Javier Varela | 18 de marzo de 2019
En pleno siglo XXI vivimos una nueva realidad en el periodismo en general y en el deportivo en particular. Antes -que nadie crea que me refiero al pleistoceno sino a hace un par de décadas a lo sumo-, para leer la opinión de los protagonistas, una entrevista o conocer las aficiones de los futbolistas había que comprar periódicos, revistas, ver la televisión o escuchar la radio. Ahora no. Con seguir sus redes sociales, como es el caso de la autoentrevista de Ramos, basta.
Para muchos, es el fin del periodismo deportivo, que deambula, como uno de los protagonistas de The Walking Dead, como alma en pena. Porque el periodismo deportivo es un muerto viviente que respira de la alerta de un tuitero que avisa de que hay que mirar la cuenta de Twitter del futbolista de turno porque se le ha ocurrido autoentrevistarse, dar su opinión sobre un tema de actualidad o analizar el último partido. Todo lo contrario de lo que debería ser periodismo. Más que nada porque el periodismo debe ser objetivo y esos tuits son de todo, menos objetivos.
Juntos tenemos que trabajar por el futuro y recuperar la ilusión blanca.
— Sergio Ramos (@SergioRamos) March 11, 2019
Compromiso madridista. #HalaMadrid
El capitán del Real Madrid, salpicado de lleno de toda la debacle blanca en una semana para olvidar, fue el último en llevar a cabo un ejercicio más cercano a la autocomplacencia que al periodismo. El futbolista, o el encargado de turno que le lleva las redes sociales al dictado, llevó a cabo lo que se denominó como autoentrevista de Ramos para que se conozca a los siete vientos su verdad –que no la verdad- de lo que sucedió tras la eliminación de la Liga de Campeones a manos del Ajax. Claro, que para haber sido una verdadera entrevista habría que haber encontrado más preguntas de las que se olvidó Sergio Ramos y la posibilidad de poder repreguntar sobre el contenido de algunas de las respuestas. Lo que viene siendo el género periodístico conocido como entrevista.
Lo que hizo Sergio Ramos fue un comunicado a base de tuits disfrazado de periodismo. Eso sí, logró el objetivo porque todos los medios digitales, casi de inmediato, y los impresos, al día siguiente, se encargaron de hacer de altavoz del capitán. Objetivo cumplido. Esta nueva forma de periodismo que se ha instalado en el mundo del fútbol permite que un futbolista dé respuestas a algunas de las preguntas que los aficionados requerían, eliminando del proceso comunicativo al intermediario: los medios de comunicación. Los tuits del futbolista sin posibilidad de réplica ni repregunta se leen con tanta atención como terror. Es el nuevo periodismo.
Ahora el periodista se conforma con un comunicado, un tuit, un personaje en un plasma y una comparecencia sin preguntas. Lo dicho, el fin del periodismo. Porque el deportista prescinde del periodista cuando quiere de la misma forma que coge el teléfono y manda un whatsapp, un mensaje o hace una llamada para filtrar una información interesada. Y el periodista, como un corderito, para ganarse la palmada en la espalda o alardear de ser el periodista «amigo de» se hace eco de lo que le ha dicho el protagonista sin más. Eso, en castellano, se conoce como ser la marioneta del deportista. Es verdad que toda la vida han existido las filtraciones y esa manida frase del entorno del futbolista, pero por encima de eso el periodista debe informar de lo que sabe, confirmando la información por diferentes fuentes y no quedándose con una, interesada y sin contrastar. Es el paraíso para los deportistas, empresarios y políticos, en general, y para los futbolistas en particular.
Pero la autoentrevista de Ramos no ha sido el primero ni será el último en ejercer este periodismo low cost a su antojo, con la permisividad del gremio y el beneplácito de sus seguidores. Gerard Piqué, su némesis en el Barcelona, decidió montar en España una filial de The Players Tribune, un famoso medio en Estados Unidos que utilizan los deportistas para anunciar lo que les interesa. El mismísimo Kobe Bryant ya la usó para anunciar su retirada y lo hizo a través de un poema. Y todos los medios se hicieron eco como si hubiera puesto un tuit o hubiera dado una rueda de prensa al uso. «Un medio de comunicación que sea diferente, veraz, auténtico y de los jugadores», defendió Piqué cuando lo lanzó en España en 2017. Todo lo contrario de lo que es el periodismo.
Otro futbolista que utilizó otra plataforma para desvelar su futuro fue Antoine Griezmann. El francés, a través de una productora del propio Gerard Piqué, llevó a cabo un documental para contar si seguía en el Atlético o se marchaba al Barcelona sin el filtro de los medios, que ofrecieron versiones de todo tipo sobre el futuro del jugador. Y claro, esos mismos medios de comunicación a los que dejaron al lado de la información siguieron al minuto el documental para, segundos después, dar a toda pastilla la decisión del francés. Periodismo, dicen.
También es verdad que estas nuevas formas de comunicación, que no son periodismo, permiten a los deportistas la oportunidad de informar sin dar margen a la manipulación o tergiversación por parte de un sector de la prensa que se ha empeñado en desprestigiar la profesión. Pero eso no es periodismo.