Javier Varela | 25 de enero de 2019
Los que pensaban que se habían librado de Fernando Alonso con su adiós a la Fórmula Uno están listos. El asturiano puso fin a casi dos décadas centrado en el mayor campeonato de automovilismo de circuitos, con cierta frustración, tras unos años deambulando por el Mundial sin mayores objetivos que no abandonar la carrera o arañar algún punto. Migajas para un piloto enorme. Muy poco para un piloto campeón.
El epílogo de su carrera en el «Gran Circo» fue en McLaren, la escudería que, con mucho, le ha dado los mayores sinsabores de su fructífera carrera deportiva. Dijo adiós –aunque dejando la puerta abierta a un regreso– con el respeto de sus rivales y compañeros en el paddock, con pocos títulos, muchos elogios y con la sensación de que los «alonsistas» y los «antialonsistas» seguirán allá donde esté el español a los mandos de un coche.
It's goodbye (for now) from Fernando Alonso ?#GraciasFernando pic.twitter.com/7V7Fm9kW0J
— Formula 1 (@F1) November 25, 2018
Porque Alonso ha tenido –y tendrá- tantos partidarios como detractores y nunca dejó indiferente a nadie. Más allá de filias y fobias, nadie le podrá quitar a Fernando Alonso haber logrado que España se enganchara a la Fórmula Uno cuando era un deporte de unos pocos. El español logró que disfrutáramos, sufriéramos y aprendiéramos desde el sofá de casa lo que era la Fórmula Uno. Pero un piloto campeón necesita ganar y, en la actual Fórmula Uno, eso solo parece estar al alcance de Lewis Hamilton y su Mercedes, y Alonso prefirió abrir miras y buscar otros objetivos.
Ahora, con 37 años, se centrará en lograr la Triple Corona, el galardón honorífico que consigue aquel piloto capaz de imponerse en el Gran Premio de Mónaco, en las 24 Horas de Le Mans y en las 500 Millas de Indianápolis, y que hasta la fecha solo posee Graham Hill desde hace medio siglo. Alonso ya tiene las dos primeras muescas en su revólver y en 2019 buscará completarlas tras estar cerca el pasado año. Una decisión que muchos no entienden, pero que le permitirá levantar el puño más veces que hincar la rodilla.
The sky's the limit ✊️ pic.twitter.com/aHJSSOEHvE
— Fernando Alonso (@alo_oficial) December 18, 2018
Aunque ya saben que cuando Fernando Alonso toma una decisión no siempre va acompañada de éxitos. El español debutó en el «Gran Circo» a los mandos de un Minardi y sus buenas actuaciones le abrieron las puertas de Renault, donde tocó el cielo –en dos ocasiones y de forma consecutiva-. Con dos títulos en el bolsillo, decidió marcharse a McLaren, el equipo de su infancia, pero allí se topó con Lewis Hamilton y las órdenes de equipo, que le hicieron sufrir más que disfrutar en el coche de su vida. Su llegada a Ferrari se vio como el cénit de su carrera. El Cavalino Rampante con el que tanto había luchado cuando ese volante lo llevaba Michael Schumacher.
Pero de nuevo la suerte, las circunstancias y las decisiones no estuvieron de su lado. Es más, fue más un suplicio que una satisfacción vestir de rojo. Con las orejas gachas y como el hijo pródigo que pide a su familia el perdón tras una traición, Alonso regresó a McLaren con motores Honda y llegó el suplicio y el martirio que le hizo descubrir que la competición no acaba en la Fórmula Uno, y que el sabor del champán se puede gozar en otro tipo de coches. Siempre que cambió de aires, las cosas fueron para atrás. Para muchos, ha sido el mejor, pero nunca supo elegir lo mejor.
En este 2019, afronta una nueva vida lejos de la Fórmula Uno y lo seguiremos teniendo hasta en la sopa. Su primer reto serán las 24 horas de Daytona, donde busca un triunfo de prestigio –tras su aprendizaje en la edición del pasado año- al volante de un Cadillac del equipo Konica Minolta de Wayne Taylor Racing.
Tras la prueba en el circuito de Florida, Alonso volverá a ponerse el mono de Toyota, junto a Sebastien Buemi y Kazuki Nakajima, para certificar el triunfo en el Mundial de Resistencia, del que son líderes en la primera supertemporada de su historia, que comenzó en 2018 y acabará en 2019. Le quedan tres carreras: las 1.000 millas de Sebring (del 13 al 15 de marzo), las 6 horas de Spa (de 2 al 4 de mayo) y las 24 horas de Le Mans (15 y 16 de junio) -donde se convirtió en el segundo español en ganar la prueba el pasado año-, en las que se puede coronar como campeón del mundo.
Antes de la cita en el Circuito de La Sarthe, el español afrontará otra de sus cuentas pendientes: las 500 Millas de Indianápolis, en el mítico óvalo estadounidense. En 2017 abandonó, pero este 26 de mayo, con McLaren y con un motor Chevrolet, buscará uno de sus sueños, como muchas veces ha confesado. Y, entre medias de todas estas pruebas, se dejará ver a los mandos de un McLaren-Renault de Fórmula Uno, porque es una especie de piloto probador de la marca encargado de poner a punto el MCL34 en los test de pretemporada en el Circuito de Barcelona, en febrero, y en los Grandes Premios a los que acuda. Casi dos décadas después, no será protagonista en los circuitos de la Fórmula Uno, pero seguirá estando muy presente en nuestras televisiones. Tenemos Fernando Alonso para rato.