Manuel Llamas | 13 de febrero de 2019
“España tiene la mejor sanidad del mundo y, encima, es gratuita”. Esta afirmación es repetida, una y otra vez, por políticos y tertulianos de todos los colores sin que nadie ose cuestionarlos. Y, sin embargo, las supuestas ventajas de la sanidad pública española, tan extensamente cacareadas por unos y otros a modo de orgullo nacional, tienen más de mito que de realidad, especialmente si se comparan con la sanidad privada. No, ni el sistema público de salud es el mejor del planeta, ni, mucho menos, sale gratis. Más bien todo lo contrario.
Restaurar la tarjeta sanitaria universal y el fin de los copagos es pura demagogia socialista
Para empezar, España ocupa el puesto 19º del mundo en cuanto a calidad sanitaria, según el último ranking elaborado por la prestigiosa revista médica The Lancet, en base a la atención prestada a 32 causas de muerte curables. Se trata de una posición muy honrosa, sin duda, pero alejada de la que ocupan otros países ricos como Islandia, Noruega y Holanda, que encabezan la clasificación. España supera a Francia y Grecia, pero también queda por detrás de Andorra, Italia o Irlanda, por citar tan solo algunos ejemplos.
Además, una cosa es calibrar el tratamiento de una enfermedad y otra muy distinta analizar el funcionamiento global del sistema, y, para ello, no hay nada mejor que recabar la opinión de los propios pacientes. En este caso, España cae al puesto 18º de un total de 35 países europeos, según la última encuesta de Euro Health Consumer Index, que mide la satisfacción de los consumidores con diferentes variables del sistema, tales como la información, las listas de espera, los resultados médicos, la cobertura de servicios o los productos farmacéuticos. Y aquí, entre otros datos, destaca el hecho de que la sanidad pública española saca peor nota que Portugal, República Checa o Eslovenia, mientras que Holanda -de nuevo-, Suiza y Dinamarca lideran el ranking.
Igualmente, la sanidad pública española tampoco sale gratis, ni mucho menos, y, de hecho, es más cara que la sanidad privada. En concreto, si bien el gasto sanitario total -público y privado- supera el 9% del PIB, en línea con la media de los países ricos de la OCDE, el gasto sanitario público per cápita rondó los 1.500 euros en 2017 y, si bien es cierto que el precio de los seguros privados varía de forma sustancial en función de la edad y las coberturas, el coste medio de mutualistas y asegurados es un 30-40% inferior, gracias a la mayor eficiencia de las empresas. Valga como muestra un estudio elaborado por Ribera Salud, tomando como referencia cifras oficiales de la Generalitat Valenciana, donde se detalla que el coste sanitario por paciente en la pública es de 1.333 euros, mientras que en las concesionarias privadas se reduce a 824 euros, siendo su calidad y el grado de satisfacción de sus pacientes superior al de los centros autonómicos.
Sin embargo, más allá de estas y otras estadísticas, la prueba inequívoca de la confianza que genera la sanidad privada en España es su constante crecimiento en los últimos años, a pesar del impacto de la crisis. En la actualidad, más de 10 millones de ciudadanos cuentan con algún tipo de seguro privado, siendo este un sector en el que ya trabajan 260.000 profesionales y cuenta con más de 450 hospitales y 2.000 centros ambulatorios.
De hecho, el peso de la sanidad privada sobre el gasto sanitario total ronda el 29%, por encima de la media de la OCDE (27%) y de países como Francia (21%) o Alemania (16%), lo cual también refleja un creciente desapego social hacia el sistema público. La principal razón de este particular rechazo radica en las interminables listas de espera, tanto para operarse como para acudir a un especialista o realizar una prueba diagnóstica. La calidad aquí brilla por su ausencia y, si el tiempo siempre es oro, mucho más en lo que se refiere a la salud.
Y es en este ámbito donde la sanidad privada gana por goleada, ya que el tiempo medio de espera es 5 veces menor que en el sistema estatal para realizar una prueba diagnóstica o una intervención quirúrgica, lo cual es valorado muy positivamente por los pacientes.
Asimismo, la citación para especialistas es inferior a dos semanas y la atención en urgencias se sitúa por debajo de los 30 minutos. Y eso sin contar que la satisfacción con el resto de sus servicios también supera, en términos generales, a la pública, con una nota global de 7,6 y 6,1 puntos, respectivamente, tal y como muestra el último Barómetro de la Sanidad Privada. En definitiva, hay mucho interés político por exagerar las ventajas de un modelo, el público, que es más caro e ineficiente que el privado.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.