Fernando Jiménez | 30 de noviembre de 2018
El reciente caso de Asia Bibi ha conseguido que el terrible problema de la persecución contra los cristianos se cuele, aunque sea de soslayo, en casi todos los medios de comunicación españoles. Desgraciadamente, el asunto no suele recabar la atención merecida, ni siquiera en medios católicos, salvo en el caso de noticias relacionadas con grandes atentados, como los padecidos recientemente por los coptos en Egipto o las acciones del ISIS o de Boko Haram. Además, en no pocas ocasiones, el problema no aparece bien contextualizado, documentado ni explicado. Esto es, precisamente, contextualizar y explicar, lo que hace el periodista Fernando de Haro en el libro No me lamento. La persecución de los cristianos en la India. Y lo hace no solo refiriendo hechos, nombres y circunstancias, sino tratando de entrar de lleno en las mentalidades, los sentimientos y las emociones.
No me lamento aborda la complejidad de las causas de la violencia contra los cristianos en la India y advierte del papel de factores como el nacionalismo o la propia estructura social discriminatoria que impera en un país en el que existen «intocables». El autor hace alusión a algunos de los graves episodios de violencia que los cristianos indios han padecido recientemente. Pero, cuando se leen las páginas de No me lamento, da la impresión de que el objetivo que persigue Fernando de Haro no es solo dar al lector los elementos necesarios para llegar a un conocimiento aséptico de las «noticias» sobre persecución religiosa en un país determinado. El director de La Tarde en COPE quiere meternos dentro del problema; entrar en la mirada, dolorida y llena de dignidad, de esas mujeres menudas y trabajadas que un día vieron morir a sus maridos o hijos a manos de sus vecinos, solo por el hecho de ser cristianos. No quiere que seamos testigos impasibles ante un drama ajeno, sino que lo sintamos en nuestras carnes.
Un cristiano de cada seis padece persecución . El terror y el odio se valen de las redes sociales
Quizás sea esta la auténtica misión del periodista, más que presentar un espejismo de neutralidad que, en el fondo, enajena la realidad. Fernando de Haro cumple esta misión con una serenidad aprendida de los testigos y víctimas que entrevista, sin caer en actitudes plañideras ni en discursos apocalípticos y sin pretender conocer y comprender todo acerca del problema. Sin hacer juicios fáciles, pero con una actitud comprometida.
No me lamento es, desde luego, un libro documentado. El rigor en el proceso de investigación queda reflejado en los datos, muchas veces conseguidos después de conversaciones inacabables y aparentemente estériles, y en el relato de las peripecias del autor, siempre acompañado por Ignacio Giménez-Rico, el fotógrafo y realizador con el que comparte todo el periplo. Porque este libro es también la crónica de la elaboración de un documental y la imagen es importante. De hecho, buena parte del libro es pura imagen: descripciones vivas que transmiten el colorido de la cultura de la India.
La escritura de Fernando de Haro se muestra en esta obra ágil, llena de colorismo y vitalidad en las descripciones. A veces da la impresión de estar viendo, oyendo, oliendo e, incluso, saboreando lo que Fernando e Ignacio se van encontrando por el camino. Es interesante cómo el autor pasa de la descripción externa de los personajes a la interna, a las mociones interiores, los sentimientos y emociones. Quizás en algún momento puntual cueste seguir la secuencia temporal del relato, o la misma avalancha de sensaciones que el autor describe puede llegar abrumar al lector. Pero incluso eso contribuye a transmitir el caos que a veces se percibe en ciertos lugares y ambientes de la democracia más grande del mundo.