Cristina Barreiro | 09 de febrero de 2019
Parece que la polémica ficción televisiva 14 de abril. La República no ha alcanzado los datos de audiencia que se esperaban. En “nevera” durante las dos legislaturas del PP de Mariano Rajoy, esta segunda temporada de la serie producida por TVE nos traslada a los acontecimientos que se vivieron en España desde el fallido golpe del general Sanjurjo, en agosto de 1932, hasta el inicio de la Guerra Civil, a través de una tormentosa historia de amor entre los protagonistas (interpretados por los actores Verónica Sánchez y Félix Gómez).
Ayer se emitió el útlimo capítulo de '14 de abril. La república'. Si se te escapó, o quieres volver a verlo, lo tienes aquí https://t.co/tCh1GmYn9Q #FelizDomingo pic.twitter.com/bHMRDIz7ss
— TVE (@tve_tve) January 27, 2019
Podíamos esperar que se tratase de un nuevo producto estereotipado, en el que los “buenos” volviesen a estar representados por los elementos campesinos y trabajadores, y los “malos” por las clases pudientes aristocráticas y acomodadas, aderezadas por la complacencia clerical ávida de justificar el delito en nombre de la Iglesia. Sin embargo, en esta ocasión y pese a las confesadas reticencias iniciales, la serie nos ha sorprendido en su capacidad ambiental para describir, con criterio histórico ajustado, las complejas circunstancias que llevaron a España al estallido de la Guerra Civil.
Licencias televisivas aparte, 14 de abril. La República nos aproxima a las tensiones provocadas por la cuestión religiosa, el problema del paro en el campo y la fracasada reforma agraria, la laicidad de la reforma educativa, las corrupciones en el seno del republicanismo (el pocas veces tratado “asunto del estraperlo” con la implicación, entre otros, del alcalde madrileño Rafael Salazar Alonso y miembros del Partido Radical entonces en el Gobierno), las alianzas políticas para gestar coaliciones electorales que favoreciesen la mayoría en las urnas, la movilización juvenil en Falange y las JAP, los radicalismos políticos, el revanchismo o la manipulación electoral tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, que tan acertadamente han trabajado los profesores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García en Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, en plano documental y que ya empieza a llegar al gran público.
Peso especial adquiere la división que nos muestra la serie entre el estamento militar. Unas tensiones en el Ejército meritoriamente recreadas en Fernando Alcázar (Víctor Clavijo), héroe de Jaca, liberal republicano, juzgado y condenado por no acatar las órdenes de su superior militar en la represión de Asturias de octubre de 1934, en clara referencia a Juan Yagüe y Eduardo López Ochoa; y Hugo de Viana (Raúl Peña), veterano héroe mutilado de Marruecos que evoluciona desde posiciones cercanas a la derecha radical monárquica hacia un falangismo de escuadrón y correaje que lidera la movilización civil del alzamiento en Madrid en julio de 1936, pero que, tras el fracaso de Joaquín Fanjul en el Cuartel de la Montaña, asume la derrota y se entrega a los radicalizados anarquistas que lo liquidan sin justicia, movidos por el rencor de la represión miliciana armada por el Gobierno de José Giral.
14 de Abril de 1931: ¿Por qué llegó la Segunda República? ¿Por qué fracasó al poco tiempo?
También sorprende y se aplaude el análisis que esta ficción televisiva presenta de las “posiciones legalistas” representadas a través del personaje de Fernando de la Torre, el señorito, joven diputado de Acción Popular, dispuesto al diálogo, la moderación, la palabra y la defensa de la honradez política, aun cuando estas actitudes lo lleven a un distanciamiento de su padre, el corrupto don Agustín (Héctor Colomé), abogado próximo a los postulados de Renovación Española. Ambos son miembros de una elegante familia propietaria de extensas fincas de cultivo en las afueras de la capital, que lee el órgano carlista El Siglo Futuro.
Por su parte, Alfonso (Helio González), el coqueto, engominado y aparentemente valeroso novio falangista de la señorita Beatriz (Úrsula Corberó), cae en la imagen maniquea de los primeros seguidores de José Antonio Primo de Rivera, movidos por su impulso juvenil en su amor a la patria.
Muy sugerente resulta la proyección que la serie transmite del Partido Comunista, el adoctrinamiento de sus miembros y la implacable vigilancia moscovita. Las purgas, delaciones y asesinatos que se cometieron en nombre del partido se presentan como una evidencia histórica que no cae en el simplismo identitario comunismo/obrerismo habitual. Más bien al contrario. Pues en 14 de abril. La República, los trabajadores del campo y la ciudad se identifican con el anarquismo ateneísta que promete la Revolución para alcanzar la igualdad y la libertad. Divisiones internas en el seno de un Frente Popular que, indefectiblemente, los llevará a la derrota y de las que apenas encontramos alguna aproximación cinematográfica, como la película de Ken Loach Tierra y Libertad, que ayude –con reticencias- a facilitar su comprensión a un público generalista.
14 de abril. La República puede ser juzgada por la calidad interpretativa de sus actores, los medios técnicos y/o presupuestarios con los que contase, la trama y la moralidad o no de sus planteamientos argumentales, pero es de poner en valor la intención manifiesta de presentar en la pequeña pantalla un abanico de opciones políticas y dejar atrás el simplismo derecha/izquierda, en aras de la complejidad de unos acontecimientos históricos que llevaron a España a una Guerra Civil.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.