con esta visión de Dios como el absoluto futuro, podemos entrever hacia dónde van los sistemas físicos complejos cuando se van desarrollando en el tiempo y por qué parece que van hacia algo. Y, desde luego, la reubicación de la trascendencia hacia el futuro es algo que da también una salida a los desgraciados, desposeídos e infelices de esta Tierra. Con esta metafísica diríamos que la explicación ocurre al final, debido a la venida de Dios, sin perjuicio de que influya en el mundo de una manera sutil e indetectable. Es la venida final de Dios la que le da sentido a la evolución, al sufrimiento y a todo el proceso que estamos viviendo. La metafísica del futuro será una explicación última para la contingencia, la aleatoriedad y la temporalidad que han sido identificadas como los ingredientes básicos de la evolución darwiniana.

La venida de Cristo a la Tierra da sentido a la vida

Así pues, ante la enorme cantidad de tiempo, el azar y el desperdicio de medios que han resultado en la vida actual, se puede pensar que todo es un sinsentido, o se puede ver una intencionalidad y un propósito. Ninguna de estas dos opciones pertenece al ámbito de la ciencia. Los materialistas interpretan todo desde un punto de vista muy trágico. También hay puntos de vista de personas religiosas que son un poco tristes, porque todo lo dejan para el Cielo, diciendo que esto no tiene sentido, pero que lo encontraremos en la otra vida.

Los cristianos encontramos el sentido a la vida en la venida de Cristo a la Tierra. En cómo Dios se vacía, cómo Dios sufre con su Creación y se hace finito. La creación es así porque Dios se autorrestringe y deja hacer, se autolimita amorosamente y permite a la Creación evolucionar. Si Dios ejerce su poder en darle la forma que quiere a su criatura, si coercitivamente corrige errores, evita catástrofes o acorta los tiempos, eso sí sería un problema teológico. Que el universo tenga sus reglas físicas impersonales es la forma en que Dios se aparta y no se hace asfixiantemente presente. La libertad de la evolución (plasmada en el libre albedrío humano) es la muestra de la alteridad decidida por Él. Y el sentido es el futuro, la promesa que arranca en el big bang. Es una historia inacabada. La de un universo que lleva la promesa de vida desde el inicio. Una promesa de crecimiento en belleza, entendida como la armonía de los contrastes, en la que el hombre debe hacer lo suyo. Nuestra labor en este mundo consiste en incrementar la belleza a través de la virtud. La virtud humana hace este mundo más bello, a la vez que la evolución también está encaminada a expandir la belleza.

Los desafíos de la evolución (III) . ¿El fin de la jerarquía? ¿El hombre es un ser vivo más?

Y la forma de hacerlo nos la enseñó Cristo. Está en el cultivo de una moral inclusiva hacia la comunidad humana, recuperando para el reino de Dios, como Él hizo, a todas las minorías y a todos los seres enfermos y diversos. Hacer una sociedad armónica entre los hombres y también con el resto de la naturaleza. Porque nuestra obligación de cuidar el mundo y de ser ecológicos no es solamente para permitir la vida de las generaciones futuras, sino para permitir que se desarrolle el programa de Dios, que también alcanza a la naturaleza. La naturaleza tiene un valor intrínseco, esencial, en la promesa.

Como hemos visto a lo largo de estos artículos, la visión de la Creación en evolución se basa en la idea de que no hay diseño perfecto y flexible, sino un drama que se está narrando y apunta a un final aún no producido. Los cristianos creemos que en la Escritura está la promesa de Dios, que la evolución tiene dirección, y que apunta a un final que le dará sentido al drama.

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