Agustín Domingo Moratalla | 07 de mayo de 2019
Los cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno dedicaron apenas un minuto a temas como la eutanasia o el aborto.
La digestión de los resultados electorales no puede limitarse a la contabilización del número de votos o escaños, tampoco al cálculo de mayorías previsibles para garantizar la gobernabilidad. Es un buen momento para hacer balance sobre la presencia o ausencia que determinadas cuestiones morales básicas han tenido en la reciente campaña electoral. Un balance que podría centrarse en el protagonismo que la bioética ha tenido en la campaña y concentrarnos en temas como la eutanasia, los cuidados paliativos, la maternidad subrogada o el envejecimiento de la población y el lugar que han tenido en los novedosos debates electorales. Balance limitado y sencillo, porque en los dos debates televisados apenas encontramos un minuto de bioética en las controversias políticas.
Rozaba el minuto 35 del primer debate en RTVE cuando Pedro Sánchez hablaba de la igualdad de género y el feminismo. De repente, como de rondón, sacó intencionadamente de la chistera el tema de la maternidad subrogada: “…dígale a sus amigos ausentes de la ultraderecha (dirigiéndose a Pablo Casado) que el vientre de una mujer no es un taxi, y a usted, señor Rivera (girándose a él), le digo que el vientre de una mujer no se alquila…”. Mientras Casado estaba perplejo, Albert Rivera entró al trapo y llevó el tema al terreno de la libertad de elección y decisión de la mujer.
Ese tema de la maternidad le sirvió a Rivera para insistirle con vehemencia a Sánchez sobre algunas cuestiones de bioética: “…la gestación subrogada… las mujeres deciden… ¡No sea carca, señor Sánchez, estamos en el siglo XXI… es que es usted muy antiguo!… la eutanasia, la muerte digna… no se ha leído la ley…”. En este sentido, para quienes no lo sepan, está paralizada en las Cortes la proposición de ley sobre derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso del final de la vida. Si la aritmética de las nuevas mayorías no falla, el problema de la eutanasia y la muerte digna tendrá un protagonismo especial los próximos meses.
El tema volvió a la palestra en Atresmedia cuando Rivera se autoproclamó el “presidente de las familias” y le pidió a Casado regular la eutanasia. Estábamos a mitad del minuto 58 cuando Ana Pastor insistía en que clarificaran posiciones en torno al aborto. Rivera volvió a presumir de modernidad, europeidad y razonabilidad, reivindicando la actual ley de plazos (de José Luis Rodríguez Zapatero) frente a la anterior ley de supuestos (de Felipe González), recordando que “estamos en 2019 y no en 1985… entiendo que a un partido conservador como al PP le cueste avanzar…”
Aprovechando este turno, arrinconó el aborto para introducir lo que llamó un “asunto moral” (¿acaso el anterior no lo era?). Rivera volvió a insistir en la necesidad de regular la muerte digna y la eutanasia con una frase lapidaria: “El dolor no entiende de ideologías, ni la caridad tampoco”. Sacó a relucir a su abuelo y reivindicó que haya garantías para evitar el dolor al final de la vida. No habían pasado dos minutos cuando Casado advirtió que su partido había sido pionero en la regulación de la muerte digna y los paliativos. Además, presumió de haber hecho los deberes cuando distinguió entre el testamento vital, la sedación paliativa y la distanasia (encarnizamiento terapéutico, retirada de medidas desproporcionadas), de la eutanasia propiamente dicha (aplicación intencionada de medidas que acortan vida).
Eso de meter en campaña electoral cuestiones morales simplemente para rascar unos votos es muy serio…Pablo Casado
En la réplica de Casado a la interpelación de Rivera sobre estas cuestiones de bioética se deslizó un juicio sorprendente y quizá contradictorio que no puede pasar desapercibido. Casado mostró su enfado ante la falta de precisión de Rivera y, al mismo tiempo que reivindicó el papel del Comité de Bioética, afirmó: “…eso de meter en campaña electoral cuestiones morales simplemente para rascar unos votos es muy serio…”
Desde aquí revisaron la aplicación de la ley de dependencia, sobre la que hablaremos en otro momento, pero no quiero terminar esta reflexión sin pedir a los lectores que revisen estos minutos, porque no tienen desperdicio pedagógico. El primero, de Rivera, porque plantea un criterio con el que, a partir de ahora, podemos conceder el pedigrí de modernidad a los partidos: son modernos quienes plantean la libertad únicamente en términos de elección y decisión.
El segundo, de Rivera y Casado, porque muestra una concepción preocupante y muy discutible de las relaciones entre “moral” y “política”, sobre todo cuando este último da a entender que las cuestiones “morales” no tienen que ponerse en primera línea de la campaña electoral. Además de que los asesores de Rivera tienen que pedirle a su líder que lea un poco más sobre la libertad de los modernos, los asesores de Casado tendrían que aconsejar mejor a su líder, porque el verano pasado ya tropezó en la misma piedra cuando se le cuestionó su máster y sentenció: “La ética la marca la ley”.
Sánchez busca una España con fuerte peso del Estado y Casado quiere ciudadanos libres.
Sánchez busca contentar a la plantilla del sector público para ganar votos de cara a las elecciones.