David Vicente Casado | 05 de junio de 2019
La Federación Española de Fútbol ha decidido otorgar al futbolista la Medalla de Oro de la entidad a título póstumo.
Mientras escribo este texto, no puedo olvidarme de cómo me enteré de la noticia y del escalofrío que recorrió mi cuerpo. Un amigo compartió la noticia en el grupo de WhatsApp. El titular me dejó helado: «Fallece José Antonio Reyes en un accidente de tráfico».
Lo primero que tengo que decir es que lamento muchísimo el fallecimiento de José Antonio Reyes y de su primo Jonathan. Lamento muchísimo el estado de extrema gravedad de su otro primo, Juan Manuel. Y lo siento más por los tres hijos que deja el utrerano y por sus propios padres, abocados a un hecho tan antinatural como es despedir a un hijo.
El fallecimiento del extremo izquierdo conmocionó al mundo del fútbol, y más concretamente a su Sevilla natal, donde con su pérdida se va también un trozo de su escudo y de su historia. Tras su muerte, la Federación Española de Fútbol decidió otorgarle la Medalla de Oro a título póstumo. No puedo salir de mi asombro ante tal hecho.
José Antonio Reyes conducía a una altísima velocidad, como ha confirmado la Dirección General de Tráfico, un hecho que, además de suponer una auténtica irresponsabilidad, constituye un delito sancionado con una abultadísima multa.
A los jóvenes es necesario enseñarles que Reyes fue un futbolista de leyenda, un genio que atesoraba fantasía en sus botas, pero que murió por una irresponsabilidad
Lo que deja patente el hecho de que la federación decidiera otorgar dicho galardón al exfutbolista es la intención de que su figura sea usada de ejemplo de lo que se debe hacer. Reyes, el hombre de la eterna sonrisa, desplegaba sobre el césped toda la calidad que atesoraba, enmudeció al público con sus regates y su pierna izquierda, sedujo al tan exigente público inglés del Arsenal, levantó al Santiago Bernabéu con su zurda y aupó al Real Madrid a conquistar una Liga ganada en el último suspiró, y ayudó a engrandecer la historia del Atlético de Madrid. Ahora vivía una segunda juventud en el Extremadura. Una trayectoria futbolística a la que nada se puede objetar, pero que sí lleva a hacerse una pregunta: ¿realmente era el momento de otorgarle esa medalla? Un momento en el que se sabe que el futbolista ha muerto por una conducción irresponsable, a lo que hay que sumar un copiloto fallecido y un tercer ocupante en extrema gravedad.
Los valores del deporte son los de la amistad, el compañerismo, el esfuerzo, la superación, el trabajo en equipo… Valores que seguro atesoraba Reyes, y que se reflejaban en la tristeza de los numerosos compañeros y rivales que poblaban su capilla ardiente y lloraban su pérdida. Pero ser un deportista de élite conlleva una gran responsabilidad de cara a los miles de jóvenes que sueñan con un autógrafo o hacen cola el tiempo que haga falta para conseguir la camiseta de su ídolo. A esos jóvenes es necesario enseñarles que Reyes fue un futbolista de leyenda, un genio que atesoraba fantasía en sus botas, pero que murió por una irresponsabilidad.
La misma irresponsabilidad con la que se cargó en las redes contra Santiago Cañizares. Las redes sociales muestran, a veces, el lado más inhumano y las conductas más ruines del hombre. El excancerbero usó Twitter para lamentar la muerte de José Antonio Reyes, pero para enfatizar también que “circular con exceso de velocidad es una actitud reprochable”. En ese momento, los fuegos encarnizados de Twitter cargaron contra Cañizares, llegándole a recordar incluso el trágico suceso familiar que tuvo que vivir hace poco más de un año, cuando perdió a su hijo pequeño, de cuatro años, a causa de una grave enfermedad. Una reacción vergonzante que me lleva a la siguiente reflexión: que el fanatismo del deporte no nos impida ver la verdadera realidad.