Javier Pérez Castells | 05 de junio de 2019
La joven activista de 16 años que lucha contra el cambio climático padece angustia, una patología en crecimiento.
Si escuchan un discurso de Greta Thunberg seguramente se asombrarán de su capacidad de comunicación y de cómo puede armar perfectamente bien una argumentación sólida teniendo en cuenta que se trata de una chica de 16 años. Greta Thunberg se dio a conocer como activista en las huelgas estudiantiles organizadas en su país, Suecia, el verano pasado, para exigir políticas que trataran de detener el cambio climático.
Su oratoria llamó mucho la atención, más aún si se tiene en cuenta que está diagnosticada de Asperger, trastorno incluido en el espectro del autismo. Su convincente y peculiar discurso cautivó a muchos y Greta Thunberg ha sido invitada a hablar ante la ONU y el Parlamento Europeo, donde ha podido reñir a numerosos mandatarios mundiales. Algunos parlamentarios noruegos la han propuesto para el Premio Nobel de la Paz.
Ya hemos hablado acerca del cambio climático aquí. Los datos son indiscutibles, la temperatura sube y el clima cambia. Las causas aún no acaban de desentrañarse. Probablemente sea un cóctel de ciclos naturales con una casi segura contribución humana. Es un asunto en el que se debe involucrar a todo el mundo y tomar medidas que frenen el problema. Reducir la emisión de gases es esencial y por eso habría que darle un papel muy relevante a la energía nuclear.
El cambio climático es un asunto en el que se debe involucrar a todo el mundo y tomar medidas que frenen el problema
Sin embargo, este es un asunto muy contaminado por el debate ideológico político. Ya se sabe, si eres de izquierdas, respetas el medio ambiente y te preocupa el futuro de la humanidad y de la naturaleza; pero, eso sí, no me hables de energía nuclear que, aunque sea limpia, me trae malos recuerdos; y, si eres de derechas, eres un insensible conspiranoico que piensa que todo es una patraña para poder subir impuestos y montar organismos públicos o carísimos entramados burocráticos donde enchufar amiguetes.
Por otra parte, también los excesos sentimentales deberían dejarse a un lado y de eso particularmente me gustaría hablar. ¿Por qué una joven en el inicio de su vida sufre tanto por un problema global de la humanidad, que le queda lejos de sus preocupaciones cotidianas y cuya solución le es, en principio, inasequible? Greta describe cómo con solo 10 años sufrió lo indecible al conocer el problema, dejó de comer, de dormir, adelgazó mucho y no podía pensar en otra cosa. Ella misma explica cómo para los autistas no hay nada gris, es blanco o negro. Y en esta negritud no comprendía cómo el calentamiento global no era el tema de todos los noticiarios, de todas las conversaciones, de todas las inquietudes personales.
Las personas angustiadas por milenarismos y demás posibles catástrofes globales sienten que el mundo va a desaparecer, por lo que renuncian a llevar una vida normal
Se llama angustia. Está muy bien caracterizada por los psicólogos, e incluso existe la «angustia por el cambio climático» como patología en crecimiento, por la que muchas personas, sobre todo jóvenes americanos o británicos, están siendo tratadas. La angustia se define como la incapacidad de gestionar los problemas. Las personas angustiadas por milenarismos y demás posibles catástrofes globales sienten que el mundo va a desaparecer, por lo que renuncian a llevar una vida normal, e incluso a fundar una familia. Además, viven enfadados con las demás personas que hacen su vida normal, aparentemente, de espaldas a los problemas de todos que tanto les agobian.
En mi infancia vivíamos una situación parecida con el riesgo de guerra termonuclear global, muy característico de la Guerra Fría. Yo de pequeño llegué a padecer una cierta ansiedad pensando que en cualquier momento algún mandatario iba a apretar el botón rojo y que el mundo se terminaría. Y mira, de momento no ha ocurrido nada.
Hay estudios que demuestran una mayor preponderancia de la angustia en personas con autismo. Su particular forma de ver el mundo, sin matices, los hace proclives a centrarse en temas concretos. Les resulta difícil gestionar las emociones y fácilmente caen en la ansiedad y sus efectos psicosomáticos. En el caso de Greta Thunberg hay quien piensa que, a su edad, su lugar está en el colegio. Su madre, una cantante de ópera muy significada en la lucha contra el cambio climático, posiblemente alimentó una preocupación que ha convertido a Greta en un fenómeno mundial, pero quizá al precio de robarle la adolescencia y quién sabe si la felicidad.
Se dice que toda sociedad necesita santos. Esta muchacha es una de estas figuras de referencia para muchos, pero ¿tiene sentido vivir angustiados? Santa Teresa decía “muero porque no muero”. En este caso, podríamos parafrasear que los que tanto se preocupan quizá “no viven por si no viven”.
El planeta necesita un cambio radical como consecuencia directa de la acción humana.