Javier Arjona | 20 de abril de 2019
Personajes como Prim, Castelar o Cánovas del Castillo marcan el paso del siglo XIX al XX.
Las primeras formaciones políticas de la historia de España se habían formado durante la regencia de María Cristina de Borbón. Aquellos incipientes Partido Moderado y Partido Progresista se fueron alternando en el poder durante casi veinticinco años, primero con Espartero en la jefatura del Estado y, posteriormente, ya en el reinado efectivo de Isabel II.
Durante la Década Moderada, el Gobierno de Juan Bravo Murillo firmaba en 1851 un Concordato con la Santa Sede con el fin de restañar las heridas de la desamortización de Juan Álvarez de Mendizábal, mientras que Leopoldo O’Donnell en el Bienio Progresista impulsaba una nueva red ferroviaria a partir de la aprobación de la Ley de Ferrocarriles de 1855.
El último Bienio Moderado del reinado isabelino, iniciado con la presidencia de Ramón Narváez y caracterizado por una inestabilidad latente, dará paso al Gobierno de un nuevo partido político que irrumpe con fuerza en el panorama nacional. A los partidos progresista y moderado se suma, en 1858, la Unión Liberal del general O’Donnell, una formación que viene a ocupar el centro político y que protagonizará el Gobierno más largo del siglo XIX. Serán años de crecimiento económico y de importantes acciones militares que contribuirán a aumentar el crédito de España en el panorama internacional.
Pablo Iglesias fundó en 1879 el Partido Socialista Obrero Español, una formación llamada a jugar un papel cada vez más importante en la política nacional
La etapa final del reinado de Isabel II vendrá marcada por la firma del Pacto de Ostende, que certificará la defunción de la monarquía borbónica y el inicio del Sexenio Democrático. El acuerdo será firmado por el Partido Progresista y el nuevo Partido Demócrata, una escisión del anterior que aglutinaba a un sector de militares descontentos, al movimiento obrero y a una facción del republicanismo. Dos años después se sumará al pacto la Unión Liberal, y la Revolución Gloriosa de 1868 acabará con la reina en el exilio.
En el nuevo periodo se hace con las riendas del poder un Gobierno provisional presidido por el general Francisco Serrano, entonces líder de la Unión Liberal. Lo acompañan Juan Prim y Práxedes Mateo Sagasta, ambos pertenecientes al Partido Progresista, al frente de los Ministerios de Guerra y Gobernación, respectivamente. El Partido Demócrata quedó fuera del nuevo Ejecutivo y acabó transformándose, por un lado, en el Partido Republicano Federal, cuyas cabezas visibles fueron Francisco Pi y Margall y Emilio Castelar, y, por otro, en una facción de corte monárquico conocida como el grupo de los Cimbrios, liderada por Cristino Martos y Nicolás María Rivero.
Durante el reinado de Amadeo de Saboya, periodo marcado por la fragilidad política y la baja temperatura con la que el nuevo monarca fue recibido por el pueblo español, surgieron dos nuevas formaciones políticas. Por un lado, el Partido Demócrata Radical, fundado en 1871 por Manuel Ruiz Zorrilla a partir de la fusión del Partido Progresista con los Cimbrios, y, por otro, el Partido Constitucional, que nace en 1872 a partir de la Unión Liberal y de una facción conservadora del Partido Progresista, cuyos líderes fueron Francisco Serrano y Práxedes Mateo Sagasta.
Corría el año 1874 cuando Antonio Cánovas del Castillo redactó el Manifiesto de Sandhurst a favor la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII. En ese mismo año en que acababa la primera aventura republicana de la historia de España, el político formado en las filas de la Unión Liberal fundaba una nueva formación cuya ideología liberal bebía del Partido Moderado de la primera época isabelina y de la propia Unión Liberal. Nacía el Partido Liberal-Conservador, o más comúnmente conocido como Partido Conservador, llamado a convertirse en clave de la estabilidad política en la recta final del siglo XIX.
Durante el reinado alfonsino nace el otro gran partido protagonista de la vida política de la Restauración, el Partido Liberal-Fusionista, o simplemente Partido Liberal, fundado por Sagasta en 1880 y cuyos antecedentes ideológicos hay que buscarlos en el Partido Constitucional y en el Partido Demócrata Radical. Sagasta perteneció al segundo y en pleno reinado de Alfonso XII logró aglutinar a sectores no republicanos de los partidos originales, llegando a formar el segundo gran partido dinástico, fiel a la monarquía borbónica, y vertebrador del pactismo junto al Partido Conservador.
Complementando a los partidos dinásticos, a finales del siglo XIX aparecen en escena las primeras formaciones nacionalistas, y, en paralelo, emergen los movimientos obreros en forma tanto de partidos como de sindicatos. Con antecedentes fijados en el Romanticismo del siglo XVIII, y en las más cercanas Guerras Carlistas, Sabino Arana Goiri funda en 1895 el Partido Nacionalista Vasco. Por su parte, el regionalismo catalán, inicialmente asociado al Partido Republicano Federal de Francisco Pi y Margall, se desmarcó con la creación, primero, de la Unió Regionalista y, posteriormente, en 1901, de la Lliga Regionalista, primer partido nacionalista catalán de corte conservador y antecedente ideológico de la formación política Convergencia i Unió fundada en la Transición.
El movimiento obrero había llegado a España como consecuencia directa de la Segunda Revolución Industrial y había hecho acto de presencia en Cataluña en el año 1830, asociado al sector textil algodonero. Años después de la primera huelga general de la historia de España, que tuvo lugar en 1855 precisamente en Cataluña, y tras la fundación de la Primera Internacional Socialista en Londres, Pablo Iglesias fundó en 1879 el Partido Socialista Obrero Español, una formación llamada a jugar un papel cada vez más importante en la política nacional. Iniciaba su andadura política en PSOE, el partido más longevo de la historia de España con 140 años, cuyo fundador, Pablo Iglesias, obtendría su primer escaño en 1910.
En abril se ha iniciado un carrusel de campañas electorales con cerca de medio centenar de partidos.
El objetivo del Pacto de San Sebastián era poner fin al reinado de Alfonso XIII y dar paso a la república.