Charo Zarzalejos | 13 de septiembre de 2018
“Se ha de volver a reemprender una estrategia y hacer un discurso coherente, sin pasos atrás”. Con estas palabras, la presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Elisenda Paluzie, emplazaba al Gobierno catalán a mantener, con todas sus consecuencias, las exigencias independentistas. Intuyen tanto desde ANC como desde Òmnium que Quim Torra no está dispuesto a correr los riesgos que antes han corrido otros. No quieren tampoco ni ANC ni Òmnium que la CUP se haga con la calle, que arríe la bandera de la máxima reivindicación. Consciente Torra de que el independentismo tiene que gestionar sus fisuras internas, se lanzó desde días antes de la Diada de Cataluña a poner en el frontispicio de esta celebración la situación de los presos por el procés como elemento de cohesión para el conjunto del mundo independentista.
La resposta del poble de Catalunya: fem la República Catalana. #Diada11S2018 pic.twitter.com/gx8kkUnJN3
— Quim Torra i Pla (@QuimTorraiPla) September 11, 2018
Fue desde la cárcel desde donde Oriol Junqueras lanzó un mensaje de realismo a los suyos propios recordando que no se puede construir ni la República ni alcanzar la independencia ignorando a los constitucionalistas. Desde ERC, la huida de Carles Puigdemont no acaba de ser digerida, pero no van más allá en su difícil digestión para “no dar alas a nuestros adversarios, que son muchos”.
Lo cierto es que la Diada de Cataluña en este año 2018 fue una Diada dividida en la que se notó menos fervor que en años anteriores. Sin embargo, este hecho incontestable no debe llevar a conclusiones equivocadas. Los independentistas, como los propios nacionalistas en general, siempre han sabido sacrificar sus posiciones más personales en aras del objetivo final. En Cataluña no va a ser distinto, aunque haya signos de una cierta contestación a Quim Torra, que se ve emplazado tanto por ERC, que mantiene posiciones más posibilistas, como por la CUP, ANC y Òmnium, que ya han mostrado su impaciencia por lo que ellos denominan “dar pasos adelante”. Realmente, la Diada de Cataluña no ha supuesto, en el fondo, cambio alguno en relación a la situación anterior a su celebración. Torra no va a desaprovechar el diálogo abierto por el Gobierno y, sobre todo, aquellas reuniones que tengan carácter de bilateralidad, pero tampoco va a cruzar la línea roja que lo colocaría en el ilícito penal. Hasta ahí no van a llegar. La estrategia ya anunciada está en calentar la calle e insistir de manera permanente en la situación de prisión de los exconsejeros y ello sin olvidar, claro está, las visitas a Puigdemont.
Diada 2018. Cinco miradas para el análisis de la situación política en Cataluña
Es en este contexto de protesta por el encarcelamiento preventivo de los exconsejeros en el que el ministro Josep Borrell, de manera inesperada y a título personal, indicó que él hubiera preferido que estuvieran en la calle con las medidas adecuadas para evitar su huida. Estas palabras fueron extraordinariamente bien recibidas por las autoridades catalanas, que quizás habían olvidado que unas declaraciones muy similares las hizo el propio Borrell antes de ser ministro. El Gobierno no va a apelar a la Abogacía del Estado para que reclame la excarcelación, que es lo que pide Quim Torra, pero, como dijo el presidente del Gobierno, no será el Ejecutivo el que se levante de la mesa de diálogo. Y esto es lo relevante de verdad. Ver que da de sí la estrategia del Gobierno que, si bien puede aplacar la dialéctica, nada hace pensar que el independentismo esté dispuesto a modificar sus objetivos. Cualquier solución que suene a autogobierno, cualquier inversión económica que se plantee, de poco o nada va a servir para solucionar la situación que se vive en Cataluña.
Los acontecimientos están por venir y un momento clave va a ser el juicio por el proceso. Torra quiere que el Parlament se pronuncie al respecto, pero ya ha adelantado que no aceptará ninguna sentencia que no sea absolutoria. Este hecho, el del juicio, va a ser una prueba de fuego para el independentismo y también para el propio Gobierno, que se contenta con que por parte de Torra sus actuaciones “solo sean soflamas”.
Es inaceptable que el ministro Borrell haga de juez, todos estamos sometidos a la Ley, que nos hace iguales.
— Dolors Montserrat (@DolorsMM) September 11, 2018
Flaco favor hace el Gobierno socialista a la democracia y a la defensa de la unidad de España. pic.twitter.com/Ig6Gj5NbmJ
En todo caso y yendo más al fondo de la cuestión, hay un evento que “une” a Torra y a Sánchez y es que ambos necesitan tiempo. Torra no quiere elecciones a muy corto plazo y Sánchez se ha propuesto continuar en Moncloa todo el tiempo posible. Para que esto ocurra, el apoyo de los grupos independentistas en el Congreso resulta imprescindible, de ahí que lo que va a acontecer en el corto plazo es más de lo mismo. El Gobierno ha aplicado el «dos no riñen si uno no quiere» y a eso se va a aplicar. Sin embargo, el Ejecutivo y, en concreto, Pedro Sánchez no puede dejar de lado a su propio partido. Se le ha dado poca relevancia, pero la reunión en Zaragoza de los presidentes Javier Lambán, Javier Fernández y Emiliano García-Page con los barones del PP Alberto Núñez Feijóo, José Ignacio Ceniceros y Juan Vicente Herrera, avisando al unísono que no van a consentir relación bilateral con Cataluña, ha sido todo un aviso que en Moncloa no debería echarse en saco roto. A Torra lo han interpelado en la Diada de Cataluña, pero no es seguro que a Sánchez lo interpelen también los suyos. De momento, lo esencial para todos es ganar tiempo y en ello se está.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.