Jorge Martínez Lucena | 26 de febrero de 2019
Paco Arango se ha reinventado varias veces. Empezó siendo cantante. Después, se dedicó a la televisión y creó, entre otras series, la recordada ¡Ala…Dina! (2000-2001), con Paz Padilla. De ahí pasó al cine, convirtiéndose en el responsable de éxitos de taquilla como Maktub (2011) y Lo que de verdad importa (2017). Además, también puso en el mundo la Fundación Aladina, la niña de sus ojos, que se ocupa del cuidado y acompañamiento de niños enfermos de cáncer y de sus familias.
Llega a Barcelona junto al padre Ángel, rector de la parroquia de San Antón de Madrid. Vienen ambos para la inauguración de la escultura del Cristo Homeless, del canadiense Timothy Schmalz, en la parroquia de Santa Anna, donde desde hace ya dos años está el Hospital de Campaña: un lugar de acogida para las personas sin hogar. El cineasta español, que exhibe una sonrisa solar, vaqueros y una gorra americana de béisbol, ha regalado esta estatua, valorada en unos 30.000 euros, para que sea instalada en la puerta de esta preciosa iglesia gótica, en el mismo centro de la ciudad condal.
Junto al banco de madera en el que yace este mendigo de bronce de 250 kg., tapado con una manta de la que solo sobresalen unos pies agujereados por los clavos de la cruz, charlamos con Paco Arango acerca de su vida, de sus nuevos proyectos y sobre los porqués de tan curiosa donación.
Jorge Martínez Lucena: ¿Por qué dejó de ser cantante tras 5 discos, en pleno éxito de su carrera?
Paco Arango: Me iba a casar y se me fue al garete todo. Me fui a correr al parque y me crucé con un niño que paseaba con su madre. Cuando yo pasé, le dijo: “Mira, mamá, ese es un famoso”. Ni siquiera dijo un cantante. Y pensé: “Esto no va bien”. Entonces, lo dejé y me puse a hacer televisión.
Jorge Martínez Lucena: ¿Fue una transición fácil?
Paco Arango: Tuve suerte, porque lo primero que hice fue ¡Ala…dina!, que se convirtió en un gran éxito. Hice un par de cosas más en televisión, pero tenía una inquietud: siempre he estado obsesionado con el hecho de haber tenido yo tanta suerte y otros tan poca. Se lo comenté a un cura y él me recomendó que comenzase un voluntariado. Así que, en 2001, un miércoles, comencé a donar mi suerte a niños con cáncer, en el Hospital Niño Jesús de Madrid.
J.M.L.: ¿Compaginaba, entonces, su trabajo en televisión con su voluntariado con los niños?
P.A.: Sí, aunque a los 5 años de ir al hospital todos los días decidí dejar la televisión para dedicarme plenamente a esos niños. En 2008, creé la Fundación Aladina, para que lo que hacemos con los chicos me sobreviva, para que se siga haciendo cuando yo no esté.
J.M.L.: ¿En qué medida sus películas están ligadas a su experiencia en este voluntariado?
Paco Arango: Las dos primeras muchísimo, porque tratan historias muy relacionadas con el cáncer. La tercera que he hecho, que pronto saldrá y que se titula Los Rodríguez y el más allá, es una locura que no tiene casi nada que ver con el cáncer.
J.M.L.: ¿Nos puede hacer una breve sinopsis?
P.A.: Trata de los Rodríguez, que un buen día se encuentran, en el sótano de su casa, que el abuelo difunto, nada más y nada menos que Plácido Domingo, ha dejado una puerta que da a otro planeta, de donde él provenía. El nieto abre la puerta y ahí empieza el problema. Allí encuentra a Santiago Segura de malo. También cuento en el reparto con Rossy de Palma, Edu Soto, Geraldine Chaplin, etc.
J.M.L.: Difícil relacionarla con los niños enfermos…
P.A.: Es una comedia. Pero la última canción es mía y dice “para que los niños enfermos nunca pierdan la sonrisa”, y salen niños con cáncer y niños curados. Además, voy a dar un euro de cada entrada para organizaciones que ayuden a niños enfermos con cáncer. En España, a la Fundación Aladina. En el resto del mundo, a otras organizaciones que hagan lo mismo que nosotros.
J.M.L.: ¿Qué es lo que cambió en su vida con el voluntariado en el Niño Jesús?
