Patricia Santos | 15 de junio de 2019
El documento publicado por la Congregación para la Educación Católica aporta argumentos que destacan el valor de la familia y la formación cristiana.
El importante documento sobre ideología de género de la Congregación para la Educación católica destaca las enseñanzas propias de la antropología cristiana, tal como las enuncia el Génesis 1, 27: “Dios creó al hombre a su imagen (…), varón y mujer los creó”.
La Iglesia propone frente al aislamiento individualista de la ideología de género, una recuperación de la antropología teológica: “Las palabras bíblicas revelan el sapiente diseño del Creador que ha asignado al hombre como tarea el cuerpo, su masculinidad y feminidad; y que en la masculinidad y feminidad le ha asignado, en cierto sentido, como tarea su humanidad, la dignidad de la persona, y también el signo transparente de la “comunión” interpersonal, en la que el hombre se realiza a sí mismo a través del auténtico don de sí “ (n. 32).
Es necesario reiterar la raíz metafísica de la diferencia sexual: de hecho, hombre y mujer son las dos formas en que se expresa y se realiza la realidad ontológica de la personaVarón y mujer los creó, n. 34
Tras la negación de la condición de varón o mujer que propugna la ideología de género, elimina el origen a partir del cual se generan las familias. Se pervierte el sentido originario de comunión dado en la creación a través de esa dualidad sexuada. Desaparecida la noción originaria de familia, con su peculiar carga antropológica (identidad de las personas, gratuidad, disponibilidad, acogida y cuidado), el individuo es puro deseo, abocado a mil y un errores en una vida de pulsiones.
Frente a la ideología de género se propone una ecología plenamente humana e integral, capaz de “aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus significados” (n.35), capaz de valorar la propia femineidad o masculinidad, como punto de partida para poder relacionarse con el diferente, y capaz de establecer relaciones recíprocas enriquecedoras.
El documento expone en sus secciones finales otros argumentos coherentes con la ecología humana integral desde la familia (nn. 36-38), la escuela (nn. 39-42), la sociedad (nn. 43-46) y la formación de los formadores (nn. 47-51).
Contrariamente a la ideología de género, la familia es el contexto original y primario de transmisión de la vida humana; por eso sólo a los padres corresponde la obligación grave de educar a los hijos en lo personal y en lo social; también la educación en lo que respecta a su identidad sexual y su afectividad, orientándose a una educación para el amor y para la donación mutua (n. 37). La familia tiene por ello derecho a ser reconocida como el principal espacio pedagógico primario para la formación del niño; el niño tiene a su vez derecho a ser educado en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva (n.38). En definitiva, los hijos pueden y deben ser educados para reconocer el valor y la belleza de la diferencia sexual, de la igualdad, de la reciprocidad biológica, funcional, psicológica y social, de la dignidad propia y de los demás, del aprendizaje del don de sí.
La familia es el lugar natural en donde esta relación de reciprocidad y comunión entre el hombre y la mujer encuentra su plena actuaciónVarón y mujer los creó, n. 36
Lejos del adoctrinamiento de género, el texto destaca la importancia de la escuela católica en la formación del criterio de sus alumnos, en un contexto propio, el de la “escuela-comunidad”: lugar de intercambio, participación, encuentro y diálogo con las familias, siempre desde el respeto a su cultura y en actitud de escucha y servicio a la familia (n. 40). La Iglesia hace un llamamiento especial a la coherencia e idoneidad de los educadores, que no sólo deben enseñar sino también vivir las enseñanzas cristianas (n. 41). Sugiere ayudar a los niños y jóvenes a desarrollar un verdadero sentido crítico frente a la pornografía y la invasión de mensajes ambiguos, enseñando a valorar lo que influye positivamente y a tomar distancia de lo que puede cegar su capacidad de amar.
Frente al bombardeo continuo al que nos somete la cultura de género, recuerda el documento la necesidad de que familia, escuela y sociedad trabajen unidas favoreciendo desde su propio lugar una educación afectivo sexual saludable y responsable. Y ésta sólo puede darse desde el respeto: al propio cuerpo, al de los demás, a los tiempos de maduración sexual, fisiológica, y psicológica, respeto a las fases de crecimiento y maduración neurocognitiva de niñas y niños, etc. A la sociedad compete poner los mimbres que subsidiariamente soporten las iniciativas de las familias y la escuela en este sentido (nn. 43-46).
La Congregación para la Educación Católica publica un documento sobre la ideología de género.