Sandra Várez | 22 de octubre de 2018
No me gusta Gran Hermano. Ni en su versión VIP ni en su versión popular. Reconozco que en sus orígenes fue un fenómeno de estudio en la facultad, pero pasado aquel experimento solo sé de su existencia cuando se convierte en tendencia en las redes sociales, o por los artículos que en la prensa nacional analizan la jugada del día anterior, como quien resume un partido de fútbol o una sesión del Pleno. Y esta semana, en el resumen de la faena, destacaba un asunto: la ecografía en directo de Verdeliss.
Telecinco hacía historia y así se encargaba de anunciarlo el presentador del programa. “Por primera vez se muestra una ecografía en directo en la historia de Gran Hermano”, como si faltara algún hito por conseguir en el show mediático. Y otorgaba al público, pegado a la pantalla, el “privilegio” de ser, junto al papá de la criatura, espectador de un momento que debería pertenecer a la intimidad de los progenitores, aderezado todo ello, por supuesto, con una música emotiva y una buena dosis de lágrimas. Y como momento culmen, el anuncio del sexo del bebé para el que el propio Jorge Javier ya tenía hasta nombre.
No es de extrañar semejante recurso en un programa donde, edición tras edición, todo vale para mantener la cuota: desde insultos y comportamientos machistas a expulsiones disciplinarias, ya sean reales o impostadas. Pero sacrificar el derecho a la protección de la infancia rebasa todos los límites. No tanto por el medio, sino por el fin, que es mantener a toda costa los datos de audiencia.
Cuando la maternidad se convierte en lo mejor de nuestras vidas
Vaya por delante que no soy quién para juzgar las decisiones de una madre que tiene, además, otros 6 hijos. Seguramente no les falte cariño, atención ni cuidado, pero su vida es, como la de la hermana que viene en camino, casi como un plató de televisión. A través de su canal de YouTube, con más de un millón y medio de seguidores, Verdeliss ha narrado las reacciones ante sus embarazos, sus partos naturales, el amamantamiento de sus gemelas, las celebraciones de cumpleaños de sus hijos o la reforma de la casa. Una vida retransmitida en directo que ha llevado a la familia a dedicarse por entero a las exigencias de su propio guión.
Al parecer este canal de YouTube es una herramienta de ayuda, una fuente inagotable de sabiduría, de consejos y experiencias para mamás presentes y futuras. Verdeliss exhibe su vida y la de sus hijos como un escaparate donde los niños no lloran, mamá no se enfada y la foto siempre tiene el fondo más amable. Todo, incluso parir, tiene su parte divertida.
Claro que ser mamá es divertido, claro que es una experiencia maravillosa, pero también está llena de miedos, de dolor y de renuncias. Y los niños lloran, los nervios se pierden, y el día a día está lleno de responsabilidades. Del mismo modo que un embarazo no es solo una bonita barriga que crece, ni una ecografía sirve solo para conocer el sexo del bebé.
No hace ningún favor al respetable esta nueva moda de las ‘mamá espectáculo’. Porque la vida real es otra cosa y no se mantiene a golpe de clic, y porque los niños tienen derecho a su privacidad y a no ser usados como herramienta para aumentar el target, los followers o los ingresos por publicidad. Con la ecografía en directo de Verdeliss, Gran Hermano ha hecho historia, sí. Pero la historia también está llena de episodios lamentables. Y en esto, querido Jorge Javier, os habéis superado.