P.A.: Más que cambiarme, me centró en quién soy. Me encontré a mí mismo y vi cuál era mi vocación: me dio mucha rabia que el cáncer infantil le quitase la sonrisa a un niño y me vi con herramientas para luchar contra él. Eso me ha dado mi sitio en la vida, mi propósito, y los niños me han regalado esta sonrisa que tengo.
J.M.L.: Pero, ¿qué es lo que más cuesta de su trabajo acompañando a niños enfermos?
P.A.: Lo peor de todo son las pérdidas. Una de las cosas que hago es ayudar a niños a morir, acompañar en el peor momento a los padres y a los familiares también. Eso es lo más duro, es lo que me rompe el corazón en muchos pedazos cada vez. Pero el siguiente niño me lo recompone de nuevo: el ‘Míster’ me da un chute de su Coca-Cola y aquí sigo, a por el siguiente. Aunque, gracias a Dios, el cáncer infantil tiene un alto índice de curación.
J.M.L.: ¿Cómo conoció el Hospital de Campaña de la Parroquia de Santa Anna, en Barcelona?
P.A.: A través del padre Peio Sánchez. A él le gustó mucho mi película Maktub, la primera, y me llevó al Vaticano a hacer un pase privado allí. Después de eso, fui galardonado con el Premio de la Semana de Cine Espiritual y me volví a encontrar con él, que me mostró lo que hacían aquí, y me pareció fantástico.
J.M.L.: ¿Qué es lo que más le gusta de este proyecto del Hospital de Campaña en Barcelona?
P.A.: Si no estuviese con niños con cáncer, me dedicaría a los pobres en la calle. Me emociona cómo aquí se acoge a esta gente y se les hace sentirse personas. Me encanta que les den cariño, comida, bebida, una consigna, un lugar de reposo durante el día, e incluso, esta semana, atención médica. Es de lo más importante que hay en la vida. Estoy muy orgulloso de que se haga una cosa así.
J.M.L.: ¿Cómo se le ocurrió hacer esta donación de la escultura del Cristo Homeless?
P.A.: Simplemente escuchando a Peio hablar de ella, vi la oportunidad de ayudarlo. Me habló de que en muchas parroquias de diferentes ciudades, entre ellas en la limosnería vaticana, se había puesto esta escultura, que identifica a Dios con los más desfavorecidos. Ponerla también aquí es hermanarse con esos otros lugares, y es una manera de clavar bandera, de mostrar que la Iglesia no está alejada de los hombres y de sus necesidades.
J.M.L.: Uno de los grandes benefactores y amigos del Hospital de Campaña es el padre Ángel, que hoy también está aquí inaugurando la escultura. ¿Se conocían ya?
P.A.: Sí. Lo conocí en el hospital, en Madrid. Él estaba acompañando a un niño africano en el Niño Jesús, donde yo trabajo. Yo vi a un sacerdote y me puse a su disposición, como fardando de mi obra. Cuando se iba, me dijeron quién era él y lo que hacía en la parroquia de San Antón y con Mensajeros de la Paz. Tuve que pedir perdón y me dio un abrazo.
J.M.L.: ¿Tienen también la escultura de este Cristo Homeless en la parroquia del padre Ángel?
P.A.: Todavía no, pero hoy le he dicho al padre Ángel que también se la regalo. Así que probablemente también la tendrá en breve. Me parece preciosa. Espero que el escultor canadiense nos haga rebaja en esta segunda.
J.M.L.: Para terminar, ¿qué opina de este momento crítico de la Iglesia católica en el mundo?
P.A.: Muchos dicen que creen en Dios y no en la Iglesia. Yo creo que la Iglesia que tenemos es la que creó el ‘Míster’. Luego la hemos destrozado un poco los humanos. Pero Él vence. La cantidad de personas y obras como estas de Santa Anna que se encuentran en la Iglesia son una prueba evidente. Yo creo que hay que abrir el corazón y que nos tenemos que dedicar más a los abrazos que a las críticas. En la Iglesia hay mucho que arreglar –y hay que arreglarlo-, pero, por encima de todo, también hay mucho bien.
Carlos Gregorio Hernández & David Sarias
Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa demuestran cómo la presión y el fraude fueron un factor fundamental para que el Frente Popular obtuviera el poder tras las elecciones republicanas de 1936.