Álvaro Abellán-García | 17 de noviembre de 2018
Con la muerte de Stan Lee se marcha el padre de muchos de los grandes superhéroes de la factoría Marvel. Una mitología posmoderna que contiene interesantes conceptos filosóficos y morales.
“Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Este consejo del tío Ben al joven Peter Parker, quien ya había recibido los poderes de Spiderman (uno de los grandes superhéroes creados por Stan Lee) -aunque todavía estaba lejos de saber qué hacer con ellos- es, posiblemente, la frase más conocida, citada y reutilizada por los fans de todas las que se han pronunciado alguna vez en ese multiverso que es Marvel.
Son demasiados años, generaciones, guionistas, personajes y versiones como para afirmar, con rotundidad, que hay una sola filosofía moral coherente y consistente en todas sus historias. Sin embargo, podemos encontrar algunas constantes tan habituales que, cuando faltan, nos sentimos legitimados para pensar “esto no es cien por cien Marvel”. Al menos, así ha sido hasta ahora y, posiblemente, la mente que estaba detrás de todo, la de Stan Lee, tiene que ver con ello. ¿Cuáles son esas constantes?
Desde Marvel y The Walt Disney Company rendimos homenaje a la vida y obra de Stan Lee y queremos mostrar nuestra eterna gratitud por sus inigualables logros. Cada vez que abras un cómic de Marvel, Stan estará allí. Únete a nosotros para recordar a Stan "The Man" Lee. pic.twitter.com/jLXB0qUSTi
— Marvel España (@MarvelSpain) November 13, 2018
En el universo inventado por Stan Lee hay buenos y malos, héroes y villanos. A veces los personajes cambian de bando, o tienen un pie en cada lado, pero eso puede ocurrir precisamente porque hay una frontera bastante nítida entre el bien y el mal. “Si lo matas habrán ganado, te habrás convertido en uno de ellos”. Esta advertencia es recurrente, especialmente entre los discípulos de Charles Xavier, cuando alguno de ellos, consumido por la rabia y el dolor, está dispuesto a aniquilar al enemigo. Un filósofo moral lo diría de otra forma: “El fin no justifica los medios”. Pero es quizá la idea socrática de que “es peor cometer injusticia que padecerla” la que está detrás de este argumento. El daño que recibimos no daña nuestra alma; el que causamos nosotros la mancilla.
¿Violencia en los cómics? Claro, como en la vida, pero los héroes solo utilizan la violencia como mal menor, en defensa del inocente, y esa violencia tiene además un límite: el respeto por la vida personal, incluso por la vida del villano. Y digo “personal” y no “humana” porque la dignidad de la persona, en el multiverso Marvel, aplica no solo al homo sapiens, sino a todos los sujetos conscientes y libres, capaces de gobernarse a sí mismos, es decir, de ser responsables, sean humanos, ángeles, demonios, divinidades, extraterrestres, mutantes o androides.
Salvar Nueva York, o el mundo, o el universo. Los héroes posmodernos creados por Stan Lee coinciden con el héroe clásico en su misión civilizadora. Cuando tratan de enfrentarse a situaciones cotidianas, familiares, las propias de simples mortales… son interrumpidos y obligados a dejarlo todo en aras del bien común. No hay espacio para la felicidad personal cuando pesa tanto la responsabilidad de tener superpoderes.
Stan Lee abordó con frecuencia los grandes temas de la vida pública que marcaron la segunda mitad del siglo XX: totalitarismos, expansionismo, la alianza entre el Ejército y la ciencia, las consecuencias indeseables e imprevistas de la experimentación científica, las amenazas de potencias extranjeras, la lacra de las drogas, la corrupción política… Sus queridos mutantes –esos “otros” marginados, odiados por temidos o desconocidos- han sido la metáfora perfecta para referirse, indirectamente, a diversos colectivos discriminados: negros, inmigrantes, homosexuales, mujeres…
Es difícil matar al protagonista que te hace vender tantos cómics. Sin embargo, el sacrificio del héroe, capaz de sufrir hasta el extremo, de entregar su propia vida, de renunciar al amor de su vida, ha proporcionado las páginas más sublimes de la factoría Marvel. Quizá sea esta una de las razones por las que salen rentables Fénix, Lobezno y su amor imposible: dos personajes capaces de morir… y de resurgir de sus cenizas.
El hombre del siglo XX perdió la fe en las grandes religiones y vio fracasar el proyecto ilustrado. Pero siguió necesitando de fe y esperanza. Stan Lee creó una mitología en la que el hombre posmoderno podía paliar esa carencia. Nuevos dioses y héroes paganos que nos introducen en mundos e historias en las que nos reconocemos, aunque parezcan estar por encima de nuestras posibilidades.