Pedro González | 13 de febrero de 2019
Las sanciones reactivadas por la Administración norteamericana contra Irán han hecho que se esfume la práctica totalidad de los proyectos de inversión europeos, al tiempo que languidece el comercio entre la Unión Europea (UE) y el país de los ayatolás. Francia, Alemania y el Reino Unido han ideado un modesto mecanismo financiero que permitirá sortear las duras sanciones implantadas por el presidente Donald Trump contra las empresas que contravengan el veto. Es, en todo caso, una cuestión de orgullo europeo, pero nadie imagina que tal mecanismo financiero, que se asentará en París, pueda canalizar un flujo comercial medianamente significativo.
Trump incendia Irán con su retirada del acuerdo nuclear y asesta un estacazo a Europa
El castigo decretado por Estados Unidos contra Irán, bajo el pretexto de que Teherán no respetaba los acuerdos firmados para renunciar a su programa nuclear, está teniendo efectos devastadores sobre el país. Apenas puede dar salida a su petróleo, principal fuente de ingresos, carece de repuestos para renovar los obsoletos aviones de sus líneas aéreas y se aleja a pasos agigantados de los avances tecnológicos de patente americana. Su divisa ha perdido, de hecho, el 80% de su valor y la escasez alcanza a la práctica totalidad de los sectores económicos vitales del país.
Tal es el sombrío panorama que presenta Irán al cumplirse este mes de febrero cuarenta años de la revolución que derrocara la monarquía del Sha Mohamed Reza Pahlevi y entronizara una república islámica con vocación de extender sus postulados a todo el mundo.
Todos los intentos de acabar con el régimen que inaugurara el ayatolá Ruholá Jomeini han fracasado. El primero de ellos fue el que se intentó mediante la guerra, de diez años de duración, que enfrentó a Irán con un Iraq entonces bajo la dictadura de un Sadam Husein teledirigido desde Washington y Londres. Un millón de iraníes perecieron en aquella carnicería, que dejó al país económicamente exhausto.
El régimen cerró entonces más aún la tenaza sobre los disidentes, comenzó sus primeros proyectos para dotarse de capacidad nuclear militar y apoyó sin disimulo atentados terroristas a lo largo y ancho del planeta. Acentuó su antagonismo con Arabia Saudí, propiciando todo movimiento político subversivo tendente a desestabilizar a las monarquías del Golfo.
Mientras tanto, los servicios de inteligencia occidentales intentaron articular las protestas de una juventud acogotada por las prohibiciones y con escasas posibilidades de desarrollar sus proyectos de vida fuera del país. Las protestas más violentas se produjeron en 2009, con el argumento de un presunto fraude en la reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad. Millones de jóvenes se proclamaron seguidores de Mir Husein Musavi y Medhi Karrubi, a los que el régimen prefirió no ejecutar, pero que aún hoy languidecen en un prolongado y estricto arresto domiciliario.
El acuerdo internacional sobre el programa nuclear iraní de 2015, firmado en Viena tras doce años de arduas negociaciones, hizo concebir esperanzas de que la congelación de relaciones con la Unión Europea tocaba a su fin, de manera que numerosas empresas se apresuraron a firmar con Teherán numerosos proyectos de inversión y desarrollo. Todo se vino abajo en cuanto Donald Trump rompió el acuerdo, amenazando a cualquier empresa europea con vetarla en Estados Unidos y perseguirla internacionalmente si trabajaba con Irán. Los intentos de la UE por salvar el pacto nuclear solo han puesto de manifiesto la debilidad europea frente a su antiguo aliado y amigo americano.
Acercamiento entre Arabia Saudí e Israel . Los enemigos de mis enemigos son mis amigos
Detrás de todo ello, obviamente, se encuentran los temores tanto de Israel como de Arabia Saudí de que Irán llegue a dotarse de armas nucleares capaces de llegar a sus respectivos territorios. Israel no ha ocultado nunca su determinación a que eso no suceda nunca, con o sin respaldo americano.
El aislamiento y los nuevos sacrificios que se imponen en Irán, a causa de las sanciones, alcanzan ahora a una explosiva masa de jóvenes, de mentalidad, cuando menos, muy distinta a la de los primeros revolucionarios. Cincuenta millones de estos jóvenes se conectan diariamente a las redes sociales a través de Instagram y Telegram. Con ello han roto uno de los principales pilares del régimen, el monopolio de la información. Sin embargo, hoy, cuarenta años después de la implantación del régimen islámico, no hay signos evidentes de que pueda ser derrocado, a menos que se desencadene otro apocalipsis, siquiera sea parcial, en el explosivo Oriente Medio.