Álvaro de Diego | 24 de agosto de 2019
Tras la derrota en junio de 1940, gaullistas y comunistas asumieron la lucha contra los nazis que habían sojuzgado a Francia. No obstante, los primeros soldados que penetraron en la capital el 24 de agosto de 1944 fueron los republicanos españoles de La Nueve, una compañía integrada en la 2ª División Acorazada del general Leclerc.
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“Hace cuatro años esos hombres se irguieron entre los escombros y la desesperación y afirmaron con tranquilidad que nada estaba perdido”. Así lo escribió Albert Camus en Combat el 25 de agosto de 1944. Ese día se había completado la liberación de París más de cuatro años después de que las divisiones nazis se apoderaran de la Ciudad de la Luz e impusieran un vergonzoso armisticio que dividía el país entre un territorio ocupado y un Estado satélite con capital en Vichy.
La euforia de la liberación contrastaba con el momento decisivo recordado por Camus. Tras la batalla del Ebro y la caída de Barcelona en manos de las tropas de Franco (enero de 1939), la República había perdido de hecho la Guerra Civil. El presidente Daladier abrió la frontera a los republicanos españoles que escapaban del avance franquista.
Los españoles, utilizados hasta entonces de mano de obra esclava en la construcción del ferrocarril subsahariano, fueron embarcados en mayo de 1939 con destino a la Noruega invadida por los nazis
Su Gobierno solo había previsto 6.000 refugiados, frente al medio millón que recaló en la frontera francesa. Desbordadas, las autoridades galas establecieron varios campos de concentración al aire libre, incluso en playas. Espinos y alambre, sarna y piojos recibieron a los exiliados españoles a los que custodiaron soldados coloniales senegaleses que tiraban a matar si alguien osaba abandonarlos.
Poco a poco, los civiles fueron evacuados a más dignos emplazamientos en el interior del país y quedaron tan solo los excombatientes en los campos. De Argelès, donde recalaron 100.000 refugiados; Brams; Saint Cyprien y otros reclusorios salieron los soldados españoles que durante la Segunda Mundial combatieron en Francia, Noruega, Gabón, Libia, Egipto, Siria, El Líbano, Túnez o Alemania.
Algunos otros, que había partido de Alicante con destino a Orán en las semanas finales de la Guerra Civil, fueron internados en los campos norteafricanos de Morand, Boghari o Djelfa. Unos 15.000 más, considerados “difíciles”, fueron trasladados al Magreb en vísperas de la conflagración mundial.
En el continente negro se formaría ‘La Nueve’, una de las unidades blindadas del Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad
“Francia no necesita a los soldados de un ejército derrotado”. Esa fue la seca respuesta que mereció su deseo de combatir en septiembre de 1939. Se había declarado la guerra a Alemania y, al poco tiempo, todo cambió. Se ofreció el derecho de asilo a estos “apátridas” militarizados si servían en las filas francesas durante dos años.
Los españoles, utilizados hasta entonces de mano de obra esclava en la construcción del ferrocarril subsahariano, fueron embarcados en mayo de 1939 con destino a la Noruega invadida por los nazis. En el asalto de Narvik tomaron parte 39 legionarios extranjeros, entre ellos 14 españoles. Se calcula que entre 12 y 15.000 españoles pasaron hasta 1945 por la Legión Extranjera; el 65% perdió la vida con este uniforme.
En la defensa de la Línea Maginot muchos antiguos combatientes republicanos resultaron abandonados por franceses, belgas e ingleses. Varios centenares participaron en la retirada de Dunkerque, donde la mayoría hubo de ingeniárselas para escapar por sus propios medios, en embarcaciones improvisadas. Aquellos a los que capturaron los alemanes recalarían en el campo de concentración de Mauthausen.
La nueve: los españoles que liberaron París
Evelyn Mesquida
S.A. Ediciones B
344 págs.
19,85€
Resulta una paradoja que los anarquistas y comunistas españoles que prosiguieron la lucha contra el Eje lo hicieran a las órdenes de un oficial francés conservador, aristócrata y católico. Philippe de Hauteclocque había sido partidario de los generales “africanistas” de Franco en la Guerra Civil española.
