crubio | 25 de octubre de 2018
ENTREVISTA
Chema Rubio: ¿Puede existir una angustia en la sociedad sobre la pérdida de control humano en las máquinas?
Ángel Bonet: Sí, claro que lo hay y lo va a haber. Nos adentramos en un camino inexplorado. La inteligencia artificial se explora en base a nuevas tecnologías que aún no han llegado. Hoy, la capacidad de un procesador no alcanza al ser humano. En el año 2025, por la evolución y el coste de procesamiento, una máquina tendrá la misma capacidad. En 2043 ese procesador tendrá la misma capacidad de procesamiento que todos los cerebros del planeta. Las máquinas tendrán una capacidad de tomar decisiones más rápido que el ser humano.
Hay que tener la ética o la suerte de que esta tecnología caiga en manos de empresas o personas que velen por el bien y el progreso de la sociedad. Creo mucho en el ser humano. Las personas existen para mejorar su entorno. Para hacer el bien y no el mal. Aunque hay excepciones.
C.R.: Isaac Asimov formuló las «Leyes de la robótica». La primera ley decía que un robot no puede dañar a un ser humano o permitir que sufra daño alguno. ¿Podría revelar la tecnología demasiadas interioridades del ser humano? ¿surgirían problemas existenciales como especie?
A.B.: Japón es un país donde no hay barrera cultural entre el hombre y la máquina. Ellos establecen relaciones con las máquinas como si fuera con humanos. La robótica está muy extendida. Hay gente mayor con un robot doméstico que tienen ya una relación sentimental. Aquí surge otro debate de mayor calado como es el del «robot pareja». Algo que cambia la estructura mental de la persona que necesitamos para progresar como especie.
Hoy en día, cuando pones a un robot con niños, ellos tratan al robot como un amigo, actúan de forma natural. De aquí a 20 años tendrán un robot como compañero de trabajo. Los costes bajarán y nos gastaremos el dinero para tener un robot en casa como hoy lo hacemos para comprar un móvil. España va a estar en el top 3 de gente mayor sola y tendrán un robot haciéndoles compañía que llamará a sus familiares si hay problemas. Pero, también hay una línea que trata sobre el robot bélico…
C.R.: ¿Las nuevas máquinas serán un competidor o un colaborador?
A.B.: Las dos cosas. El 47,5% de los empleos en los próximos años van a ser robotizables. Nuestros hijos van a luchar laboralmente contra los robots. Eso va a ocurrir, sin duda. Mi libro no es técnico, es de ayuda para padres preocupados, padres que tengan que pensar en el futuro de sus hijos. El 50% de las carreras que hay ahora no van a valer en los próximos años. Hay chicos que van a estudiar profesiones para las que no hay mercados en 10 años.
La robotización y la inteligencia artificial van a complicar los empleos pero se van a crear nuevas profesiones que no se podrán cubrir por falta de talento. No hay un mercado docente que esté dotando de ese conocimiento a las nuevas generaciones.
C.R.: ¿Se puede romper el mito de que las máquinas quitaran trabajo a las personas?
A.B.: Se crearán nuevos trabajos, pero a corto plazo, no. Vaticino una década muy compleja. Igual que vivimos una huelga de VTC contra taxis, inimaginable hace años, de aquí a una década habrá huelga de humanos contra máquinas.
Alguien tiene que poner orden hasta que se estabilice el mercado. Hay muchos empleos que se van a crear. Pero mientras llega la tecnología y no se ha creado talento, habrá problemas. Empresarios e instituciones deben pensar en cómo redistribuir la renta para no dejar a nadie fuera del sistema. Hay que ser amplio de miras y generoso. Compañías e instituciones deben trabajar de la mano para compensar a quienes se queden fuera del sistema.
C.R.: La disrupción tecnológica ha abierto una puerta a la huella digital y al legado del ser humano. ¿Debemos pensar en qué será de nosotros en internet?
A.B.: La privacidad de la que disfrutábamos hasta antes de la disrupción tecnológica va a ser diferente. Entra en eclosión con elementos éticos. Hay gente en el campo científico como Raymond Kurzweil, mano derecha de los fundadores de Google, que está trabajando en clonar a gente que ha muerto, en concreto a su padre. Esto abre un debate espeluznante. Muchos de estos ingenieros se suelen inspirar en el cine y trabajan con guionistas de cine que diseñan lo que ellos se imaginan.
Imagínate tener la capacidad de ser clonado no solo físicamente, también intelectualmente. Un sistema que piense como nosotros y que después de nuestra muerte siga interactuando digitalmente con nuestro entorno como lo haríamos nosotros. Tecnológicamente esto ya es factible. ¿Hasta qué punto es ético que alguien sea clonado in eternum en algo que nadie controla y que se va autogestionando? Hay un agujero legal y un debate ético que va muy rápido.
C.R: ¿Qué postura deben tomar las políticas públicas respecto a inteligencia artificial?
A.B.: Entenderlo. En Europa no existe regulación de la inteligencia artificial. Hay un manifiesto que se llama Onlife Manifesto de cinco páginas. Nada más. Se deberían nombrar equipos de trabajo y de expertos. Grupos de trabajo y que analicen qué impacto va a tener en el mercado de trabajo y que se ocupen no en regular, porque el mercado es inteligente, pero sí en dotar a las empresas y a los trabajadores de formación, alternativas y financiación, y que fiscalmente compensemos esas pérdidas de puesto de trabajo con una base de trabajadores que no podemos dejar fuera del sistema.
Hay trillones de dólares de inversión. En los últimos 10 años las cuatro grandes compañías digitales de planeta han comprado más de 50 compañías de inteligencia artificial.
C.R.: ¿Cómo se puede adaptar la religión a la disrupción tecnológica?
A.B.: Yo soy católico. Creo mucho en la ética. Si no tenemos claros unos valores y una ética no tiene sentido nada de lo que estamos hablando aquí. Todo tiene un fundamento ético. La investigación y las nuevas tecnologías deben estar orientadas a hacer un mundo mejor sí o sí. No hay otro camino.
Creo firmemente en que el ser humano tenga esa fe y ese anclaje. Es un pilar fundamental, pero creo que son instituciones las que deben adaptarse a los nuevos medios. Es peligroso no sumarse a las nuevas tecnologías porque te desconecta, especialmente, de la gente joven. Eso es peligroso. Instituciones centenarias muy ancladas en protocolos muy clásicos, solemnes y poco flexibles tienen un reto que nunca antes ha vivido la humanidad ni por la intensidad, ni por la rapidez ni por su virulencia. Como no adapten su discurso perderán a mucha gente.
C.R.: A medida que la inteligencia artificial crece en sofisticación y aplicación ¿necesita a la religión, a la filosofía, a las humanidades para crear modelos de relaciones entre humanos?
A.B.: Cada vez más. Creo que no ha habido una época en la historia más necesitada que ahora. Vamos a ver un péndulo. Ahora vivimos la deshumanización de todo, radical. Pero va a nacer una nueva línea renacentista. Gente que va a tener tiempo y necesidad de volver a crear. Porque el ser humano es arte y eso es lo que nos diferencia de las máquinas. Si queremos subsistir como especie no podemos dejar esa parte filosófica, social y artística.
Carlos Gregorio Hernández & David Sarias
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