Víctor Arufe | 16 de mayo de 2019
Los gestos y las palabras de los padres pueden alterar el desarrollo social, afectivo y emocional de los hijos.
Educar no es tarea fácil y especialmente se complica más cuando los progenitores no saben qué rumbo tomar en el océano de la educación.
Los niños todo lo ven y lo escuchan, y cualquier gesto, acción o conducta que hagamos será recibida por sus ojos y procesada en su pequeño cerebro, que en los primeros años de vida actúa como una verdadera esponja.
Pero también las palabras educan a nuestros hijos, y muchas veces no somos conscientes del gran poder que tienen, el momento de decirlas, el cómo decirlas, su intensidad, su repetición… todo puede alterar el desarrollo social, afectivo y emocional de nuestros hijos y, por ende, su educación.
Te presento 5 cosas que debes evitar hacer:
El debate es sano en la familia, pero una discusión fuera de tono, donde existan insultos, comparaciones, golpes o simplemente llevar la contraria tajantemente al otro progenitor sembrará la duda en el niño, que no sabrá de qué lado ponerse y se perderá la fortaleza de los lazos afectivos familiares. Debemos ser conscientes de que educar muchas veces trae problemas a una pareja, pero estos no deben ser percibidos por los niños, lo recomendable es hablarlo de forma privada y tomar una decisión entre ambos progenitores. Una vez será uno flexible y en otra ocasión será el otro.
A veces, a los niños les vienen ideas, ideas un poco locas que te hacen pensar cómo va a conseguirlo si eso es imposible. Por ejemplo, «quiero ser youtuber» o «quiero jugar en el Real Madrid». E incluso te pedirá que le compres la equipación, y que lo lleves a realizar las pruebas de selección, o que le compres un ordenador con una buena tarjeta gráfica… y es aquí cuando muchos padres enseguida rompen los sueños y se pasan rápidamente al lado opuesto, diciéndole cosas como «tú nunca serás un buen futbolista, no vales para eso, es mejor que hagas otra cosa»… Esos mensajes volcados desde la boca de un progenitor hacen un daño muy grande en la autoestima y autoconfianza del niño. Debemos evitar utilizar esas palabras.
Ojalá todos pudiésemos ser buenos en todo, pero lo cierto es que no es así, no todos tenemos talento para diferentes artes o sensibilidad para diferentes tareas. Puedes cambiar la frase diciéndole que puede luchar por todos sus sueños y que con mucho esfuerzo puede conseguirlo. El secreto de esta frase es incidir en el esfuerzo y en luchar, podemos esforzarnos en ser buenos en muchas cosas, pero igual no llegamos a serlo. Lo importante es que hemos luchado por ello y esto forja nuestro carácter y personalidad, nos convierte en guerreros y luchadores que pueden afrontar múltiples adversidades.
Los niños necesitan aburrirse, necesitan su tiempo sin hacer nada para que el cerebro trabaje en soluciones y ponga en marcha el mecanismo de la creatividad e imaginación. Ofrecerle tareas siempre acotadas, con un inicio y fin, preprogramadas y sin dejarle que tome de decisiones puede favorecer la dependencia a los padres y bajar su autoconfianza. Los niños necesitan también pasar tiempo sin hacer nada, especialmente hoy en día cuando tienen miles de estímulos por todos los rincones de la sociedad.
Los niños tienen sus problemas, es algo normal en el ser humano y estos problemas son una fuente de aprendizaje. Si los padres se los resuelven, estaremos inhibiendo su capacidad para afrontarlos y resolverlos. Pongamos un ejemplo: un niño se ha olvidado en varias ocasiones un libro que debía haber llevado al cole, muchos padres lo que hacen es volver a casa con su coche, coger el libro y llevárselo a la escuela. Mi recomendación es dejar que vaya sin el libro y que el mismo vea las consecuencias que tuvo su despiste o las consecuencias de no haber preparado la mochila correctamente el día anterior. Seguro que la próxima vez prestará más atención. Si se lo resolvemos todo, estamos aumentando nuestra carga y aliviando la suya, construyendo un ser débil ante una sociedad con muchos problemas a afrontar.
El objetivo del sistema educativo es que cada alumno se desarrolle según el máximo de sus capacidades.
La inclusión educativa debe ser una realidad en la sociedad del siglo XXI y no un arma política.