Cristina Noriega | 03 de octubre de 2018
El paso de la niñez a la adolescencia es un momento temido por muchos padres. Es común que los jóvenes se muestren ambivalentes exigiendo, por un lado, privilegios propios de los adultos y, por otro, añorando el entorno estable de la infancia. Encontrar el punto medio entre dar excesiva libertad y negar al adolescente la posibilidad de tomar sus propias decisiones es una tarea difícil de gestionar. Algunas pautas que pueden ser de ayuda son las siguientes:
La adolescencia es un periodo que culmina con la construcción de la identidad, en el que debe descubrir quién es, cuáles son sus valores, creencias y deseos, como alguien diferenciado de los padres. En este proceso es común explorar roles diferentes, probar nuevas personalidades (ej: cambios de pelo, vestimenta, ideologías…). En este “descubrimiento” es importante que el adulto apoye, guíe, supervise, evitando controlar en exceso y dejando que cometa sus propios errores.
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En el paso de la niñez a la adolescencia es común que se encierren en sí mismos (ej: en la habitación) y se muestren distantes. Muchos padres viven con angustia y malestar este paso por el que el niño adorable y cariñoso ya no es el que era. Es importante entender que forma parte del proceso. Respetar su espacio ayudará a descubrir qué es lo que quiere y a sentir control sobre sus pensamientos y sentimientos. Por el contrario, invadir su espacio a través de interrogatorios, leyendo sus mensajes o rebuscando entre sus cajones no va a conseguir más que se sienta desconfiado, inseguro y se aleje.
El grupo de iguales se convierte en un refugio para la inseguridad que generan los cambios físicos y emocionales de esta etapa. Muchos adolescentes piensan que los adultos no les comprenden, mientras que se sienten menos amenazados buscando apoyo y consejos en los amigos. Es totalmente comprensible que muchos padres se sientan desplazados al ver que el grupo de amigos se ha convertido en el nuevo referente, y sientan preocupación por si estos pueden conducirlo a llevar a cabo actividades de riesgo. Por ello, es recomendable:
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Los adolescentes todavía no son adultos, por lo que es necesario establecer unos límites que contengan, ayuden a manejarse en el mundo real y a tolerar las frustraciones. Para ello, es necesario:
Los límites deben ser establecidos con diálogo, permitiendo su razonamiento. Asimismo, es esencial:
– Escuchar activamente sus preocupaciones y opiniones.
– Comprender y respetar qué le pasa o qué quiere decir con su comportamiento.
– Ayudarle a expresar sus sentimientos.
– Si el adolescente se muestra muy hermético, puede ayudar compartir tiempo juntos e interesarse por sus gustos y amigos.
Aunque estos años de paso de la niñez a la adolescencia pueden ser difíciles, también es muy gratificante acompañar al adolescente en su transición hacia un adulto responsable y autónomo. Los padres juegan un papel fundamental en este proceso, donde la comprensión, los límites y el diálogo son claves para suavizar el impacto de los desafíos propios de este período.