Juan Pablo Colmenarejo | 02 de noviembre de 2018
La escena estaba tan medida como planificada. En el tiempo de la política como espectáculo de televisión importa incluso hasta el detalle de la ventana abierta para que quepan los dos personajes dentro del cuadro en La Moncloa. La víspera de la Fiesta Nacional se acordaba un camino largo, con el pretexto del borrador de los presupuestos generales del Estado, que nadie sabe si verán la luz alguna vez. El presidente del Gobierno pactó con Pablo Iglesias, suprimiendo al PSOE como sujeto de la acción. Si por algo hay que recordar la fecha es por la desaparición del Partido Socialista, cuyas siglas no ocupan lugar en lo escrito entre ambos. Gobierno de España y Podemos sellaron su apuesta para algo más que unas cuentas. Les interesa a ambos.
A Sánchez, porque le proporciona mucho más tiempo del previsto en el poder, pero a Iglesias le permite seguir creando a su alrededor un bloque anti PP-Ciudadanos del que se ha hecho ariete y paladín. Lejos queda enero de 2016 cuando, en un ejercicio de soberbia y prepotencia, Iglesias se atrevió con todo, poniendo condiciones a Sánchez, mientras el hoy presidente despachaba con el Rey durante su turno de la ronda de consultas para designar candidato a la presidencia.
La dinámica antisistema de España que puede acabar con la Constitución
Tras el episodio de su vivienda del que salió por la puerta de atrás, y más que trastabillado, el líder de Podemos ha recuperado el pulso y se ha movido con más sigilo táctico que entonces, hasta colarse por la ventana que da acceso al poder metiéndose en el centro del cuadro. Va a componer mucho más que una coalición de Gobierno. Su objetivo es extender lo que se ha intentado en Cataluña a toda España, cambiando el marco constitucional y enmendando la Transición de cabo a rabo. El pacto con Podemos aparca una lucha con el PSOE por el mismo espacio, en la que tiene todas las de ganar. De nuevo se cruzan los objetivos pero en distintos plazos.
A Pedro Sánchez le interesa el poder ahora mismo. A Pablo Iglesias, más adelante. Las reuniones con Oriol Junqueras e Iñigo Urkullu, junto con la conversación telefónica durante 45 minutos con Carles Puigdemont, constituyeron el despliegue de la fuerza recién adquirida tras la firma en la ventana de Moncloa. Iglesias se puso a la tarea que él mismo ha encomendado: “Cuidar a este Gobierno”. Si cae, será fruto de una “una reacción”. El manual del profesor leninista no es novedad, pero sí la tranquilidad muy medida con la que ahora expresa el plan sin que haya sobresalto.
El populismo de la extrema izquierda se ha camuflado entre el PSOE y los independentistas. Se mueve entre ambos con determinación a sabiendas de los objetivos. La cena de agosto en casa del magnate Jaume Roures fue el comienzo del gran proceso. Iglesias fue a ver a Junqueras a la cárcel para decirle que todo lo dicho entonces sigue en pie. La sentencia del Tribunal Supremo es un obstáculo en el camino, pero como es largo habrá soluciones. La negociación es la justificación del indulto. El giro completo en el criterio sobre el delito de rebelión es el gesto que acompaña a las gestiones de Iglesias en su recaudación de votos para Sánchez.
Hemos hablado de la situación política en Catalunya y en España, del escenario político creado tras la moción de censura, de las nuevas correlaciones de fuerzas parlamentarias y de la situación de los presos políticos catalanes y los exiliados.
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) October 21, 2018
A cambio se estudiará a fondo lo del indulto, porque el Gobierno siempre pensó que fue un exceso la acusación de los fiscales y la sentencia de los jueces. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha explicado con acierto que el “sanchismo” ha roto con el constitucionalismo pactando con Podemos y con los independentistas. Sánchez tendrá su poder a costa del fin del PSOE. Podemos y los independentistas cercarán a la Constitución de 1978. Si se pacta con Iglesias, es tan alta como duradera. Los ataques al Rey no son casuales sino iniciales. El jefe del Estado paró el golpe y lo hará cuantas veces sean necesarias. Sin duda, la monarquía parlamentaria entra en zozobra, porque ha crecido un movimiento en el que confluyen los intereses del Podemos de Pablo Iglesias y del independentismo.
No es la primera vez en la historia que el comunismo utiliza el inexistente derecho de autodeterminación para su objetivo de derribo de la democracia liberal. No hace falta repasar el manual. Basta con echar un vistazo a Venezuela y en lo que se ha convertido, es un polvorín. No le faltan los ingredientes de una dictadura mientras una parte, no toda, de la izquierda, especialmente la española, mira para otro lado, como en las décadas del Muro de Berlín y los paraísos del otro lado. Las siguientes elecciones generales serán un examen para la democracia del 78 y los partidos que han gobernado hasta el momento. El pacto de Sánchez, que no del PSOE, con Podemos, no solo es hasta el final de esta legislatura. Si continúan en el poder, tendrá sentido la apuesta de Pablo Iglesias por el camino largo. El aire de la sierra de Madrid permite respirar hondo, a paso lento.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.