Pablo Casado Muriel | 29 de mayo de 2019
El Espacio Fundación Telefónica recuerda en la exposición «De Madrid a la Luna» la participación española en la carrera espacial.
“Antes de que tuviéramos teléfonos móviles yo caminaba sobre la Luna”. Son palabras del astronauta Buzz Aldrin que, aprovechando un hashtag reciente en Twitter, recordaba el imponente logro tecnológico que supuso el lanzamiento de las misiones Apolo con destino a nuestro satélite natural, hace ya 50 años.
Ese “gran salto para la humanidad” logrado en 1969 necesitó la implicación de miles de personas y la coordinación de multitud de recursos que no podían concretarse únicamente en los Estados Unidos. Por ese motivo, la NASA creó toda una red de asociados que llegó a España y a la entonces denominada Compañía Telefónica Nacional de España. Aprovechando la efeméride, el Espacio Fundación Telefónica dedica una pequeña exposición a esta histórica relación: De Madrid a la Luna.
Hay que dejar claro que es una muestra breve, brevísima incluso, pero que sirve para caer en la cuenta de la magnitud de la empresa que llevó a cabo la NASA en la década de los 60. Apenas unas pocas vitrinas en las que podemos observar los contratos originales que permitieron a los Estados Unidos colocar tres estaciones de seguimiento en España. Primero Maspalomas, en las Islas Canarias, y después los de Fresnedillas de la Olvida y Robledo de Chavela, en la Sierra de Madrid.
Estas estaciones formaron parte de la red NASCOM, que permitía al famoso Centro de Control de la NASA en Houston mantener una comunicación continua con los astronautas a bordo de las misiones Apolo. De Madrid a la Luna ofrece interesantes paneles con información detallada de los métodos utilizados para enviar la información desde España (o cualquier parte del mundo) a Estados Unidos. Es difícil que el público más joven no pase por la exposición sin sorprenderse de lo “rudimentario” de algunos elementos que formaron parte de la aventura de Neil Armstrong y compañía. El móvil desde el que lee esta reseña es más potente que los ordenadores utilizados entonces.
Más allá de las especificaciones en el terreno de las telecomunicaciones, quien acude a una exposición dedicada al espacio y su conquista lo hace por la estética de los cohetes, las naves y las estrellas… esa que despierta la imaginación de grandes y pequeños.
Ya hemos comentado que la muestra se hace algo pequeña. Quizá el visitante de De Madrid a la Luna salga algo decepcionado en esa faceta. Apenas un par de maquetas del Saturno V y el módulo lunar, algunas fotografías y una serie de vídeos con las declaraciones de los españoles que trabajaban en la red de la NASA aquel año 1969 que, por desgracia, no pueden oírse con claridad, ya que se solapan con otros audios.
Pese a todo, ver en una única vitrina todos los parches de las misiones Apolo (mis favoritos, los de las misiones 8, 11 y 13) cumple con ese objetivo visual y con esa atracción que ha conseguido convertir el logo de la NASA en algo habitual en los estampados de camisetas y sudaderas.
En definitiva, De Madrid a la Luna nos recuerda que parte del titánico esfuerzo que supuso la carrera espacial pasó por nuestro país. Nunca está de más ponerse alguna medalla.