David Oller | 10 de julio de 2019
A pesar del buen papel en el Mundial, el fútbol femenino aún no alcanza las cotas del masculino, con deportistas olvidadas, desigualdad salarial y escasa cobertura mediática.
El Mundial de fútbol femenino celebrado en Francia el verano de 2019 será recordado como el evento deportivo que cambió la percepción de este deporte practicado por mujeres. No será tan importante que Estados Unidos levantara su quinto título con alguna que otra decisión arbitral reprochable, que Holanda casi no pisara el área contraria en la final o que España, por primera vez en la historia (en su segunda participación en un Mundial), consiguiera ganar un partido y clasificarse para los octavos de final. Supondrá un antes y un después también para el aficionado al fútbol y, sobre todo, para la sociedad en general.
La cobertura mediática en los medios de comunicación nacionales suele ser la unidad de medida de la importancia de cualquier acontecimiento o evento. ¿Cuántas páginas de periódicos se han llenado con el Mundial de fútbol femenino, cuántos minutos de radio o cuántas horas de programación televisiva ha generado? Y no solo eso, el despliegue no tiene precedentes. Al Mundial celebrado en 2015, el primero al que acudía la selección española, apenas cinco periodistas españoles se desplazaron para seguir el día a día y la actuación de las nuestras.
En esta ocasión, casi medio centenar han estado informando puntualmente de todo lo acontecido en Francia. De hecho, el Mundial se ha podido ver íntegro en abierto por Gol, que ha dedicado 150 horas de programación especial al desarrollo de la competición. Y la sociedad ha respondido y de qué manera: más de 800.000 personas de media han disfrutado de los partidos de la selección española. Y más de un millón sufrieron con el heroico choque de octavos de final frente a las norteamericanas, a la postre, campeonas.
?Masivo recibimiento a la @SeFutboFem a su llegada a España tras el Mundial: "Hace años esto era impensable". ?? @FIFAWWC #JugarLucharYGanar pic.twitter.com/sCeSmF887I
— Selección Española Femenina de Fútbol (@SeFutbolFem) June 25, 2019
Es más, no solo se han roto barreras en el fútbol sino también en el periodismo deportivo de este país. Mediapro (productora encargada del contenido de Gol) ha dado un paso adelante y ha apostado, por primera vez en España, por dos mujeres para narrar diferentes partidos. Danae Boronat y Sara Giménez han sido las periodistas que se han puesto al frente de varias retransmisiones de encuentros en este Mundial en lo que ha significado una muestra más de que, poco a poco, se va consiguiendo la tan anhelada igualdad entre hombres y mujeres.
Pero la igualdad se consigue predicando con el ejemplo desde dentro y la Real Federación Española de Fútbol lo sabe. Lo sabe y lo practica. Y por ello ha puesto al servicio de las 23 convocadas por Jorge Vilda para representarnos en Francia los mismos medios logísticos y técnicos de los que disfruta la selección absoluta masculina. Así lo asegura Kenio Gonzalo, preparador físico de la selección femenina desde el año 2017. El presidente, Luis Rubiales, está concienciado y ha puesto todo de su parte para que las jugadoras de la selección se posicionen en el mismo escalón que los chicos.
Pero aún hay muchos factores que pulir. Muchos detalles que dejan entrever que, aunque nos acercamos, el fútbol femenino aún no ha alcanzado las cotas del masculino y que hay mucho trabajo por realizar. Por ejemplo, y no lo dice cualquiera, Megan Rapinoe, máxima goleadora del torneo y elegida mejor jugadora del Mundial, denuncia aún la escala salarial y el tratamiento que ha recibido la final que ha jugado (y ganado) Estados Unidos frente a Holanda. “Estamos preparadas para la igualdad salarial. Es un insulto para el fútbol femenino, es una idea terrible jugar la final de la Copa América y la Copa Oro el mismo día que nuestra final. Hablamos de una final mundial, debería paralizarse todo en el fútbol para darnos visibilidad”.
Y no le falta razón. Eso mismo, si la final hubiese sido del Mundial masculino, no hubiera sucedido (y a los años anteriores me remito). Nunca ha habido ningún torneo femenino de fútbol cuya final se dispute el mismo día que la del Mundial de hombres.
Es un insulto para el fútbol femenino. Hablamos de una final mundial, debería paralizarse todo en el fútbol para darnos visibilidadMegan Rapinoe
Y no es el único ejemplo. En otras disciplinas no se sigue semanalmente el papel de nuestras deportistas por muy buenas actuaciones que completen. Solo nos acordamos de ellas cuando nos representan en torneos internacionales, o cada cuatro años en los Juegos Olímpicos.
De las 17 medallas que consiguió España en Río 2016, 9 fueron gracias a actuaciones de mujeres. ¿Alguien sabe cuál es la última prueba que ganó Mireia Belmonte (y no es, ni de lejos, la deportista menos seguida mediáticamente)? ¿Alguien recuerda la última lesión de Maialen Chourraut (medalla de oro en piragüismo)? ¿O cuál fue la última ocasión en la que Eva Calvo (medalla de plata en Taekwondo) perdió un combate? No lo sabemos porque solo les prestamos atención cuando les toca representarnos. Y entonces nos sentimos orgullosos de ellas, ignorando en qué condiciones entrenan durante estos cuatros años para poder sacarnos una sonrisa efímera un día concreto. A las 24 horas ya lo habremos olvidado.
La muestra de que el deporte femenino importa e interesa a nivel social es la final del Eurobasket que España ha ganado a Francia recientemente. Ha sido el partido más visto en la historia del baloncesto femenino en nuestro país. Casi dos millones de personas se sentaron delante de la televisión para ver a Laia Palau, Ndour, Laura Gil o Marta Xargay. Dudo que la mayoría de esos dos millones de espectadores supieran decir en qué equipo juegan semana tras semana las chicas que ahora le han hecho vibrar. O qué clubes han ganado la Liga femenina y la Copa de la Reina esta temporada.
Se están dando pasos y muy importantes, qué duda cabe, para paliar la desigualdad existente en el mundo del deporte, pero aún resta camino por recorrer. No podemos rendirnos ahora y mirar para otro lado porque, a la vista está, las mujeres consiguen los mismos o más éxitos que los hombres. Solo necesitan apoyo y visibilidad. Demostremos que podemos hacerlo.
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