Jorge Martínez Lucena | 19 de enero de 2019
Los resultados de las elecciones americanas parecen susurrar un mismo mantra a través de todos los medios de comunicación. Mujeres de diferentes minorías étnicas, sexuales y religiosas se van a convertir en congresistas y senadoras, como nunca había sucedido antes. Vivimos en tiempos del MeToo y asistimos al alborear de un nuevo modelo de mujer.
Michel Foucault hablaba, a finales del siglo XX, de ‘tecnologías del yo’. Las definía como el conjunto de dispositivos puestos a nuestra disposición en una determinada sociedad para que actuemos sobre nuestros propios cuerpos o almas, a fin de transformarlos (o normalizarlos) de acuerdo con las convicciones de una determinada época, cultura o moda.
Si alguien prefiere la concreción de los ejemplos que la teoría, pensemos en nuestras semanales visitas al gimnasio, en los estiramientos, el yoga, la relajación, la meditación trascendental, las sesiones de Tinder, selfis, tábata, coaching o de acupuntura. Todo para conseguir una tableta de abdominales, un aire más zen y desenfadado, liberado de cualquier crispación y dolor, o una sonrisa de aparente felicidad.
“Mujeres de luz” . Modelos femeninos llenos de sombras pero que han pasado a la historia
El protestantismo substituyó los confesionarios y los rosarios, las tecnologías del yo predilectas de la pastoral eclesial, e introdujo el hábito del examen de conciencia por escrito a través del diario. La era de la imprenta trajo la literatura femenina de las hermanas Brönte o aquella demencial Filosofía de tocador del Marqués de Sade, en la que se llevaba a término una educación exhaustiva en el libertinaje en la persona de Eugenia, una joven en un principio casta e inocente.
Hoy en día, la novela ha sido sustituida por la serialidad televisiva, que masajea el cerebro de un modo mucho más sutil e inconsciente que las lecturas para señoritas, fuesen estas alta literatura o manuales franquistas para el recto comportamiento de una dama.
Hoy se puede hablar de la mentalidad femenina en las teleseries en un doble sentido: porque existe un nicho de ficciones protagonizadas por mujeres que han sido especialmente pensadas para mujeres, para que los imaginarios femeninos sean transformados de acuerdo con el último grito en feminismo, o mejor, en filosofía de género.El trono lleva nombre de mujer. #TheCrown, mejor serie y mejor actriz dramática. #GoldenGlobes. pic.twitter.com/S0gQGuqAoG
— Netflix España (@NetflixES) January 9, 2017
Son muchas las teleseries que trabajan en esta línea. Desde comedias de NETFLIX, como Orange is the New Black (2013-) o Glow (2017-), hasta producciones de Shonda Rhymes, donde se trabaja en guiones capaces de traslucir a la nueva mujer, como en las longevas Anatomía de Grey (2005-), Scandal (2012-2018), o Cómo defender a un asesino (2014-).
Aunque, quizás, es HBO la cadena que más ha apostado por la creación de esta nueva mentalidad femenina en las teleseries. Uno de los primeros ejemplos de nuestra reciente tradición televisiva se ilustra en Sexo en Nueva York (1998-2004), con sus cuatro estereotipos de mujer, a la que años después siguió el retrato de una nueva generación, mucho menos glamurosa: la de Girls (2012-2017).
Es algo que sigue vigente. Si nos asomamos al portal de HBO, la evidencia supera la longitud de este artículo. Encontramos, además del remake de Embrujadas (2018-), series como Big Little Lies (2017-), protagonizada por las taquilleras Nicole Kidman y Reese Witherspoon, en la que se retrata a la mujer actual como maltratada y endémicamente infeliz en el patriarcado. También tenemos las escalofriantes, aunque en muy distintos registros y sentidos, El cuento de la criada (2017-) y Heridas Abiertas (2018-), donde las mujeres son cosificadas en muy diversos sentidos.
Un último ejemplo rampante de esta nueva mentalidad femenina en las teleseries la encontramos en Killing Eve (2017-), también de HBO. En este thriller de espías, el título lo dice todo: se mata a la mujer tal y como era, para hacerla nacer de otro modo. La negociación mental con las espectadoras se realiza a través de las tres generaciones de mujer que aparecen retratadas: la sesentona emancipada hasta el individualismo prometeico según el modelo de los años de la guerra fría; la cuarentona desnortada en busca de la propia identidad en un mundo líquido y convulso; y la bella veinteañera psicopatona, completamente entregada a la dinámica del narcisismo de consumo del ubicuo aparato económico neoliberal. Un desastre.
Se podría hablar largo y tendido sobre esta nueva mentalidad femenina en las teleseries, pero aquí ya no va a ser.