Sin embargo, huyó a Londres tras el vergonzante armisticio signado por el mariscal Pétain, y adoptó el nombre de Leclerc para proteger a los familiares que había dejado en su país. Nunca habría imaginado que en la Segunda División Acorazada de la Francia Libre contaría con izquierdistas españoles entre su tropa.
Cumpliendo órdenes del general De Gaulle, desembarcó en agosto de 1940 en Sierra Leona. A finales de ese mes ya controlaba Camerún, Congo-Brazzaville y el Chad. Combatió en África a los ejércitos colaboracionistas de Vichy tras jurar que no abandonaría las armas hasta que la bandera tricolor ondeara en las torres de la catedral de Estrasburgo. En el continente negro se formaría La Nueve, una de las unidades blindadas del Tercer Batallón del Regimiento de Marcha del Chad. También conocido como el “Batallón Hispano”, la integraban 146 españoles.
Contaba con oficiales de nuestro país y la lengua que en él se escuchaba era el castellano. Aquellos indisciplinados anarquistas y comunistas aprendieron pronto a respetar al general Leclerc, un jefe que llegaba a desobedecer órdenes que pusieran innecesariamente en peligro a sus hombres.
Tras la batalla de Ecouché, todos los soldados españoles, ateos en su mayoría y anticlericales en gran número, asistieron a misa
El mariscal Montgomery lo recibió como a un héroe en Trípoli. Fue en Temara (Marruecos) donde se autorizó a los tanquistas españoles a que sus carros lucieran nombres como Guadalajara, Brunete, Madrid, Belchite o el afrancesado Don Quichotte, aunque Leclerc vetó las alusiones a líderes políticos.
Liberado el norte de África, La Nueve embarcó en Casablanca con destino a Londres en abril de 1944. Se integró entonces en el Tercer Ejército, comandado por Patton, y, si bien no tomó parte en el Día-D (el propio De Gaulle no conoció la fecha del desembarco de Normandía sino dos días antes), participó en los combates que expulsaron a los alemanes de la región.
Tras la batalla de Ecouché, todos los soldados españoles, ateos en su mayoría y anticlericales en gran número, asistieron a misa. El párroco del lugar se había desvivido en la atención de los heridos y los republicanos correspondieron haciendo una colecta para regalarle otro Sagrado Corazón que reemplazara al destruido en los combates. La “estatua” que sufragaron sigue hoy en la capilla de la iglesia del cementerio de la localidad.
Concluida la batalla de Normandía, Patton aprobó que La Nueve abriese en vanguardia el camino de París. Haciendo oídos sordos una vez más a las órdenes recibidas, Leclerc se presentó en los arrabales de París a través de caminos secundarios. Las primeras fuerzas de la Segunda División Acorazada, con los españoles en primera línea, entró en París por la puerta de Orleáns el 24 de agosto de 1944.
Poco antes de las nueve y media de la noche el teniente Amado Granell se convirtió en el primer oficial recibido por el Consejo Nacional de la Resistencia, que acababa de ocupar el ayuntamiento parisino. Unos 3.000 republicanos españoles participaron, integrados en la Resistencia, en la insurrección final de la capital. Puede decirse, pues, que simbólicamente fue un español el que liberó Francia.
Una unidad se dirigió al hotel Meurice, donde tenía su cuartel general el Estado Mayor alemán. Otro español, un soldado llamado Gutiérrez, detuvo a Dietrich von Choltitz, el gobernador militar alemán. El general regaló su reloj a su captor en agradecimiento a que este había respetado las leyes de la guerra: Gutiérrez acudió a un oficial francés para que el alemán se entregase.
Al anochecer del día 25, momento en que se produjo el alto el fuego, las fuerzas de Leclerc habían hecho 12.000 prisioneros. Al día siguiente, sábado, La Nueve desfiló ante Charles De Gaulle, que saludó militarmente a la primera fuerza armada que había entrado en París. Abrió la marcha, a bordo de su tanqueta, el teniente Granell, secundado por otros carros que habían pintado en su exterior nombres como Guernica, Teruel o Guadalajara. Los tripulantes portaban la bandera francesa y la tricolor de la España republicana.
Leclerc liberaría Estrasburgo el 23 de noviembre de 1944 y los soldados de La Nueve alcanzaría en Nido del Águila hitleriano de Berchtesgaden. Muy pocos españoles acompañarían al general francés a su siguiente destino. Poco se les había perdido a los vencidos de la Guerra Civil en Indochina.