Julián Vara | 16 de abril de 2019
Su texto analiza qué ha pasado para que aquellos que habían sido llamados a guardar a “los pequeños” se hayan convertido en lobos.
El pasado jueves 11 de abril se hizo público un texto del papa emérito Benedicto XVI sobre el escándalo de la Iglesia y los abusos sexuales. Originalmente pensado para ser publicado en una revista mensual del clero alemán, su escrito analiza, con una penetración y claridad inigualables, qué ha pasado -¿qué nos está pasando?- en Occidente, y en la Iglesia, para que aquellos que habían -y han sido- llamados a guardar a “los pequeños” se convirtieran -se hayan convertido- en lobos.
Resulta absurdo pretender sintetizar las razones próximas del completo «colapso» intelectual y moral de la cultura occidental, colapso que inevitablemente afecta a la Iglesia, y cuya magnitud solo ahora acertamos a entender. Solo es posible animar a su lectura porque, desgraciadamente, se entiende todo. Quien todavía no entienda qué ha pasado en este tema de la Iglesia y los abusos sexuales, y lo que nos viene encima, que lea.
Personalmente, más allá de la oportunidad de recuperar a Benedicto XVI, el gozo que provoca esta breve “epístola” se encuentra en la tercera parte. Para quien tiene el hábito de la confesión, esta es la parte en la que, expresado el pecado, desaparece por completo el hombre y ya solo hay espacio para el buen Dios y su obra: Él es fiel, no se arrepiente de haberme hecho, y es Dios. Solo sobre esas dos afirmaciones es posible seguir viviendo.
La primacía de la obra de Dios, y su recuperación como fuente de la vida individual y social, es la tarea primordial, dice el santo padre emérito: «Que nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él. Por encima de todo tenemos que aprender una vez más a reconocer a Dios como base de nuestra vida en vez de dejarlo a un lado como si fuera una frase no efectiva».
Quien todavía no entienda qué ha pasado en este tema de la Iglesia y los abusos sexuales, y lo que nos viene encima, que lea
¡Tenemos que dejar de dar por supuestas las cosas! «¡¡No presuponga al Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, preséntelo!!», dice citando una advertencia que Hans Urs von Balthasar le hizo en una ocasión. Eso significa que vuelva a ser «el centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones». Como dice mi párroco, y que procede de la más antigua tradición: “Dios no es lo más importante, es lo único importante”.
Leí hace poco algo que me llamó la atención y creo que es muy verdadero. Hablando del proceso de destrucción de Occidente, la autora señalaba que lo que caracteriza el tiempo presente no es una expulsión de Dios de la vida del hombre, sino la expulsión de Cristo. Occidente no odia a Dios, odia a Cristo. De hecho, la religiosidad, bajo todo tipo de ídolos, vuelve. En el orden práctico, para nosotros cristianos, eso va a significar hacer de nuestra vida «un testimonio del Dios que vive» («el martirio, recuerda el Papa, es la categoría básica de la existencia cristiana»): «El hoy de la Iglesia es más que nunca una Iglesia de mártires».
Quizá a alguien sorprenda que, en un texto sobre la Iglesia y los abusos sexuales, el Papa señale dos urgencias que tienen que ver con el reconocimiento de la primacía de Dios en nuestra vida, pero eso mismo revela hasta qué punto el mundo nos ha podido. Por un lado, restaurar el honor debido a la Eucaristía, restituir la grandeza de su misterio.
La falta de asistencia, haberlo transformado en un gesto al que por cortesía se invita, en celebraciones familiares, incluso a personas que no están preparadas para recibir al Señor, muestra que «debemos pedir urgentemente al Señor que nos perdone y, sobre todo, invocarlo y rogarle que nos enseñe a comprender la grandeza de su sufrimiento, de su sacrificio. Debemos hacer todo lo posible para proteger el don de la Sagrada Eucaristía del abuso».
De otro lado, y hablando del misterio de la Iglesia y de la tentación de «crear otra Iglesia para que las cosas funcionen», recordar que, aunque en el campo de Dios crece el trigo junto con la mala hierba, y en las redes de la Iglesia entran todo tipo de peces, «el campo es aún el campo de Dios y la red es la red de Dios», hoy la acusación contra Dios es el menosprecio a su Iglesia, «hacer de su Iglesia como un mal total y así desviarnos de ella».
Solo dos apuntes para acabar, uno práctico y otro un desahogo: el práctico, el Papa llama a «establecer hábitats de fe» donde se pueda custodiar la vida cristiana, y antes incluso a «encontrarlos y reconocerlos», porque existen. El desahogo personal: en el contexto de todo lo que está pasando, podemos vivir tranquilos porque tenemos un Dios en el Cielo y un padre en la Tierra.
Benedicto XVI ha vuelto de la mano de su periodista entrevistador de cabecera, Peter Seewald, con quien publicó tras libros anteriores con el mismo formato. Cada uno de sus capítulos es una lección de sabiduría espiritual y humana.