Mireia García Sanz | 01 de julio de 2019
El mayor peligro que corre esta materia es que se perciba como una mera información erudita acerca de las opiniones de los autores.
Si bien la tradición recopilatoria de vidas de filósofos tiene siglos de antigüedad –la dispuesta por Diógenes Laercio es la más conocida de entre las antiguas–, no fue hasta el siglo XIX cuando se institucionalizó académicamente una nueva disciplina llamada “Historia de la Filosofía”, centrada en el estudio del desarrollo histórico de la filosofía a través de los autores y las escuelas que conforman el canon occidental. Actualmente relegada a materia optativa en 2º Bachillerato, la Historia de la Filosofía ya no figura entre las cuatro materias troncales de la prueba de acceso a la universidad (EvAU), pero sí entre las dos optativas de modalidad para los alumnos que la hayan cursado.
El actual modelo de examen de Historia de la Filosofía para la prueba de acceso a la universidad en la Comunidad de Madrid consta de cuatro preguntas. La primera de ellas consiste en exponer las ideas de un texto propuesto y la relación que existe entre ellas. En las tres restantes, el alumno debe desarrollar el tratamiento de un tema o problema filosófico según un autor o corriente de épocas diversas.
Los problemas son cinco: Dios, conocimiento y/o realidad, ser humano, ética y/o moral, sociedad y/o política. Esta división tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, considerar el problema de Dios como distinto al de la realidad, además de ser un síntoma de secularismo, entorpece la comprensión del pensamiento de autores como santo Tomás o Descartes.
El hecho de que el alumno pueda elegir qué autor o corriente desarrollar en tres de las cuatro preguntas –siempre que se ciña al tema y época exigidos– hace que este examen tenga un carácter semi-abierto. Sin embargo, los textos susceptibles de ser preguntados constituyen una lista cerrada. En la Comunidad de Madrid, son doce los textos que jalonan las etapas decisivas de la Historia de la Filosofía. Aunque ya no se pregunte ningún filósofo en concreto, este listado acaba determinando el contenido del curso y hace inevitable el estudio de determinados autores.
Este listado cambia de un año a otro, y de comunidad en comunidad. Hay autores preceptivos –Platón, Nietzsche, Descartes y Kant– y otros que varían –Locke, san Agustín, Rousseau. Estas diferencias suscitan la pregunta de por qué unos autores y no otros. El criterio de elección y valoración de los filósofos es algo tan difícil de consensuar como su valor intrínseco en los veinte siglos de pensamiento occidental. En esta decisión también influyen las ideas, gustos o afinidades de cada generación. Un ejemplo de esto es que, en vista de las insistentes iteraciones del movimiento feminista, por primera vez se plantee la posibilidad de incluir a una mujer en la lista de autores.
Las raíces de la educación son amargas, pero la fruta es dulcePlatón
En la convocatoria 2017-2018, los capítulos XV-XIX de El príncipe de Nicolás Maquiavelo hicieron una breve incursión en esta lista, para desaparecer al curso siguiente. Ese mismo año, Ludwig Wittgenstein fue sustituido por Jürgen Habermas, «último heredero» de la Escuela de Fráncfort. Debido a la falta de tiempo, el hecho de que el texto de un autor desaparezca de la lista suele conllevar su omisión en el currículo escolar.
Los modelos que “caen” en cada convocatoria son elegidos por sorteo entre una docena. El texto de Habermas “Tres modelos de democracia. Sobre el concepto de una política deliberativa” ha sido preguntado tres veces consecutivas desde que fuera añadido a la lista. Una “coincidencia” que ha provocado el clamor del profesorado, y que no arroja dudas acerca de la existencia de autores predilectos.
Eugenio Garin afirmó que la Historia de la Filosofía consistía en “buscar el movimiento de las ideas”. El camino del pensamiento solo puede ser comprendido desde su condicionamiento histórico, ya que toda idea es producto de una situación histórica y personal; situación que, a su vez, está determinada por la tradición filosófica en la que el autor se halla inmerso.
El mayor peligro que corre la enseñanza de la Historia de la Filosofía en Bachillerato es que se perciba como una colección de teorías en abigarrada sucesión; mera información erudita acerca de las opiniones de los filósofos a lo largo de la historia. Esto podría abocar al alumno a cierto escepticismo, si no se insiste en el hecho de que todo sistema filosófico tiene pretensión de verdad.
Comenzar una caza de brujas entre los filósofos clásicos basándose en los postulados contemporáneos parece descabellado y lejano del interés que debería guiar la Universidad: la búsqueda de la verdad a través de la Historia.
Malas políticas que provocan desigualdad, talentos que no tienen cabida en nuestro país y falta de calidad educativa. Así es la enseñanza en España.