Víctor Arufe | 22 de noviembre de 2018
Padres obsesionados por ganar, entrenadores que creen jugar en el Bernabéu… el deporte infantil puede convertirse en fuente de estrés y decepción para los niños si la educación y la diversión pasan a un segundo plano.
Cuando era pequeño, desconocía el oscuro entramado que esconde el deporte en edad escolar. Un trasfondo creado por padres obsesionados por ganar y por entrenadores sin deontología profesional que configuran niños carentes de pensamiento crítico, hologramas de deportistas olímpicos, sin saber que muchos abandonarán el deporte en la adolescencia.
Yo mismo he sido víctima del deporte escolar en los años 90. Inscrito en una escuela de fútbol sala alevín, observaba cada fin de semana cómo el entrenador solamente convocaba a jugar a los mejores, a quienes metían goles. Mientras, un pequeño servidor se quedaba sentado en el banquillo sin participar, junto a sus intactas botas de fútbol sala y la mochila que, cuidadosamente y con gran ilusión, había preparado la noche anterior. Y todo ello, pese a mi buen comportamiento y mi asistencia a diario a los entrenamientos. La obsesión por ganar sigue y seguirá presente mientras no se cambie el enfoque metodológico de la enseñanza del deporte en edad escolar. Un deporte que debe valorar más el potencial educativo frente al competitivo. Un deporte que debe tener como columna vertebral los valores y la ética frente al juego sucio y la trampa.
Entrenar para educar y educar para entrenar. Esta es una de las máximas de los educadores deportivos, debemos educar a los niños a través del deporte. Enseñarles todo el potencial que tiene esta herramienta, avalada por la comunidad científica como uno de los fármacos más potentes para la mejora del capital humano.
Pero también debemos educar para entrenar, educar para practicar deporte al menos 3 días a la semana. Y aquí, las familias y los entrenadores deben asumir el rol de comerciales. Comerciales que dentro de su maletín esconden tres catálogos de servicios deportivos, uno para promocionar y vender a los niños el deporte ocio/recreación, ideal para esos pequeños clientes que solo buscan pasar un rato agradable con sus amigos, para desconectar del estrés de las clases del colegio o instituto… Otro para clientes que buscan mejorar su salud y su condición física, ese perfil de niños y adolescentes que quieren sentirse fuertes, rápidos, resistentes… Y un último catálogo donde se muestran medallas olímpicas, pódiums, cronómetros, marcadores y laureles. Ideal para niños a quienes les gusta competir, superarse cada día y sumar victorias asumiendo el riesgo de padecer derrotas o caer gravemente lesionado.
Efectivamente, no a todos los niños que deciden motu proprio apuntarse a un deporte les gusta competir, por eso respetar los fines de su práctica deportiva debe ser primordial. Hay muchos trabajos que recogen el alto nivel de estrés que padecen muchos niños antes de la competición: diarreas, molestias estomacales, ansiedad, insomnio, etc. Y esto, sumado a la presión de padres obsesionados por ganar, provoca que el niño que buscaba en el deporte una válvula de escape se encierre en el epicentro de la mayor fuente de estrés.
Y os contaré que el sábado y domingo son quizá, paradójicamente en muchos casos, los peores días para los más pequeños de la casa. Llegar a la comida familiar de fin de semana y escuchar, a tíos, abuelos y padres obsesionados por ganar, preguntas como «¿ganasteis?, ¿ganaste?» ¿Creéis que se sentirá bien cuando conteste: no? Toda la responsabilidad en una sola pregunta. Qué tal si cambiamos la forma de preguntar: ¿qué tal el partido?, ¿lo has pasado bien? ¿Has aplicado en la competición lo aprendido en el entrenamiento? La responsabilidad y la proyección de expectativas son mucho menores y su éxito no depende de la actuación del rival.
Padres y madres, si os gusta el deporte, practicadlo vosotros, pero no obsesionéis a vuestro hijo por ganar. El pódium solo tiene un cajón de vencedor y son decenas, cientos o miles los niños que compiten. Vuestro hijo será un campeón si consigue sobrevivir a la etapa de deporte escolar y continuar practicando deporte en la juventud y adultez.