Raúl Mayoral | 18 de febrero de 2019
Con la Guerra Fría en su apogeo, se publicaron dos libros que abrirían una senda propicia en la batalla de las ideas: La mente cautiva, de Czeslaw Milosz, y El opio de los intelectuales, de Raymond Aron. Ambos fueron una potente denuncia contra el totalitarismo marxista que, paradójicamente aliado de las democracias liberales, salió triunfante en el combate frente al totalitarismo nazi-fascista.
El camino fue seguido por Jean François Revel en sus obras Ni Marx ni Jesús, ensayo sobre el antiamericanismo, el fracaso del comunismo y el futuro de la revolución liberal que se estaba fraguando en Estados Unidos, y La tentación totalitaria, acerado alegato contra el comunismo y la URSS. El pensamiento vertido en estas obras identificaba a los enemigos de la libertad y desenmascaraba a tantos intelectuales europeos que suspiraban por la ideología y los dogmas de lo que Aron llamó la “Vulgata marxista”. El libro El futuro es hoy, de José María Aznar, es, en parte, legatario de aquella literatura de alerta ante los ataques a la democracia y a la libertad, y describe un escenario erizado con nuevas ofensivas que reeditan la Guerra Fría.
El autor repasa lo acontecido en el mundo en los últimos treinta años, comenzando con el derribo del Muro de Berlín, fin de la historia según Francis Fukuyama, certificado por dos acontecimientos más: la coalición internacional ante la guerra de Kuwait y la desintegración de la URSS. Este cambio de época que afecta al orden internacional tiene dos puntos de inflexión: el ataque yihadista a EE.UU., que desmantela la confiada seguridad de Occidente dentro de su propio suelo, y la crisis económico-financiera, que reduce la economía global a castillo de naipes.
El cambio de época coincide con un alarmante ocaso del orden liberal internacional surgido tras la II Guerra Mundial, bajo la jefatura de EE.UU. Causas del ocaso son la labor de acoso y derribo emprendida contra el orden liberal por China, Rusia, Irán, Corea del Norte y los nacionalismos revolucionarios de Hispanoamérica, en particular, el venezolano; el repliegue de EE.UU. en su misión de gendarme global, unido a la falta de convicciones y consiguiente división de la Unión Europea, que acarrea una erosión del vínculo transatlántico; la degradación de las instituciones y valores democráticos, dando lugar, como ocurriera en el período de entreguerras, a democracias vulnerables, expuestas a todo tipo de fraudes y convertidas en meras democracias de apariencia externa pero interiormente adulteradas por un Poder Ejecutivo autoritario, en detrimento de la sociedad civil (democracias iliberales); la vulnerabilidad interna que cada país experimenta en su política doméstica; y, por último, un cibermundo como nuevo escenario tecnológico por el que campan terroristas, crimen organizado y regímenes autoritarios.
La pendiente es empinada e, incluso, resbaladiza, pero el autor alberga la firme convicción de que disponemos de recursos suficientes para derrotar nuevamente a los enemigos de la libertad. Son las recetas que siempre han funcionado: el Estado de derecho, la ley, la economía libre, la iniciativa individual, la cooperación internacional…
El aznarismo que integró a toda la derecha vuelve para ganar las elecciones
Aznar sostiene que las civilizaciones avanzan dándose reglas y respetándolas. También siendo leales a principios y valores éticos. No cree en el relativismo moral y sí en la claridad moral como nueva virtud a practicar. Si durante la Guerra Fría fue la perseverancia la virtud política con la que se resistió a la expansión comunista, hoy para volver a vencer resulta precisa la claridad moral. Además de valores, debe tenerse valor para defenderlos.
El que fuera presidente del Gobierno de España dedica un apartado a nuestro país, en el que hay también enemigos de la libertad, la democracia y la ley: el populismo y los nacionalismos separatistas vasco y catalán. Aquel gestó el Pacto de Estella, primer acto de exclusión de los dos partidos constitucionalistas. El catalán ha vuelto a su esencia insurreccional y golpista, amenazando la convivencia ciudadana con sus ramalazos totalitarios.
Sin embargo, Aznar reconoce en El futuro es hoy que la democracia española ha sido carcomida por errores propios de los partidos que firmaron el pacto de 1978. El más grave está siendo la deriva del PSOE, cuya inquietante trayectoria en los últimos años revela su desleal propósito de romper el consenso constitucional, repitiendo errores del pasado como el regreso de las dos Españas.
“Los periodistas estábamos allí para contarlo”. Una Transición contada, y bien contada
Muestras del disparate socialista son el Pacto del Tinell, y su obsesión por aislar al PP, los Gobiernos tripartitos en Cataluña de Pascual Maragall y José Montilla, en los que confluyen un nacionalismo furtivo y un PSOE desnortado, el impulso por José Luis Rodríguez Zapatero al Estatuto catalán saturado de odio hacia lo español y de letra y espíritu inconstitucionales y, finalmente, una moción de censura frentepopulista y revanchista para aupar a Pedro Sánchez al Gobierno de la nación.
Ciertamente, quien conoce su pasado, sabe afrontar su presente para ganar el futuro. Con su libro El futuro es hoy, Aznar está en esa senda.