Defender una visión de la sexualidad positiva y enriquecedora de la persona no debería ser un ejemplo de discriminación hacia quien piense de otra manera.
Defender una visión de la sexualidad positiva y enriquecedora de la persona no debería ser un ejemplo de discriminación hacia quien piense de otra manera.
La afirmación de que existen dos tipos dentro de lo humano, atendiendo a nuestra sexualidad, significa perpetuar una ley heteronormativa y patriarcal, según los pensadores que promueven las teorías de género. La forma de erradicar ese lastre para las mujeres pasa necesariamente por la deconstrucción de nuestra identidad sexual, de forma que superemos los estereotipos vinculados a nuestra naturaleza sexuada mediante la supremacía de nuestra voluntad, de la autopercepción, sobre la realidad objetiva y los valores absolutos.
Desvincular lo femenino como propio de las mujeres y lo masculino como propio de los varones nos permitirá crear sociedades libres, donde el sometimiento de las mujeres a los hombres no sea posible, puesto que no tendrá sentido una diferenciación entre ambos, en ningún aspecto salvo el genital.
No compartir las teorías expuestas sobre el género se presenta como motivo de discriminación hacia la persona. Y no es así
Implantar en la sociedad estas teorías descritas en los párrafos anteriores no sería posible sin una agenda política concreta que pusiese a su servicio recursos económicos, planes estratégicos, publicidad y legislación. Y este último aspecto es lo que diferencia a una corriente de pensamiento de una ideología, a nivel conceptual. La ideología es el paso del plano filosófico al plano político, del mundo de las ideas a la práctica. Y en eso estamos.
Como toda idea u opinión, la teoría del género es discutible, susceptible de ser sometida a juicio. Podemos adherirnos o no, incluso podemos criticarla con argumentos racionales, antropológicos, biológicos o filosóficos. Y criticar una idea u opinión nada tiene que ver con el concepto de discriminación. Uno de lo grandes logros, sino el que más, de la legislación en materia de “diversidad afectivo-sexual” es precisamente el de aunar bajo un solo concepto tres realidades distintas: la persona -siempre merecedora de respeto por su dignidad-, las ideas y los actos libres -opinables, criticables-.
De esta forma, no compartir las teorías expuestas sobre el género se presenta como motivo de discriminación hacia la persona. Y no es así. Que sea preceptiva la adhesión a las ideas u opiniones de una persona, bajo acusación de discriminación a esa persona en caso contrario, es un grave atentado contra la libertad.
En el caso que nos ocupa, defender una visión de la sexualidad positiva y enriquecedora de la persona, entendida como un conjunto de cualidades orgánicas, psíquicas, sociales, culturales, éticas y religiosas que estructuran las diferencias entre el hombre y la mujer no debería ser (y no es) un ejemplo de discriminación hacia quien piense de otra manera.
Solo una visión -la del género, representada por la bandera arcoíris- es la que se impone de arriba abajo, y el resto son etiquetadas injustamente como discriminatorias
Tampoco discrimina a nadie defender que el propio cuerpo dice mucho, por sí mismo, de quiénes somos, hasta el punto de cómo relacionarlos, de cómo amar. O que la sexualidad no se refiere solo al cuerpo, sino que está integrada armónicamente en el yo personal, y es una de las mayores fuentes de equilibrio en la vida humana. Todos “somos para”, varón y mujer son dos maneras complementarias de ser, por lo que la distinta biología y personalidad de la mujer y el hombre han de ser entendidas y respetadas.
A la vista está que, en materia de sexualidad, como en tantas otras, hay diversas opiniones e ideas. Pero, lamentablemente, solo la visión propia de las teorías de género es la que ha sido asumida como única y verdadera por parte de los poderes públicos, en un claro abandono de la neutralidad ideológica que se les presupone. Y no solo asumida, sino promovida e impuesta coercitivamente mediante leyes específicas -en la gran mayoría de comunidades autónomas existen hoy leyes en vigor en este sentido-.
No se trata de colectivos enfrentados, como a menudo se nos quiere vender. Es más, no existe como tal el colectivo de los heterosexuales, como tampoco el de los homosexuales. Evidencia de ello es el rechazo hacia homosexuales con ideas políticas determinadas por parte de los organizadores del Orgullo Gay. Es, por tanto, una cuestión ideológica. Es un debate entre distintas formas de entender la sexualidad humana, al margen del sexo u orientación sexual de quien comparta o critique las distintas visiones sobre la materia. Un debate desigual, ya que solo una visión -la del género, representada por la bandera arcoíris- es la que se impone de arriba abajo, y el resto son etiquetadas rápida e injustamente como discriminatorias.
Es nuestra responsabilidad defender las causas que creemos, las opiniones e ideas que consideramos mejores y más respetuosas con la persona y su dignidad. No nos cansemos de hablar bien de las cosas buenas. Nuestros hijos, amigos, compañeros de trabajo, etc. se merecen escucharnos hablar, mucho y bien, de la grandeza de la sexualidad.
La directora del Instituto CEU de Estudios de la Familia analiza la cuestión de la ideología de género, a raíz del documento «Varón y mujer los creó» de la Congregación para la Educación Católica.