Alfredo Alonso García | 01 de septiembre de 2018
El pasado lunes 27 de agosto falleció en Madrid Alfonso Osorio García. Nacido en Santander en 1923, durante su juventud, en la década de 1940, conoció al sacerdote de la Parroquia de Santa Lucía Ángel Herrera Oria, incorporándose a los círculos de estudio y de análisis de la actualidad social que el propio Herrera impulsaba para jóvenes que demostraban poseer vida interior y un destacado espíritu, además de destacadas cualidades para la dirección.
Don Alfonso Osorio siempre reconoció la decisiva y benéfica influencia que Herrera Oria ejerció sobre él. Desde entonces, se incorporó a la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), valorando el importante papel que ésta debía abordar para beneficio de la sociedad. Vinculado al Centro de Madrid, participó como patrono de la Fundación Universitaria San Pablo CEU.
Durante la década de 1970, en el entorno de la ACdP, nace el grupo de opinión Tácito, que desarrolló una intensa actividad en los medios de comunicación social con el objetivo de ejercer influencia política a favor de una futura reforma del régimen. Alfonso Osorio participó también desde sus comienzos de la actividad de “los tácitos”.
Sin temor a equivocarse, se puede categorizar a Alfonso Osorio como un “hombre de Estado”. Supo responder en su condición de laico comprometido, con generosidad y altura de miras, al servicio que en cada ocasión se le ha requerido, especialmente en el difícil ámbito de la política, trabajando pro bono comunni y apartando a un lado cualquier tipo de interés particular. En él se personaliza el espíritu de entrega y de servicio, fruto de una virtuosa disponibilidad y de la preparación profesional, únicamente posible gracias a su singular personalidad caracterizada por una extensa cultura, una inteligencia cultivada y una sólida y ágil sutileza de pensamiento, que le permitió ser capaz de hábiles análisis de la realidad del momento presente.
Efectivamente, realizó una carrera académica sobresaliente: licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, ingresa por oposición, con el número uno de sus respectivas promociones, tanto en el Cuerpo Jurídico del Ejército del Aire –alcanzando el grado de coronel auditor– como en el Cuerpo de Abogados del Estado. Su preparación profesional y su formación humana le permitieron atesorar una dilatada trayectoria de entrega al servicio público: procurador en Cortes, por el tercio familiar (1965-1971); subsecretario de Comercio (1965); presidente de RENFE (1968); consejero del Reino (1969-1971).
Tras la muerte de Franco, es ministro de la Presidencia en el Gobierno de Arias Navarro (1975-1977). Desde esta cualificada posición, junto a Adolfo Suárez, supo reclutar a destacados profesionales –también propagandistas– con demostrada vocación en beneficio del bien común: Landelino Lavilla, Marcelino Oreja, Enrique de la Mata, Eduardo Carriles, Andrés Reguera…, en el que él asumió el papel de vicepresidente 2º (1976-1977), teniendo como principal objetivo implantar la democracia en España.
Tras la elecciones de 1977, fue senador por designación Real y el monarca emérito don Juan Carlos I encontró en Alfonso Osorio un leal colaborador: trabajando incansablemente a favor de la restauración de la Monarquía en España.
“En la Transición tuvieron parte decisiva los católicos” . Memorias del cardenal Sebastián
Resulta innegable destacar el papel fundamental que desarrolló como “cerebro” de La Transición: histórico momento de nuestra Historia reciente; supo moderar a todas las fuerzas políticas reconduciéndolos hacia un objetivo común, a saber: la concordia y la convivencia común del pueblo español, logrando alcanzar de cada posición política una ejemplar generosidad, sin revanchismos pasados ni ambiciones futuras, plasmada en la vigente Constitución de 1978. Posteriormente, siguió su actividad política, junto a Manuel Fraga, en los partidos políticos Coalición Democrática y Alianza Popular, llegando a ser su vicepresidente. Abandona la política siendo diputado por Cantabria en 1989.
Alfonso Osorio fue un hombre familiar, austero, prudente, de profunda convicciones religiosas cristianas, que supo desarrollar con discreción y habilidad diplomáticas aptitudes en beneficio del bien común. DEP.