Sandra Várez | 20 de mayo de 2019
Este desagradable invento surge de la moda de llevar la defensa animal al más absurdo de los extremos.
Llevo varios días dándole vueltas a un asunto, con una mezcla de incredulidad y repugnancia. Si ya me cuesta asimilar que la sangre, las tripas, el hígado y las vísceras en general sean usadas como materia prima en la cocina, casi expulso las mías propias al conocer un desagradable invento que no tardará en ponerse de moda, el de elaborar morcilla con sangre humana.
Lo ha patentado un aragonés de 30 años, perteneciente a una familia de carniceros. Se llama Raúl Escuín y no es vegetariano, ni vegano, ni parece tener ningún problema con el consumo de carne, pero dice haberlo inventado como un “acto de amor” hacia las personas que no comen ningún alimento de origen animal (carne, pescado, leche, huevos, miel…) pero sienten la frustración de no conocer determinados sabores.
La solución, hacer la morcilla con tu propia sangre, no la de otros, que al parecer esto es portador de múltiples infecciones. El método, similar al usado para elaborar la de toda la vida, no parece difícil: un sofrito de cebolla mezclado con agua, sangre y arroz y aderezado con pimienta, canela y piñones. Basta con 40 mililitros de extracción de sangre propia para conseguir una morcilla de tamaño suficiente para el autoconsumo, que se embute en una piel artificial evitando así cualquier tipo de materia prima de origen animal.
El propio inventor defiende hasta sus cualidades alimenticias: “Aporta el calcio, el magnesio y el hierro de la sangre animal, pero en este caso es nuestra, extraída de forma voluntaria” y sin necesidad de sacrificar animales. Además, dice, no hay ninguna ilegalidad en el proceso, porque no hay ninguna ley «que impida probar tus propios fluidos».
Aunque el descubrimiento de tan peculiar receta se hizo viral en el mes de enero, a raíz de un documental difundido por el portal PlayGround, la extravangancia ha vuelto a saltar a la palestra por los comentarios que ha generado en el cocinero Karlos Arguiñano, con cuyos programas anima a los ciudadanos a comer bien, sano y a disfrutar del placer de una cocina en casa. Sin entrar a valorar el modelo de alimentación vegana, “que es totalmente respetable”, el conductor del programa de Antena 3 lo ha calificado de “frikismo”: “Ya puestos, que haga unas lentejas con su propia oreja o con rabo. La sangre humana mucho mejor dentro del cuerpo que dentro de una morcilla”.
Además de los riesgos de seguridad alimentaria que supone este provocador experimento, según aseguran los propios nutricionistas en contra de los argumentos de su inventor, hay una cuestión de fondo que subyace en este tipo de prácticas: la de elevar la noble causa de la defensa animal al más absurdo de los extremos, por encima incluso de la vida de un ser humano. “El Homo sapiens, esgrimen, tiene la capacidad de elegir y el animal no”. Por esto mismo, me resulta sorprendente que no se elija donar esa sangre para fines más nobles que el de rellenar una morcilla.
En España, ya hay más de 3,5 millones de vegetarianos. El 51% reside en las grandes ciudades y uno de cada 5 tiene entre 16 y 24 años. Las causas de este boom tienen mucho que ver con esa tendencia actual de considerar a los animales como “seres sociales, no naturales” explica el profesor de la Cátedra Unesco de Alimentación Cultura y Desarrollo de la Universidad Oberta de Catalunya, Francesc Xavier Medina. “Los seres sociales, dice, no se comen”, y pone como ejemplo el conejo, una carne blanca sin apenas grasa y con alto valor proteico, muy recomendada para niños y deportistas, cuyo consumo ha descendido de forma inversamente proporcional a su demanda como mascota.
Las causas de este boom tienen mucho que ver con esa tendencia actual de considerar a los animales como “seres sociales, no naturales’Francesc Xavier Medina
La industria alimentaria está adaptándose a esta fiebre, que ya está empezando a generar desengaños entre los que fueron sus principales defensores. Es el caso de Lierre Keith autora de El mito vegetariano y vegana durante 20 años, hasta que su salud empezó a deteriorarse. “Los veganos que esgrimen argumentos éticos para no comer animales se aferran a la idea de que no participan en la muerte de ningún ser vivo pero no se dan cuenta de que el cultivo industrial de productos muy consumidos en las dietas veganas (como la quinoa, el aguacate o la soja) está creando desequilibrios ecológicos muy grandes en los países productores y con ellos graves problemas sociales”. Tampoco hay reparos en consumir soja transgénica de origen remoto.
Como en todos los aspectos de la vida, la clave está en buscar el equilibrio y el sentido común, dicen los expertos. Quizá así evitemos ser devorados por nuestra propia estupidez.