Fernando Ariza | 21 de agosto de 2019
Porque ir a Oriente, que de eso se trata, tiene mucho de viaje fantástico. Del Imperio Mongol a Japón, pasando por Persia o la literatura bélica.
Libros y viajes se unen este verano en eldebatedehoy.es.
Después de Europa, la literatura oriental
Vayámonos lejos. Todo lo lejos que podamos viajar sin salir de nuestra realidad, o más bien llegando a los límites del mundo que conocemos. Porque ir a Oriente, que de eso se trata, tiene mucho de viaje fantástico. Entre la realidad y la fantasía escribió Marco Polo su medieval Libro de las maravillas, muy ajustado a una época donde la verdad era más importante que los datos (ahora las estadísticas son más importantes que los datos, y por supuesto que la verdad). Durante sus viajes, los seres más increíbles se combinan con la descripción de nuevas rutas comerciales o el modo de tratar con diversas autoridades orientales.
La influencia del veneciano ha dado interesantes frutos incluso en el siglo XX. Italo Calvino ficcionalizó las conversaciones entre Marco Polo y Kublai Kan en Las ciudades invisibles (1972). Con precisión metafísica se describen casi un centenar de imposibles ciudades que forman parte del gran Imperio Mongol. Son tantas y tan diversas que el propio gobernador desconoce. En una línea similar, Alessandro Baricco escribió su delicada novela Seda (1996). Describe un viaje similar al de Marco Polo, el francés Hervé Joncour debe marchar a Japón a la búsqueda de los huevos de los preciados gusanos para mantener su floreciente industria textil. De este libro conservo una de las primeras citas que tomé en mi vida: “Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto”. La he recuperado muchos años después, y no me ha decepcionado.
Marco Polo pasó por los territorios de lo que fue otro gran imperio asiático: Persia. La escritora iraní Marjane Satrapi dibujó su biografía y la historia inmediata de su país en la novela gráfica Persépolis (2000). Miembro de una ilustre familia laica, aplaude la derrota del Sah pero pronto ve con sus ojos de niña cómo el país va cambiando. Tiene que cubrir su pelo en la calle y ya no puede escuchar sus discos de Michael Jackson. Su viaje es inverso a los vistos hasta ahora: durante la guerra contra Irak, sus padres la envían a Austria a que continúe sus estudios. Con una línea muy clara, la novela dibuja una realidad que aun siendo local tiene su repercusión en nuestros días.
Hasta ahora han aparecido un buen número de motivaciones para viajar: comercio, conquista, trabajo, placer, conocimientos. Una razón que se suele pasar por alto es la bélica. Viajar para la conquista de un país, o la defensa de unas ideas, o por lo que sea que implique llevar armas y matar o ser matado. Vietnam ha dado muchos frutos artísticos y entre todos propongo Las cosas que llevaban los hombres que murieron (1990), donde el autor y excombatiente Tim O´Brien nos habla, muchos años después, de la experiencia propia y de otros compañeros, y la memoria de los que nunca regresaron.
Una guerra que dio menos películas fue la de Corea, y sin embargo tiene unas consecuencias mucho más siniestras. El canadiense Guy Delisle pasó pocos meses trabajando en la hermética capital de Corea del Norte y de su experiencia salió la novela gráfica Pyongyang (2003). Irónico a tope, la novela 1984 le acompaña durante todo el viaje. El autor siempre intenta engrasar los roces culturales con el humor, pero en este libro la realidad le puede.
En el Japón actual viajar significa tomar un tren bala que apenas te permite ver paisaje. En la novela de Haruki Murakami Kafka en la orilla (2002) el viaje sigue un ritmo mucho más pausado, desde Tokio hasta la pequeña isla de Shikoku. El Japón contemporáneo se une al tradicional en el doble viaje de dos personajes, un adolescente y un anciano, mientras que lo convencional se rompe en fallas lógicas que pensaríamos surrealistas si no supiéramos que el autor es un orfebre de la realidad fantástica. Si nos parece absurdo es nuestro problema.
Más allá del Japón solo queda el océano. Prometí volver a hablar de Corto Maltés y aquí lo hago a medias. Su primer libro, La balada del mar salado (1967) merece aparecer en estas líneas pero no voy a decir más de él pues ya lo recomendé hace un par de años.
Parecería que así la serie de narrativas viajeras y, sin embargo, me voy a dar un pequeño homenaje con un último artículo que vendrá en breve. La Tierra se acaba en el Pacífico, pero no el mundo. Hay muchos más mapas que los conocidos por los cartógrafos y los escritores son expertos en ellos. Seguiremos viajando.
Viajes trágicos como los de «Hamlet» o el monstruo de «Frankenstein» nos recuerdan, pese a todo, los lazos culturales del continente.
Nuestro viaje literario nos lleva hasta el otro lado del charcho. Libros sobre América, sus caminos, mares y carreteras.
La primera parada de nuestro viaje literario nos lleva a las costas del Mediterráneo. De las ruinas de Troya a la dorada Venecia, de la mano de Virgilio o Thomas Mann.