Jorge Aznal | 21 de febrero de 2019
Examen de conciencia es un documental de tres episodios, de unos 50 minutos cada uno, sobre los abusos sexuales a menores en instituciones de la Iglesia católica de España. Antes de analizar el documental -la docuserie, para ser más precisos-, vaya por delante lo más importante de todo: la solidaridad y el respeto a cada una de las víctimas que han sufrido esos u otros abusos -con independencia del ámbito en el que lamentablemente se hayan producido-, y la rotunda condena de todo acto de pederastia y de los posibles encubrimientos que hayan servido para proteger a los abusadores de sus execrables delitos.
Duele ver Examen de conciencia. Duele mucho en el sentido de rabia. De indignación. Claro que ese dolor no es nada en comparación con el que llevan arrastrando las víctimas y los familiares desde hace muchísimo tiempo. La mayoría de los abusos sexuales a menores en los que se centra Examen de conciencia ocurrieron en los años 80 y 90. Y eso, lamentablemente, significa que muchos de esos delitos han prescrito.
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Examen de conciencia está dirigido por Albert Solé, ganador del Goya a la Mejor Película Documental en 2009 por Bucarest, la memoria perdida e hijo del político Jordi Solé Tura, fallecido a finales de ese mismo año. En algunos momentos de Examen de conciencia, uno tiene la sensación de estar viendo una entrega de Salvados, el programa de La Sexta conducido por Jordi Évole.
De hecho, el documental de Netflix y el programa de La Sexta comparten virtudes y defectos. Entre las primeras, el atrevimiento -en el primer episodio de Examen de conciencia hay una impactante entrevista con Joaquín Benítez, pederasta confeso del colegio Maristas de Sants-Les Corts en Barcelona- y el interés que logran despertar en el espectador; entre los segundos, el componente ideológico que subyace. De entrada, desde el mismo planteamiento. Y de salida, con una vergonzante extrapolación de unas estadísticas sobre abusos sexuales a menores en la Iglesia católica que no son precisamente cercanos a España.
Examen de conciencia traslada, sin fundamento alguno, el 7% de casos de pederastia en la Iglesia católica de Australia y de Boston (no en todo Estados Unidos) a España. Si, de cada 100 casos de pederastia en España, 80 se producen en el entorno familiar, 17 en el ámbito de la enseñanza y 3 en la Iglesia, tal y como asegura el cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, ¿quién se cree que el 7% de los sacerdotes españoles sean pederastas, como lanza al aire el documental?
Si el número de casos de pederastia hubiese sido 1, ya sería uno más de los que tendrían haber existido. Por desgracia, aunque no existe un registro, el número de sacerdotes que han abusado de menores supera en mucho el cero que sería deseable, pero no puede alcanzar los 1.200 (aproximadamente, el 7% del número de sacerdotes en España) como presupone el documental que, como todos, también debería hacer su propio examen de conciencia.
¿Realmente el documental no va contra la Iglesia, como asegura su director? Entonces, ¿por qué se limita a tratar los casos de abusos sexuales relacionados de una forma u otra con la Iglesia y no aborda los casos de pederastia en otros ámbitos donde, lamentablemente, también se producen? Si se habla de su punto negro, ¿por qué no mostrar también todo lo bueno que tiene y hace la Iglesia? Sin ir más lejos, cómo asiste y da de comer a miles de personas cada día en España. Ese documental imagino que no interesa. Entre otras cosas, porque no habría polémica de por medio.
Examen de conciencia es justo lo contrario de lo que su director afirma que no es: un ataque a la Iglesia. Otro más. Si no, el documental no reduciría al universo eclesiástico los despreciables abusos sexuales a menores. No usaría unos datos de Australia y de Boston para hacer una simulación sobre España tan absurda como interesada. No tendría un cartel promocional tan tendencioso como el que tiene. No haría la ridícula recreación de un sacerdote abriendo la puerta de su despacho a dos niños en la cabecera del documental. Y, sobre todo, no utilizaría en la misma cabecera planos gratuitos de una iglesia y de un Cristo. Como católico, eso también duele.