Antonio Olivié | 23 de mayo de 2019
La crisis de los abusos en la Iglesia ha llevado a reconsiderar el papel de la mujer y su liderazgo en las diócesis.
Roma (Italia) | Un informe de la Administración pública de Pennsilvania (EE.UU.) sobre abusos en la Iglesia Católica en los últimos 70 años provocó un terremoto demoledor en las nueve diócesis del estado el pasado verano. El obispo de una de ellas, la de Pittsburgh, ha decidido crear este año una nueva secretaría de atención a las víctimas, unificando tareas que se realizaban en departamentos distintos o creando áreas nuevas.
Al frente de esta nueva Secretaría para la Protección de Menores, Jóvenes y Adultos Vulnerables de Pittsburgh está Jane Sarra. Una mujer con experiencia de gestión en el sector de la salud y que lleva trabajando en la diócesis desde el año 2016. Junto a ella, las directoras de las tres oficinas de esta secretaría también son mujeres.
Los supervivientes de abuso ayudarán a la renovación de la IglesiaMimika Garesché
Como responsable de la Atención a las Víctimas se encuentra Rita Flaherty, quien lleva asistiendo a los damnificados desde el año 1993. Entre sus funciones están las de acoger y realizar un primer análisis de las denuncias y reclamaciones que se reciben. Por su parte, el área de Regulación Interna tiene a su frente a Phyllis Haney. Desde ahí se ocupan de que todo el personal de la diócesis, sea en parroquias o centros educativos, supere los controles o atienda los cursos de protección del menor.
Por último, Mimika Garesché dirige la recién creada Oficina de Acompañamiento. A su experiencia como directora espiritual se suma una capacidad especial de conexión con quienes han sufrido abuso por parte de sacerdotes o religiosos. Garesché asegura que quienes conservan la fe tras experiencias tan traumáticas son personas ejemplares. De hecho, considera que «los supervivientes de abuso ayudarán a la renovación de la Iglesia».
En Roma, el Center for Child Protection de la Universidad Gregoriana ejerce como promotor de cursos e iniciativas contra los abusos en la Iglesia en todo el mundo. Quien coordina la red de colaboradores es una mujer, Alessandra Campo, que asegura que cada vez es mayor la participación de mujeres en este empeño. A su juicio, cuando hablamos de ‘víctimas’, la mujer aporta una experiencia histórica de discriminación que facilita la empatía con quienes han sido agredidos o humillados.
En la labor de acompañamiento y «sanación», Alessanda Campo aporta un elemento que hace importante la presencia de más mujeres. «Por desgracia, la mayoría de los culpables de abuso en la Iglesia son hombres, lo que facilita la mediación de una mujer a la hora de buscar asesoramiento».
La arquidiócesis con más católicos del mundo, en Ciudad de México, cuenta desde hace meses con un nuevo equipo multidisciplinar de atención a las víctimas. Dos de sus cinco miembros son mujeres. Se trata de una psicóloga, Zaira Rosales, y de una periodista, Marilú Esponda. Esta última considera que si en la Iglesia no se han gestionado bien los casos de abusos se debe a que no había mujeres en la toma de decisiones.
Un cambio de mentalidad enriquecedor
En las paredes del Vaticano aún resuenan las palabras de otra mexicana, la periodista Valentina Alazraki, en la cumbre sobre abusos que tuvo lugar el pasado febrero. Su exigencia de respuestas y de acción urgente fue un aldabonazo en todos los presentes. No pasó desapercibido el que una de las pocas mujeres que intervenían se contara entre las más contundentes frente a la gestión de los abusos.
La realidad es que la crisis de los abusos en la Iglesia ha llevado a reconsiderar el papel de la mujer y su liderazgo en las diócesis. Los últimos cambios en Pittsburgh o México son muestra de un cambio de mentalidad que enriquece a toda la institución y que empieza por valorar todo lo que los laicos pueden aportar a la estructura de la Iglesia.