Antonio Olivié | 17 de junio de 2019
La Iglesia de Sri Lanka recuerda a los fieles asesinados durante el Domingo de Resurrección y trabaja por la paz en el país.
Los ataques terroristas a dos iglesias De Sri Lanka en el Domingo de Resurrección dejaron 250 muertos entre los fieles. Una cifra que supera todos los registros de ataques contra cristianos en los últimos años. Tras el dolor de la tragedia, la Iglesia de Sri Lanka ha demostrado madurez y fortaleza. El cardenal de Colombo, monseñor Ranjith, asegura que “las personas han sacado lo mejor de sí mismos”.
Un mes después de los atentados he tenido la oportunidad de visitar los dos templos en los que se suicidaron los terroristas. Uno de ellos es la iglesia de Saint Sebastian, en Negombo, una ciudad de mayoría cristiana en la que el Ejército trabaja en la reconstrucción a marchas forzadas. Mientras esto ocurre, decenas de fieles se acercan a rezar a dos imágenes que están en el complejo parroquial. Una de San Sebastián, vestido de soldado romano, y otra de la Inmaculada.
Sienten que los vecinos y familiares que han muerto son mártires, porque han sido asesinados por su fe
Hay vecinos del barrio que manifiestan su temor, sobre todo porque tras los ataques el Gobierno reconoció que había miembros de la célula terrorista que todavía permanecían activos. Pero la mayoría manifiestan una gran fe, asegurando que tras los atentados sienten que los vecinos y familiares que han muerto son mártires, porque han sido asesinados por su fe, dentro de una iglesia. Incluso hay personas que han sufrido la pérdida de su mujer o de su marido y no dudan en perdonar.
El otro templo que recibió el ataque terrorista es la iglesia de Saint Anthony, en Colombo, la capital. Es un santuario muy venerado en Sri Lanka, ya que los misioneros portugueses que evangelizaron la isla en el siglo XVI, extendieron esta devoción, que ha ido más allá de la población católica. Al santuario de Saint Anthony acuden también budistas e hindús, que confían en su fama de milagrero.
Si algo destaca en la Iglesia de Sri Lanka es la juventud. Se ven muchos sacerdotes jóvenes y los seminarios están llenos. De hecho, algunos de los proyectos de futuro en varias diócesis pasan por agrandar los seminarios. Vocaciones no faltan, en un país donde la Iglesia Católica goza de prestigio cultural y social.
La Iglesia Católica, a la que apenas pertenece un 10% de la población, gestiona algunos de los centros educativos más prestigiosos, pese a que el gobierno expropió en los años 70 del siglo pasado la mayoría de las escuelas e institutos. De hecho, líderes budistas o hinduistas tienden a llevar a sus hijos a los centros católicos.
Y la Iglesia Católica también ha jugado un papel importante en la reconciliación nacional. Tras una cruenta guerra civil, famosa por el inicio de los terroristas suicidas, entre las etnias Tamil y Cingalesa, las autoridades católicas (con presencia en los dos grupos) han reforzado la pacificación.
Se debe culpar a los terroristas, pero en ningún caso a toda una religión
Desde el año 2009, en que terminó la Guerra Civil, Sri Lanka ha vivido pacíficamente y ha desarrollado el turismo como una de sus fuentes de crecimiento. Cuenta con una estructura hotelera de primer nivel, junto a playas de ensueño. La amenaza que han supuesto estos ataques terroristas de volver a traer la violencia ha frenado esta tendencia. En este entorno han sido importantísimas las declaraciones del cardenal de Colombo, monseñor Ranjith, llamando a no culpar a los musulmanes del ataque. A su juicio, se debe culpar a los terroristas, pero en ningún caso a toda una religión.
Eso sí, Ranjith exige también que se frene el radicalismo islámico, que se ha extendido especialmente en los últimos diez años. A su juicio, las autoridades no se han interesado en controlar un fenómeno cuyos frutos son devastadores.
Los atentados criminales de Pascua han dejado cientos de víctimas y muchas familias heridas. Pero han contribuido a reforzar la autoridad de una minoría que, según aseguraba el viceparroco de una de las iglesias atacadas, es más participativa que antes y está más comprometida que nunca.
Los 290 cristianos fallecidos en el atentado de Sri Lanka son mártires que han ido directos al Cielo.